Arreglar una prótesis o una silla de ruedas en cuestión de minutos es la otra cara de la competición deportiva. En Tokio, un centenar de técnicos velan por los dispositivos médicos de los paratletas para impedir que nada les frene durante los Juegos.

Ingenieros ortopedistas de 24 países del mundo asisten cada día a los deportistas -antes o durante la competición- desde un taller en el interior de la Villa Paralímpica de Tokio o en unidades móviles en catorce sedes, pero siempre presentes, las 24 horas del día.

Unos “primeros auxilios” para arreglar gratuitamente ruedas desgastadas, nivelar o recambiar complejas piezas y aparatos rotos.

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Un taller que se convierte en hospital global de paratletas, donde atienden independientemente del país de origen o de la marca del dispositivo.

De su destreza, innovación, trabajo en equipo y también algo de apremiante improvisación dependerá que el problema sea resuelto y que, tal vez, la medalla acabe colgada.

El pasado sábado, José Bernardino, de 28 años y especialista en prótesis de miembro inferior, se encontraba “de guardia” en el tenis sobre ruedas cuando sonó el aviso. Corrió con una mochila y las herramientas para arreglar, in situ, la silla de un jugador estadounidense.

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“Tienes que ir lo más rápido posible, pensar rápido qué herramientas llevar, cómo tienes que solucionar, llegar en el momento a la pista, arreglarlo y desearle lo mejor al atleta, que gane el partido, y a mí me pasó dos veces ayer”, cuenta el técnico en entrevista con Efe.

El paratleta no ganó, pero les agradeció llorando la imprescindible ayuda.

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“Nuestro trabajo es importante, pero el mérito es del atleta. Es alucinante ver la fuerza de superar barreras que tienen”, comenta el técnico.

Para Bernardino, originario de Portugal pero radicado en Madrid, estos son sus primeros Juegos, una oportunidad para llevarse de vuelta nuevas experiencias que aplicar a los pacientes.

Su manejo de tres idiomas le permite comunicarse con todos los paratletas del continente americano, de los 4.400 que han llegado del mundo en 22 deportes.

“Desde nuestro trabajo damos ese pequeño soporte, esa pequeña ayuda o fabricamos ese pequeño dispositivo que les permite tornar esa imposibilidad posible”, describe de las tareas.

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“Los atletas olímpicos tienen entrenador físico, los paratletas, entrenador físico y a nosotros”, resume.

Equipo Ottobock

Cuenta el técnico que hasta este miércoles llevaban 1.570 reparaciones -el 70 % son sillas- y todavía no ha surgido nada imposible de solucionar, puesto que el equipo es uno y los veteranos apoyan a los principiantes.

Arreglar una prótesis o una silla de ruedas en cuestión de minutos es la otra cara de la competición deportiva. En la imagen, un técnico arregla una prótesis. Foto: EFE/Ottobock

Detrás de este servicio está la empresa fabricante de prótesis Ottobock, que desde los Juegos de Seúl de 1988 se encarga de acompañar a los paratletas.

No solo conforma un equipo de ortopedistas de todas partes del globo, 17.300 piezas -desde tornillos a prótesis- han llegado en cuatro contenedores a Japón para la ocasión.

La historia de Ottobock se remonta al siglo pasado, al Berlín de 1919 y a la necesidad de tratar a las numerosas víctimas que regresaban de la Primera Guerra Mundial.

En una época en la que las prótesis se hacían a mano, Otto Bock fue pionero en la fabricación de componentes.

Tras la Segunda Guerra Mundial, su hija y yerno, el doctor Max Näder volvieron a levantar de cero el negocio familiar, explica a Efe por correo Merle Florstedt, portavoz de la empresa.

Durante la Guerra Fría la empresa se internacionalizó y en 1958 abrió su primera filial en los EE.UU. Actualmente cuentan con 58 sucursales.

De la madera a la fibra de carbono, las prótesis hoy dotan de miembros artificiales a amputados de guerra, por enfermedad o accidente.

“Cuatro ortopedistas australianos asistieron a los atletas en los Juegos de Seúl y desde entonces Ottobock ha estado comprometida con los Paralímpicos de verano y de invierno”, explica Florstedt.

Al principio daban únicamente servicio técnico, pero en el nuevo siglo lanzaron prótesis deportivas y cuchillas para corredores. La primera articulación de rodilla protésica para amputados llegaría en 2012.

Un regalo inesperado

La atleta española Rakel Mateo, de 46 años, sufrió hace veinte años un accidente laboral que le inmovilizó una pierna. Y con muletas compitió en Río.

Hace seis meses le amputaron la pierna, pero eso no le impidió venir a Tokio, donde corrió, nadó y condujo su bici solo con un pie de carbono y sin articulación de rodilla protésica.

No había tenido tiempo de hacer la transición, el muñón estaba sensible y “no sabía correr con rodilla”.

Cuando los técnicos de Ottobock la vieron, la llamaron después del triatlón: “¿Por qué no te pasas?”, cuenta Mateo a Efe que le dijeron.

“Creía que me iban a aconsejar, pero me vuelvo a casa con una articulación de rodilla nueva para correr y una prótesis para caminar”, relata emocionada.

“Estoy tan agradecida a ellos, han confiado en mí y tiene un valor incalculable”, señala. (D)