Después de Juan Pablo II y Francisco, con sus respectivas visitas papales en 1985 y 2015, Juan Manuel Basurko Ulacia debe ser el sacerdote católico que más alborozo y felicidad ha provocado en Ecuador. El cura vasco lo logró en 1971 por una vía poco convencional: vestido de corto, desde una cancha de fútbol, y como autor en La Plata de un gol de eterna recordación.

Apenas jugó ocho partidos oficiales con Barcelona Sporting Club, cuatro de ellos como titular. Un trimestre como atacante canario. Dos goles anotados. Con estos números, cualquier otro futbolista -de antaño, del presente y del futuro- estaría condenado al olvido perpetuo. Pero no Basurko, a quien le bastó un breve lapso para conseguir lo que otros en largas carreras deportivas no pudieron: transformarse en una leyenda.

Y pensar que el destino pudo torcerse. Que su segundo gol, ese portento que le marcó a Estudiantes de La Plata el 29 de abril de 1971, pudo no haber existido.

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Transcurrido más de medio siglo de esa proeza, Adur Basurko Pérez de Arenaza (39 años) acepta elaborar para Diario EL UNIVERSO un retrato de su célebre padre como hombre de familia. Pero también revela, en el orden futbolístico, que Basurko meditó darle las gracias a la dirigencia canaria y regresar a San Camilo -parroquia del cantón Quevedo, donde era sacerdote-, inconforme con el poco espacio que tenía en ese irrepetible Dream Team que dirigía Otto Vieira. Incrédulo, el técnico brasileño se quejaba porque, en lugar de atender su pedido de un refuerzo para la Copa Libertadores, le llevaron a un cura.

Pese a sus titubeos pasajeros, el clérigo vasco, de entonces 27 años, no se rindió y protagonizó una aventura inverosímil, digna del universo macondiano de Gabriel García Márquez. Aquello no lo duda ni su hijo Adur, quien reconoce que la de su padre es “una historia curiosa, parece más fantasía que realidad”. Es que no es cosa menor ser el único sacerdote que ha jugado en la Libertadores.

Juan Manuel Basurko, abajo, cuarto de izquierda a derecha, con el equipo de de fútbol la parroquia San Camilo, donde fue sacerdote entre 1969 y 1972. Foto: Cortesía Adur Basurko

Hombre de irrenunciable perfil bajo -según lo certifica Adur-, hoy Basurko consideraría estos elogios una exageración. No habría cambiado de opinión ni ante la insistencia de que sus ‘botines benditos’ fueron un instrumento para obrar un milagro en favor del Barcelona SC en la memorable jornada en La Plata. Tampoco admitiría que su gol a Estudiantes castigó la soberbia -uno de los siete pecados capitales- de quienes en Argentina calificaron al canario como “equipo de tercera” antes de jugarse el partido, cuyo resultado la prensa albiceleste bautizó como hazaña.

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Adur Basurko relata a EL UNIVERSO que su padre “se tomó como una cosa normal” el éxito frente al entonces tricampeón continental, que desató eufóricos festejos en las calles. Un “delirio colectivo en Ecuador”, como publicó este Diario, remarcando que “Guayaquil vivió momentos de sublime e indescriptible emoción y alegría”. El vasco, sin embargo, asumía su etapa de centrodelantero amarillo “como un extra que la vida le dio”. Nada más lejos. Con ese gol casi divino el cura causó un cataclismo. Basurko generó un terremoto de alegría cuyas réplicas se sienten todavía, sobre todo cuando se conmemora el aniversario de aquel mítico partido.

Paradójicamente, quien menos se conmovía con la remembranza de su gol a Estudiantes era Juan Manuel Basurko. Adur (quien aclara que la grafía correcta del apellido es Basurko, no Bazurko) lo confirmó en su charla telemática con EL UNIVERSO desde San Sebastián. El testimonio del segundo hijo del antiguo sacerdote de San Camilo descubre el lado humano de la leyenda. Del exfutbolista de Liga de Portoviejo y de Barcelona SC, del profesor de filosofía en el Instituto de Educación Secundaria Xabier Zubiri Manteo. Del ídolo, de un inmortal del balompié ecuatoriano.

