Fue hace cien años, exactamente la noche de un 10 de junio de 1919, cuando La Enmascarada besó las mejillas morenas de Medardo Ángel Silva. Su fijación con la muerte o su curiosidad con ella estuvo presente desde muy pequeño, era desde su ‘hamaquita de mocora’ cuando veía pasar sobre la calle Juan Pablo Arenas aquella marcha cargada de dolor y adiós, se trataba de los cortejos fúnebres que tenían como destino el Cementerio General de Guayaquil.