Con filmes y documentales muy diferentes, el festival de Venecia lloró ayer por las víctimas de terrorismo y de atentados y se sumergió en la política con la presencia de Steve Bannon, el ideólogo de la derecha. El defensor de ideas racistas y supremacistas es el protagonista del documental American Dharma, del cineasta y periodista estadounidense Errol Morris, presentado fuera de concurso en la Mostra.

Bannon, que no ha sido oficialmente invitado por los organizadores, se encuentra de incógnito en Venecia y según la revista especializada Variety asistió a la proyección del documental, pero no quiso hablar con la prensa ni va a desfilar por la alfombra roja.

“Ignorar lo que representa sería un gran error”, reconoció Morris en una conferencia de prensa. “Podemos hacer como el avestruz y meter la cabeza en un agujero y creer que el peligro no existe, pero no es así”, lanzó el cineasta, de 70 años, cuyo documental suscitó críticas por la manera “blanda” con la que fue tratado el líder ultraderechista.

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Basado en una serie de entrevistas con la que fuera la eminencia gris de la campaña de Donald Trump, despedido luego tras un breve periodo en la Casa Blanca, Bannon se ha convertido en el propagador de las ideas de extrema derecha tanto en Estados Unidos como en Italia, donde mantiene buenas relaciones con el ministro del Interior, el derechista y xenófobo Matteo Salvini.

De las víctimas

La cara más violenta de esas ideas de extrema derecha impactó en Venecia con el filme 22 de julio, la crónica de una masacre ocurrida en Noruega en 2011, dirigido por el británico Paul Greengrass.

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La película, que compite por el León de Oro junto con otros 20 filmes, narra los dos atentados organizados por Anders Breivik, un terrorista noruego de extrema derecha, en el que murieron 77 personas, la mayoría de jóvenes que estaban en un campamento de verano organizado en la isla de Utoya por el partido laborista de Noruega.

“Europa y Occidente en general están siendo arrastrados hacia la derecha y el populismo, algo sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial”, lamentó Greengrass, maestro del cine de acción, de 63 años, quien arrancó lágrimas y conmovió con un filme que se pone de la parte de las víctimas, de la reacción de los noruegos y de quienes buscan superar con dignidad, sin sentimientos de rabia ni venganza una tragedia íntima y nacional.

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El director contó que centró el filme en las víctimas cuando comenzó a notar que en Noruega y el mundo se estaba poniendo el foco más en el terrorista y sus declaraciones ante el tribunal, que lo condenó a 21 años de prisión, que en los sobrevivientes. “Ofrezco la película con humildad al mundo para que reflexionemos sobre cómo ganar esta batalla”, declaró el director, cuya película es producida por Netflix.

Otra película sobre los atentados de Noruega, dirigida por Erik Poppe, fue presentada en abril en el festival de cine de Berlín, donde competía por el Oso de Oro. (I)