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La versión que Adur Basurko da sobre la forma de ser su famoso padre, y de la manera en que este encaraba la vida, es clave para entender el recato del exdelantero cuando hablaba, entre familiares y amigos, de su papel en la hazaña de La Plata, en semifinales de la Copa de 1971, pese a tener él un rol estelar: “Era sencillo y humilde, pero con una gran confianza en sí mismo, y lo transmitía. Sin embargo, no era nada fanfarrón. No le gustaba alardear. Muchas veces había que tirarle de la lengua para saber algo más de ese gol. Viéndolo a él aquí, en casa, nadie habría imaginado que mi padre era considerado una figura en Ecuador y que allá era alguien tan reconocido”.

¿Tenía idea el cura Basurko de lo que originó? Fue autor de un gol en un estadio en el que Independiente de Avellaneda, Deportivo Cali, Millonarios, Universitario, Racing, Palmeiras, Universidad Católica, River Plate y Peñarol no pudieron ganar en las tres ediciones previas de la Copa. Hasta que lo hizo Barcelona SC. No había antecedentes de triunfos ecuatorianos en Argentina y tampoco de presencias en las semifinales de la Libertadores.

Esto narra Adur: “Mi papá era consciente (de la importancia), pero se lo tomaba con cierto humor. Nos decía: ‘Cómo es la gente que, por un gol, mira la que se ha armado. Y todo por un gol que me tocó hacerlo a mí’. Él quedó como máximo exponente de una hazaña, aunque todos sabemos que hay un equipo de once, pero que a uno le toca marcar el gol. Mi padre disfrutaba de ver a la gente disfrutar. No se creía más que la opinión que él tenía de sí mismo”.

Adur Basurko analiza cómo era su padre fuera y dentro de las canchas, y lanza varias reflexiones.

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Juan Manuel Basurko colgó los hábitos, se casó, y tuvo dos hijos: Izaro (i) y Adur, quien hoy tiene 39 años. Foto: Cortesía Adur Bazurko

“A veces pienso que me gustaría saber vivir la vida como él. Todo era bastante simple para mi papá, no se hacía problema con nada. Sabía disfrutar de cualquier cosa. Eso es una ventaja porque hay gente que se preocupa demasiado y anda con arrepentimientos y con cosas así; él, no. No se creía más que nadie por haber hecho ese gol, o por haber jugado fútbol. Era muy respetuoso. A mí me impacta todo lo que aún me cuentan de él”.

Y remata con emoción: “Para la familia, la condición de eterno que tiene mi padre en Ecuador es razón de orgullo y alegría. Pero yo siento más orgullo por saber cómo llevó él aquello de ser una personalidad en Ecuador”.

Emelec, la clave

Volvamos ahora al asunto del gol que casi no se concreta en La Plata porque Basurko tuvo la idea fugaz de irse Barcelona SC. Fue un Clásico del Astillero lo que le devolvió el aplomo al atacante. Tras el duelo con Emelec se esfumó el recelo de Otto Viera, que resolvió darle al sacerdote la titularidad absoluta. Se acabó así la suplencia de Basurko, que antes había ingresado al cambio por Jorge Bolaños, Juan Madruñero, Juan Noriega y Miguel Ángel Coronel en cuatro de los seis juegos de la fase de grupos en los que fue alineado.

El párroco de San Camilo era sensación lejos del púlpito: ¡un sacerdote que jugaba fútbol en primera división! Insólito. Debutó en Liga de Portoviejo en el campeonato nacional de 1970. El 22 de noviembre de ese año el atacante estuvo iluminado ante Emelec. En el estadio Modelo los portovejenses derrotaron 2-0 a los eléctricos con un doblete del cura. ‘Botines benditos de Basurko dieron el triunfo a Liga’, tituló este Diario. Menos de dos meses después, Aquiles Álvarez Lértora y Galo Roggiero Rolando, presidentes de Barcelona SC y de la Comisión de Fútbol del club, respectivamente, empezaron a rezar para que el padrecito respondiera con un sí a la oferta de enrolarse como refuerzo amarillo para la Libertadores de 1971. Aceptó.

Adur reconstruye, al evocar charlas con su padre, lo que ocurrió en los meses iniciales de la estancia de Basurko en el equipo del Astillero. “Él me contaba que cuando fue al Barcelona SC en cierto instante tuvo dudas porque no participaba mucho. Incluso, le planteó al entrenador (Vieira) que tenía otras cosas que hacer (atender sus obligaciones religiosas) si no era tomado en cuenta. ‘Si puedo ayudar, bien; si no, me vuelvo a San Camilo’, le dijo. En algún partido le dieron la oportunidad”.

