Jefferson Pérez Quezada dijo el 11 de enero del 2013, al conocer que el atleta español Francisco Javier Fernández Peláez se retiraba, que Paquillo -su célebre apodo- “era uno de los mejores competidores que existía en la caminata”. “Sin temor a equivocarme, uno de los mejores en toda la historia de la marcha mundial”, agregó.

Era el elogio del ecuatoriano, que para entonces ostentaba ya en su brillante palmarés dos medallas olímpicas (oro en Atlanta 1996 y plata en Pekín 2008) y un tricampeonato mundial (París 2003, Helsinki 2005, Osaka 2007), al adversario que dejó sin preseas doradas en varias competencias internacionales. Paquillo, que fue doble monarca europeo, se quedó cerca de la gloria, que fue toda para el cuencano.

Por eso, el nacido en Granada (1977), en una charla con EL UNIVERSO, reconoce dos décadas después de las batallas con Jeff que su carrera tuvo “la mala suerte” de encontrarse a Jefferson Pérez.

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Fernández fue contactado por este Diario a través de la atleta tricolor Johana Ordóñez, a quien entrena, mientras él estaba en Perú, durante el Campeonato Sudamericano.

La conversación, en esta primera parte, se centró en sus duelos con Pérez. “Nosotros competíamos todo el tiempo. Estábamos en el comedor y nos dirigíamos la mirada con mucho respeto y sumo recelo. Era un gran competidor, no sé si él me consideraba un gran rival, pero en todo caso siempre existía ese celo”, contó Jeff en 2013 al diario deportivo Marca, de Madrid.

Usted dice que tuvo mala suerte de encontrarse con Jefferson Pérez en su camino.

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Digo mala suerte, pero entre comillas. Todo deportista tiene grandes momentos y yo digo mala suerte porque a lo mejor no fui campeón en tres mundiales porque me los quitó Jefferson. Realmente fue algo muy motivador encontrarme con alguien como Jefferson Pérez, o él encontrarse conmigo. La nuestra fue una de las rivalidades más grandes que han existido en la marcha internacional.

¿Cuándo empiezan los duelos con el ecuatoriano?

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Yo venía de la categoría júnior, él es tres años mayor que yo (el cuencano nació en 1974). Competimos por primera vez en la Copa del Mundo de 1997, en República Checa. Ganó Jefferson y yo me ubiqué en el puesto número 41 con 1 hora, 22 minutos, y 20 segundos; él hizo 1 hora, 18 minutos y 24 segundos. Tres años después empecé a competir a su nivel. Nuestra rivalidad arrancó más tarde, a partir del 2000 o 2001. Después se acentuó más entre el 2002 y 2008. Eso fue tremendo. Aquellos fueron años muy grandes en cuanto a las disputas de los títulos.

¿Y cómo era esa rivalidad con Jefferson?

En las pruebas yo nunca miraba a ningún rival, solo sabía que tenía que ganarle a Jefferson Pérez; los demás quedaban en un segundo plano. Eran inexistentes para mí. Yo solo competía y sabía que el único, en ese momento, que me podía ganar, que me podía quitar la medalla de oro era Jefferson Pérez. El resto no existía y así fue durante unos cuatro años. Siempre fui segundo. No le pude ganar, pero lo positivo es que él consiguió que yo me mantuviera estable. Eso para mí fue muy motivante y creo que para él también.

¿Se puede decir que hubo una época en que la rivalidad en la marcha mundial se centró en usted y Pérez?

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Había una gran rivalidad con Jefferson. Siempre intentábamos vencernos mutuamente, así sea en un Gran Prix, en un premio internacional, en un torneo nacional de Italia. En cualquier prueba, Jefferson era el número uno y yo, seguro, era el número dos. Eso creaba una expectativa grandísima y hace mucho que no existe en la marcha atlética a nivel mundial un duelo así. Eso le daba realce enorme a la marcha, a nosotros, a todos los seguidores, porque sí había muchísimos. En el 2006, antes del Mundial de Osaka 2007, fue muy importante para mí ganarle en La Coruña.

¿Recuerda en qué competencia estuvo usted a punto de ganar y Jefferson le arrebató el título?

No me olvido la prueba en que peor la pasé y en la que peor terminé. Nunca me olvido del Mundial del 2003, en París. Esa competencia está en mi retina para siempre porque no solo perdí el oro mundial, perdí el récord del mundo, llegué segundo y todo me lo quitó Jefferson. Es la carrera que más recordaré porque marcó mucho mi vida deportiva. Yo era el favorito indiscutible e hice una estrategia que al final no me salió tan bien. Jefferson batió el récord y me lo quitó por un segundo. Esas cosas pasan. Al año siguiente fuimos a los Juegos Olímpicos de Atenas y gané la presea de plata; él no obtuvo nada. Son cosas del deporte y todo queda en buenos recuerdos. La rivalidad que había adentro quedó adentro. Afuera nos llevamos bien y podría decir que hasta es un amigo. Eso es lo más importante.

Tiene una medalla olímpica, ¿pero le faltó algo a su carrera deportiva?

Me habría gustado ser campeón de un mundial. Asistí a los mundiales, pero lamentablemente tuve la mala suerte, entre comillas, de tropezarme con un gran marchista como Jefferson Pérez. Tengo que conformarme con haber sido tres veces subcampeón del mundo, dos veces campeón de la Copa Mundo y una vez subcampeón olímpico. Eso es lo que uno se encuentra y toca cuando uno se cruza con un gran rival como Jefferson. Lo importante es saber aceptar cuando uno gana y él también supo aceptar cuando yo lo derrotaba.

¿Cómo se produce el acercamiento con la marchista tricolor Johanna Ordóñez?

Siempre, siempre tengo la mala suerte, entre comillas, de encontrarme con un ecuatoriano. Me joden los planes, de buena manera, porque Jefferson es amigo mío y Johanna me ‘jodió’ los planes de una atleta mía, Mirna Ortiz, guatemalteca, a la que le ganó en los Juegos Panamericanos de Lima 2019, en los 50 kilómetros. Yo preparé a Mirna para ganar y nos encontramos con una sorpresa como Johanna. Como entrenador tuve la ‘mala suerte’ de tropezar con una ecuatoriana, igual que cuando yo era marchista. Ella compitió muy bien, tiene una técnica muy segura y estaba en un nivel extraordinario. En plena pandemia, a inicios de abril de 2019, recibí un mensaje de ella para entrenarla en 20 kilómetros porque no aceptó el COI la prueba de 50 y porque quería hacer un cambio. Yo le dije que tenía que venir a España y ella se comprometió. La vi como una chica profesional y finalmente acepté y empecé a entrenarla el año pasado. Ahora estamos haciendo una transición a 35 km.

¿Qué espera de Ordóñez en el Mundial de Omán (4 y 5 de marzo)?

Tiene que estar controlada para estar adentro. Vamos a luchar con todo. Si consigue podio, perfecto; y si gana, mucho mejor. No descarto absolutamente nada, lo único que Johanna desea es que compita y se sienta bien. Que se sienta como hasta ahora, que no tenga problemas musculares, que esté ligera, que tenga un buen entrenamiento, que tenga la cabeza bien. Ahora mismo está disfrutando de su cambio. Cuando estoy con ella me siento más seguro como entrenador y ella también se siente más segura como atleta. Intentamos estar bastante tiempo más juntos, lo que podamos, por los compromisos de cada uno. (D)