Estrella planetaria de la alta costura, Karl Lagerfeld, fallecido este martes a los 85 años de edad, reinventó con brillantez la casa Chanel durante más de 30 años mientras construía su personaje casi teatral, famoso por su aspecto, sus frases lapidarias y su erudición.

Con su cabello blanco siempre recogido en coleta, sus sempiternas gafas de sol, sus cuellos almidonados, sus guantes y su verborrea, el diseñador alemán, apodado a veces el "Kaiser", tenía una apariencia perfectamente reconocible.

Tan narciso como propenso a la autoburla, cuando perdió 42 kilos en 2002 afirmó que era para ser una "buena percha" y poder entrar en la ropa que entonces diseñaba Hedi Slimane para Dior.

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Karl Lagerfeld junto a varias modelos (desde la izquierda), Nadja Auermann y Naomi Campbell, después de un desfile en París, el 23 de enero de 1996. Foto: AP. 

Pero detrás de esta figura de lengua afilada se escondía un hombre intuitivo que sabía captar mejor que nadie las necesidades de su tiempo. Como en 2004, cuando bajó de su pedestal para diseñar una colección cápsula para el gigante sueco de la moda H&M, hoy algo completamente normal.

Nacido en Hamburgo, Lagerfeld siempre mantuvo un aura de misterio en torno a su fecha de nacimiento. Varios diarios alemanes, basándose en documentos oficiales, afirman que vio la luz el 10 de septiembre de 1933. Él dijo haber nacido en 1935, en una entrevista a la revista francesa Paris-Match en 2013, en la que decía que su "madre había cambiado la fecha".

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Tuvo una infancia feliz pero aburrida en una zona recóndita del campo alemán durante el nazismo, entre un padre industrial y viajero, y una madre con una fuerte personalidad, gran lectora pero poco afectuosa que le inculcó la pasión por la moda. El pequeño Karl dibujaba vestidos mientras soñaba con París, adonde llegó en la adolescencia.

"Modisto mercenario" 

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En 1954, ganó un concurso organizado por el Secretariado Internacional de la Lana, empatado con Yves Saint Laurent, con quien simpatizó antes de enemistarse irremediablemente. El diseñador Pierre Balmain lo contrató. Lagerfeld permaneció tres años en su casa de moda antes de convertirse en el director artístico de Jean Patou.

A principios de los años sesenta, empezó una carrera de diseñador independiente, trabajando para varias casas a la vez. "Soy el primero que se hizo un nombre con un nombre que no era el suyo. Debo tener mentalidad de mercenario", decía.

De 1963 a 1984, ejerció en la casa parisiense Chloé. Desde 1965, creaba también para la italiana Fendi, que entre tanto pasó a formar parte del grupo de lujo francés LVMH.

Karl Lagerfeld con un premio que recibió en noviembre de 1973, Krefeld, Alemania. Foto: AFP.

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Para el gran público, el nombre de Lagerfeld sigue siendo indisociable de Chanel. Cuando llegó en 1983, la firma se había quedado un poco anticuada. Bajo su impulso, volvió a ser joven y deseable. Durante más de 30 años reinventó la marca cada temporada, jugando con sus códigos, empezando por el famoso traje de chaqueta.

Acorde con los nuevos tiempos, organizó desfiles con unas puestas en escena sorprendentes y espectaculares, reconstituyendo tanto un supermercado, como una galería de arte o una calle, que tuvieron un gran éxito en las redes sociales.

Su propia marca, lanzada en 1984, sufrió fortunas diversas antes de conocer el éxito desde hace ya algunos años. Lagerfeld se ilustró también gracias a colaboraciones esporádicas con marcas como Wolford, Diesel, pero también Volkswagen, Coca-Cola, etc.

Amante de los libros 

En cuanto a su vida privada, un hombre ocupó un lugar central en el corazón del diseñador: Jacques de Bascher, un hombre sumamente bello del que también se enamoró Yves Saint Laurent. Su muerte --de sida en 1989-- ensombreció la vida de Lagerfeld, siempre muy púdico sobre esta cuestión.

Adicto al trabajo ("Nunca he pensado en la jubilación", dijo en alguna ocasión), encadenaba las colecciones compaginando su trabajo con la fotografía. Era él quien firmaba las campañas de Chanel.

Karl Lagerfeld junto al modelo Baptiste Giabiconi y su ahijado Hudson Kroenig, en Roma, en el 2015. Foto: AFP. 

Los libros también ocupaban un lugar predominante en su vida. Poseía entre 250.000 y 350.000 volúmenes, según estimaciones de prensa, repartidos por sus diferentes casas. El niño obligado por su madre a aprenderse cada día una página del diccionario se convirtió en un apasionado de la literatura del siglo XVIII y de principios del XX.

Sus dos pasiones se cruzaron en 1999 cuando fundó su propia editorial y librería "7L", que edita obras de arquitectura, fotografía o de autores que le gustan.

Aficionado al arte, vendió a subasta en 2000 y 2003 dos de sus colecciones del siglo XVIII (3,54 millones de euros, 4 millones de dólares) y de arte decorativo (1,1 millones de euros, 1,2 millones de dólares). (I)