Emelec volvió a ser providencial para Basurko. Barcelona SC y los azules culminaron como líderes del Grupo 5, con seis puntos cada uno y ambos con más dos de gol diferencia. No se aplicó el criterio de mayor cantidad de tantos anotados (ocho los toreros y seis los millonarios) para determinar al clasificado a semifinales y hubo un partido copero de desempate el 31 de marzo de 1971.

Basurko comenzó en la banca de suplentes, pero entró a los 46 minutos y no tuvo misericordia: a los 49 hizo el segundo gol barcelonista. Emelec fue vencido 3-0. El cura fue titular en los siguientes cuatro choques internacionales.

Adur Basurko termina de darle forma al escenario: “Mi padre hablaba de ese juego con Emelec, decía que fue en ese Clásico cuando se ganó la confianza del técnico Vieira. Creo que ese partido le dio más protagonismo en Barcelona SC. Luego, con su gol, le quitaron el invicto a Estudiantes en La Plata. ¡Parece más fantasía que realidad! Son de esas cosas bonitas del fútbol. Parece más una historia de literatura que pudo ser para una obra García Márquez o de Eduardo Galeano. Lo que hizo mi papá, con pocos partidos jugados, no era normal en esa época y en la actualidad, menos”.

Adur cuenta lo mucho que perseveraron él y su hermano Izaro para que Juan Manuel Basurko, económico y medido para hablar de su gol en La Plata, les diera más datos. Sobre las intimidades de la tensa disputa en esa ciudad argentina, saca a la luz más novedades: “Nos contaba que los recibieron en Argentina como si Barcelona SC fuera un equipo de tercera. Que al entrar a la cancha los aficionados de Estudiantes les echaban monedas como para despreciarlos, como si fueran muertos de hambre, no sé (…) Él sentía que no les podía afectar que en la cancha de Estudiantes estuvieran no sé cuántos miles de espectadores. Era un convencido de que, para jugar al fútbol y para otras cosas en la vida, había que ir con la cabeza bien alta, siendo humilde, pero confiando en uno mismo. Esa era una característica suya: no dejarse pisotear. Nos contaba que los argentinos tenían defensores muy duros, pero no iba a dejarse amedrentar por nadie”.

El cura también pegaba

Gracias a Adur conocemos que en La Plata, Basurko siguió todos los mandamientos futboleros por los que se regía. Por ejemplo, no había posibilidad de amor al prójimo si el adversario era rudo. “Nos repetía constantemente: ‘en el fútbol siempre hay que ir fuerte, no con malicia, pero entrar fuerte al balón. Si me da el rival, yo también doy. Hay que darle pelea’. Recordaba que los defensas de Estudiantes eran corpulentos, grandes y fuertes, e iban al choque. Él tenía claro que iría fuerte contra ellos”.

Y hay más en la particular Biblia del fútbol de Juan Manuel Basurko: “A nosotros nos enseñaba que en el área vale meter el gol con cualquier parte del cuerpo. Con la cabeza, la rodilla, el pecho, la nalga o la nariz. Mi padre recomendaba ser prácticos”. Y demostró que era un firme creyente de aquello: el cura no desperdició la opción cuando esta se le presentó, luego de una tejida de dos genios: Jorge Bolaños y Alberto Spencer.

“Mi papá tuvo una ocasión en La Plata, la aprovechó, marcó, y a seguir jugando. En ese momento para él era otro partido más. Metió un gol inesperado, pero había mucho tiempo por jugar. Era el minuto 62. Tal vez cuando anotó no supuso que Barcelona iba a ganar. Nos dijo una vez lo que hizo apenas batió al portero Gabriel Bambi Flores: ‘Yo levanté las manos. Gol. Y a celebrar’. Con orgullo sí nos confesó que Flores le salió y que lo tentaba para que le tirara la pelota a un lado. Pero él no picó el anzuelo y engañó al arquero. De ahí, hasta el final del partido, a defender y a defender. Mi papá no esperaba que se produjera la locura que causó su gol en Ecuador”, asegura.

Juan Manuel Bazurko y el gol histórico e inolvidable ante Estudiantes de La Plata en Argentina.

