Michael Jordan es considerado como el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos. Sólo LeBron James desde hace unos años se permite discutirle esa condición. Seis anillos de campeón en seis finales de la NBA con sus respetivos MVP, 10 títulos de mejor anotador de la temporada, quinto jugador con más puntos en la historia de la NBA, 14 presencias en el All Star, campeón olímpico, retiradas y regresos, gestas al borde de los 40 años... Sobran los motivos para pensar que sí, que es el mejor, publica diario Marca.

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Pero al retirarse, los grandes jugadores no siempre consiguen trasladar a los banquillos o los despachos sus habilidades en la cancha. A Jordan le ha sucedido. En junio de 2006 entró como accionista minoritario en los por entonces Charlotte Bobcats y desde abril de 2010 es el dueño de la franquicia, rebautizada en 2014 como Hornets.

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La semana pasada se conoció que se estaba planteando vender la mayoría de sus acciones. Si se consuma la operación, se marcharía como uno de los peores propietarios en la historia de la NBA.

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Desde que ‘Air’ llegó a la entidad y hasta el presente, los resultados han sido profundamente decepcionantes. Con la actual, serían 17 temporadas en las que en cuatro de ellas el equipo acabó con un balance positivo y en sólo tres alcanzó los playoffs. En todas perdió en primera ronda y en dos de ellas por 4-0.

Cuando los Kings certifiquen en breve su presencia en las series por el título esta campaña, los Hornets tendrán la peor racha activa sin playoffs en la NBA: siete años. Contando el último encuentro, el balance histórico desde el aterrizaje de Jordan es de 563 victorias y 779 derrotas. Un pobre porcentaje de 41,9% de triunfos.

La peor temporada de la historia

En esas cifras se incluye la peor temporada en la historia de la NBA. En el curso 2011-12, reducido a sólo 66 partidos debido a un cierre patronal, el equipo ganó siete partidos y perdió 59, incluidos los últimos 23 de manera consecutiva. El 10,6% de victorias figura en los libros de la NBA como otro récord de Jordan, aunque este de dudoso gusto.

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El mito de los Bulls (y los Wizards) se convirtió en gerente de operaciones de baloncesto desde su ingreso en la franquicia en 2006. Los muy mejorables movimientos que se hicieron desde entonces corrieron de su parte, aunque contara con la ayuda de colaboradores como Rod Higgins, su excompañero en los Bulls y padre del azulgrana Cory Higgins al que él mismo despidió; Rich Cho y Mitch Kupchak, que también tuvo mando en los Lakers.

Cuestionables decisiones

Sólo atendiendo al draft, algunas de las cuestionables decisiones durante su mandado son elegir a Michael Kidd-Gilchrist por delante de Bradley Beal y Damian Lillard; a Cody Zeller por delante de Steven Adams, Rudy Gobert y Giannis Antetokounmpo (aunque a este también le dejaron pasar otras 13 franquicias); a Noah Vonleh por delante de Zach LaVine; a Frank Kaminsky por delante de Devin Booker; a Malik Monk por delante de Donovan Mitchell y Bam Adebayo; y también seleccionó a Shai Gilgeous-Alexander, actual quinto mejor anotador de la NBA, para traspasarle esa misma noche por Miles Bridges.

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Cuando Jordan llegó a Charlotte, se esperaba que su mera presencia fuera capaz de atraer algunas estrellas a la franquicia y hacerla competitiva. Nunca ha sido así. La ciudad tampoco dispone de un mercado atractivo.

Hay muchos otros equipos que son un mejor escaparate. Ahora, la pieza sobre la que construir es LaMelo Ball, uno de los pocos aciertos en el sorteo de novatos, pero al que las lesiones acosan en los últimos tiempos.

“Me encanta estar aquí”, ha dicho recientemente pese a que el equipo sea el cuarto peor de la NBA y penúltimo en la Conferencia Este con un balance de 23-50. Es el actual panorama de Jordan y se parece bastante a lo que ha vivido en los últimos 17 años. (D)