Tres referentes del deporte nacional y sus herederos hablan sobre cómo ha sido estar sintonizados dentro del campo de juego.

No hay nada más emotivo que tu hijo esté como protagonista

Bien dicen que lo que se hereda no se hurta, y esta popular frase sí que aplica a Carlos Alejandro Alfaro Moreno y a su hijo Gonzalo Alfaro: ambos comparten la pasión del fútbol, los dos han jugado para el equipo de sus amores, el Barcelona Sporting Club, y bien saben del esfuerzo y dedicación que conlleva ser un deportista profesional.

“Al hablar de profesionalismo fui un obsesivo desde mi cuidado de los detalles que debe de tener un buen profesional y traté siempre de inculcárselos (a sus hijos)”, manifiesta el exfutbolista argentino, que se involucró con el equipo torero en 1994.

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El exvicepresidente deportivo canario apunta que en el segundo de sus cuatro hijos  se ve reflejado. Lo dice por el “profesionalismo” que ejerce en sus tareas futbolísticas a pesar de su juventud. “A diferencia de Alejandro (su tercer hijo, es músico) Gonzalo desde que recuerdo siempre soñó con ser futbolista y tiene esa pasión, él está construyendo su carrera, luchando por la misma y me toca como papá siempre, en cada uno de los chicos, apoyarlos y lo que se les pide es que lo que hagan, siempre lo hagan con pasión y con mucho profesionalismo”, cuenta el  comunicador.

Por su parte Gonzalo, quien ahora juega en calidad de préstamo para Liga de Portoviejo, señala que su padre ha sido un pilar fundamental en su vida y carrera. Asegura que la trayectoria de su progenitor lo inspira: “Cuando yo empecé a jugar influyó todo lo que fue él, cuando yo tenía cuatro años lo vi jugar, veía sus videos y por ahí empezó todo, pero ya cuando fui grande jugaba porque es mi pasión”, dice el jugador nacido en Argentina hace 23 años, y quien afirma que jamás se ha sentido presionado a inclinarse por el fútbol para complacer a su papá.

Cuando Gonzalo juega, Carlos Alejandro se convierte en su mayor fan, señala.  “No hay nada más emotivo que tu hijo esté como protagonista”, lo dice Alfaro, de 54 años, al recordar el debut  de su hijo en 2017 con  Barcelona. Cuenta que ahora entiende a muchos de los padres de los niños de su escuela de fútbol cuando los ven como las más grandes estrellas.

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Además del profesionalismo, Gonzalo destaca de su padre su responsabilidad, su perseverancia, su inteligencia y, sobre todo, su valentía al salir al mundo a buscar sus sueños. (I)

 

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Una historia con lazos en la sangre y la cancha de fútbol 

No los une solo la sangre, sino también su pasión por el fútbol. Esta historia paternal quedó inmortalizada en una tierna imagen de 1998. Los protagonistas eran el Poeta Rubén Darío Insúa y su hijo Robertino, entonces un pequeño con corte de cabello  estilo hongo, quienes saludaban a los miles de hinchas canarios congregados en el estadio Monumental, cuando el Ídolo del Astillero alcanzó su  décima tercera copa nacional. 

Los años han pasado y la unión perdura. Insúa padre es  todo un referente en el fútbol local, sobre todo en  Barcelona Sporting Club, en el que ha sido jugador y entrenador; el argentino de 58 años hoy se encuentra a cargo de la dirección técnica de la Liga de Portoviejo, mientras que Insúa hijo, de 25 años,  ahora tiene puestos los botines y milita en Toreros FC, filial del plantel amarillo en la segunda categoría. 

A diferencia de Rubén Darío y su larga melena, el joven hoy luce un moderno corte de cabello; pero en lo que sí coincide con su padre -con quien se lleva muy bien- es en ser mediocampista. “Tenemos una muy buena relación, tanto con mi papá como con toda mi familia; estoy muy orgulloso de tener el papá que tengo, gracias a Dios, y de todos los valores y principios que me inculcaron, desde que nací hasta  ahora”, indica.

 No obstante, Rubén Darío Insúa, pese a la  cercanía que tiene con Robertino, puntualiza que no se involucra en su vida personal.   “Siempre le he dado mucha libertad para que ellos elijan lo que quieren hacer, (pero) obviamente si tengo que darle alguna opinión se la doy”, dice el entrenador, quien también es padre de Rodrigo y Pamela. Recuerda que Robertino incursionó por su propia voluntad en la cancha desde muy pequeño.

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El joven jugador  reafirma las palabras de su padre; dice que nunca lo presionó, aunque cree que sí se inspiró en él. “Estoy muy orgulloso de la carrera que tuvo él (...). Ha tenido una muy buena carrera y la sigue teniendo,   es un ejemplo; para mí es un espejo en el que me puedo ver y estoy muy orgulloso de lo que ha hecho”, asegura.

La cercanía  entre la capital manabita y el Puerto Principal les permite a los Insúa reunirse ocasionalmente. (I) 

 

El tenis, base de la educación de los Gómez

El tenis es un deporte de tradición familiar. Así lo afirman Andrés Gómez y su hijo Emilio, de 27 años, quien junto con sus hermanos Manuela, Rafaela, Juan Andrés y Alejandro llevan el gen del tenis en la sangre. 

Andrés es un referente del tenis ecuatoriano. El 10 de este mes se cumplieron 29 años de aquel triunfo que llenó de alegría a todo un país, al convertirse campeón de Roland Garros, en 1990. 

“Se hizo realmente una tradición el poder practicar el deporte más que nada cuando éramos chicos. En el colegio no solo jugábamos tenis, también jugábamos básquet, fútbol. Y eso (el tenis) de ahí fue creciendo más y más en la familia, obviamente fuimos más por el tenis por la historia”, afirma Emilio, quien en abril pasado celebró su primer título de Challenger de la ATP en el torneo de Tallahassee.

“Mi padre lo jugó, muchos de los tíos de Emilio lo practicaron también. Fue una manera de hacer familia a través del deporte”, indica Andrés.    

El único momento en que el tenis para sus hijos “fue forzado y exigido fue cuando comenzaron a aprender”. “Porque de esa manera tenía que ser parte de una disciplina...”, sostiene Gómez, de 59 años.

Luego “ellos comenzaron a pedir más, a jugar más, comenzaron a viajar primero en Ecuador, luego en Sudamérica y después en el mundo”, dice.

El tenis también ha sido la base para la educación de los Gómez.  Juan Andrés, Alejandro y Rafaela se graduaron en la universidad por becas de este deporte. Mientras que a Emilio le falta un año y medio por terminar  y Manuela, la menor, iniciará la educación superior con esta oportunidad.  

Luego del aprendizaje el tenis no ha sido una obligación, cada uno ha sido libre de escoger su camino.  Así, por ejemplo, Andrés dice que Juan Andrés es un apasionado por el surf y ha dejado la raqueta hace tiempo. Pero no descarta que una vez que estén establecidos cada uno de sus hijos practiquen el deporte paralelo a las actividades diarias y “a ver si le dan a mis nietos la oportunidad de practicarlo”, dice un padre orgulloso de sus hijos y no deja de mencionar que su hija Manuela fue la abanderada de su colegio. (I)