La anotación de Basurko endiabló a Estudiantes. Soportó Barcelona SC una embestida furiosa, pero el milagro se produjo. No obstante, fueron 28 minutos dramáticos. El cura-futbolista se animó a relatarle a sus hijos más de esa dura prueba. “Nos dijo que Barcelona se replegó y aguantó el asedio de Estudiantes. Los argentinos los atacaban por todos lados, mientras que el portero (el uruguayo Jorge Phoyú) sacaba todo lo que podía, y el resto del equipo trabajaba en su área. Al final, todo salió bien. Supo que en Guayaquil se habían vuelto locos. Que vivieron esa gesta como si hubieran ganado la Copa Libertadores”.

Última vez como torero

Luego de la épica faena en La Plata, Basurko vistió por última vez el uniforme amarillo el 5 de mayo de 1971. Fue en Santiago de Chile, en la caída 3-1 frente a Unión Española. Volvió a San Camilo para hacerse cargo de su feligresía. ¿Hubo opciones de prolongar su trayectoria en Barcelona, más allá de la Copa? Sí. La directiva intentó contratarlo para el torneo nacional que estaba por arrancar.

Pako Zubelzu, que en 1969 arribó a Ecuador con Bazurko como compañero de sacerdocio, y con quien trabó una gran amistad, le conversó a los dos hijos del exatacante que el cura optó por darle prioridad a la tarea fundamental que lo trajo al país. Dice Adur: “El presidente de Barcelona fue a San Camilo. Ellos intentaron convencerlo para que fuera a Guayaquil y se dedicara al fútbol. Su amigo (Zubelzu) me contó que mi padre no quería aquello, que él vivía bien donde estaba, que debía atender sus obligaciones. No se veía para seguir en el fútbol profesionalmente, ni yendo a vivir a Guayaquil para entrenar y jugar”.

Sí aceptó, en cambio, la propuesta de unirse por una segunda temporada a Liga de Portoviejo, cuya dirigencia le confirmó que respetaría las dos condiciones que puso el padre Basurko en 1970: incorporarse al plantel universitario a partir de los jueves y tener facilidades para volver a tiempo a San Camilo para dar misa. Los manabitas habían resuelto el tema del viaje interprovincial con el alquiler de una avioneta para su traslado en vez de movilizarse en taxi. La de 1971 fue la campaña del adiós del sacerdote vasco como futbolista en Ecuador.

Juan Manuel Basurko (i) con su hijo Adur, quien conversó con EL UNIVERSO. La foto es del 2012, en San Sebastián. Foto: Cortesía Adur Bazurko

Desapareció de las páginas de las secciones deportivas de los periódicos porque estaba dedicado por completo a su vocación. Y si en el país Juan Manuel Basurko colgó sus botines benditos, cuando se marchó a España se despojó de la túnica sacerdotal para siempre.

Adur Basurko aclara este capítulo poco conocido de la biografía del paladín de La Plata: “Mi padre volvió acá y le empezaron a surgir dudas sobre la Iglesia católica. Aquí se desvinculó de lo que era el mundo eclesiástico. Regresó a Ecuador en 1974 o 1975, por una etapa más corta, para hacer trámites en alguna universidad que le convalidó estudios que había realizado. Después retornó acá y se dedicó a la docencia. Algo de fútbol jugó en su pueblo, en Motrico. La segunda vez que estuvo en Ecuador conoció a mi madre (Rosa Pérez de Arenaza), que estuvo allá como misionera; ella es de acá. Se casó, nacimos sus hijos, y tuvo una vida muy distinta”.

Colgó los hábitos

Basurko murió sin darles a sus vástagos más pormenores de su decisión de despojarse de los hábitos, pero sí pistas suficientes, las básicas. Así lo estima Adur: “No hablaba mucho de eso y no se lo llegamos a preguntar en detalle. Sin embargo, solía comentar que no estaba de acuerdo con la Iglesia católica y sus manejos como institución. Más que como institución social y de ayuda al prójimo, un aspecto en el que estaba muy metido y muy de acuerdo, no le gustaba el tema de los cargos, cómo funcionaba, las cuestiones políticas. En algún momento dijo: ‘Lo que yo tenía que hacer, ya lo he hecho’. Y lo dejó de esa manera. Lo hizo sin ningún remordimiento. Era bastante directo”.

Bazurko oficia misa. Es el único sacerdote católico que jugó en la Copa Libertadores. Foto: Cortesía Adur Basurko

Y como la vida da vueltas, el hombre que liquidó a Estudiantes eligió un rumbo que lo puso frente a otro tipo de estudiantes: alumnos de colegio. A ellos les fue mejor con Basurko que a los pincharratas. Se sentía tan cómodo en las aulas como en las canchas. “Mi padre daba clases de filosofía en el Instituto Xabier Zubiri Manteo. Estaba muy contento con su trabajo. Sus antiguos alumnos tienen buenas palabras para él”.

Instalado en San Sebastián, Basurko ya no se movió de esa ciudad. Hizo rápidas visitas a Ecuador en 1991 y, la última, en 1996. Poco y nada se conocía de él. Una entrevista con este Diario, en el 2011, desempolvó recuerdos que confirmaron que ni la distancia geográfica, ni el tiempo transcurrido desde la hazaña de La Plata, habían alterado la vigencia de Basurko en el país.

Orgullo de ser barcelonista

Jamás se lo olvidó. Él tampoco dejó de recordar su gol, su vida en Ecuador, sus amigos y su pasado barcelonista. Adur lo confirma: “Mi papá solía poner en casa el pequeño disco de vinilo, que aún conservamos, con dos canciones que le hicieron a Barcelona por la hazaña de La Plata. Ambas están en YouTube. Y a Barcelona lo solía seguir, no por internet, como hoy en día, pero cuando el club andaba bien en la Copa Libertadores él trataba de enterarse. Tenía orgullo de ser barcelonista”.

Los camaradas canarios también estaban fijados en la memoria y en el corazón de Basurko. Adur lo verifica a EL UNIVERSO: “Tuvo muy buenas amistades. Recuerdo que conversaba de Vicente Lecaro, Luciano Macías, del Pibe Bolaños, Phoyú y Spencer, un histórico de Ecuador. Son los nombres que vienen ahora a mi mente. Mi padre disfrutó mucho, lo sé por la manera en que hablaba de esa época. Me acuerdo especialmente de las referencias sobre Bolaños. Según mi papá, el Pibe era muy técnico y hábil, pero Vieira se enfadaba un poco con él porque regateaba a un rival y esperaba a que este volviera para regatear otra vez y hacerle un túnel. El público se enardecía, pero el entrenador no estaba muy contento”.

Juan Manuel Basurko murió el 20 de marzo de 2014, como él anticipó que quería que aconteciera cuando llegara la hora. “Si me tengo que morir, que sea de un ataque al corazón para no tener que molestar a nadie”, les repetía el titán mayor de la hazaña de La Plata a su esposa e hijos. Tenía 70 años.

Aquiles Álvarez Lertora (i), expresidente canario, le entrega una placa a Basurko en 1996, en la última visita del vasco a Ecuador. Foto: Cortesía Adur Bazurko

“Se fue estando bien de salud, fuerte. Nadie se lo esperaba. Tuvo un paro cardíaco. Era una persona muy inteligente y a cualquier cosa le podía sacar algo provechoso. No necesitaba de grandes cosas para disfrutar la vida. Le gustaba trabajar en una huerta que tenía, plantar sus tomates, sembrar flores. Él tuvo una vida satisfactoria”, dice Adur, quien se refiere a su padre como “una persona fue todo un ejemplo para mí. Y también para mucha gente que lo conoció; lo admiraban por su manera de vivir la vida y de enfrentarla”.

La repentina desaparición física del cura Basurko -así se lo llama todavía- entristeció a los que son y no son barcelonistas. El afecto viajó de la Mitad del Mundo hasta el País Vasco. Adur lo sintió así: “Cuando murió mi padre, en algún partido de Barcelona SC hubo un minuto de silencio. Nos llegaron estas noticias desde Ecuador. En esos momentos difíciles, tan complicados, nos ilusionó que se acordaran de él con cariño. Nosotros, que estábamos destrozados, recibimos muy bien esos gestos”.

Adur Basurko lamenta la ida prematura del símbolo barcelonista: “Me da mucha pena que sus nietas no podrán conocerlo. Pero lo conocerán por los periódicos, por los recortes, por todo lo que se ha hablado de él y de lo que podamos contarles”.

No hay ecuatoriano, de cualquier generación, que no sepa quién fue y qué hizo Juan Manuel Basurko. Alguno le ayudará a Adur e Izaro, de necesitarlo, a relatarles a las nietas del hombre del gol a Estudiantes la vida y milagros de su abuelo. No se requieren coyunturas periodísticas, ni conmemoración de aniversarios para escribir sobre el sacerdote-futbolista. La hazaña de La Plata provocó en Ecuador una explosión de alegría y la tremenda onda expansiva no cesará por los siglos de los siglos (amén). (D)