Cargado de emotividad por los permanentes recuerdos al que fuera su jugador, el portugués Diogo Jota, fallecido en julio pasado en un accidente automovilístico, exigido por su condición de campeón y robustecido con los refuerzos incorporados para su plantel, el Liverpool inició la defensa de su corona con una victoria agónica, a dos minutos del final, firmada por el italiano Federico Chiesa, un jugador aparentemente irrelevante en la plantilla de Arne Slot que ejerció de salvador en el momento menos esperado.

El transalpino, sin apenas protagonismo el pasado curso, en el que el Liverpool fue campeón, y candidato a dejar el club red ante la llegada de más refuerzos, solo necesitó seis minutos sobre el césped para devolver la ventaja a su equipo, responder a la insurrección provocada por el ghanés Antoine Semenyo, que dio el empate provisional a los visitantes, y dejar los tres puntos en Anfield.

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Chiesa apareció en una acción rápida, revuelta, cuando atinó a llevar a la red un balón rechazado que envió de primeras al palo y frustró una gran parada anterior del metra Petrovic.

Puso las cosas en su sitio Chiesa que se reivindicó el día en el que hasta ese momento había sobresalido Hugo Ekitike, uno de los refuerzos en ataque del Liverpool, autor del primer gol y de la asistencia del segundo, anotada por el neerlandés Cody Gakpo. En el añadido, acudió a la cita con el gol Mohamed Salah, en un contraataque, desaparecido hasta entonces.

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Ha ejercido una demostración de fuerza el Liverpool. Igual que todo el fútbol de la Premier. Pero su fortalecimiento es una declaración de intenciones. Campeón con solvencia, no ha aflojado en sus gestiones para ampliar la profundidad de su grupo, asentar el dominio instaurado el pasado año y acometer objetivo mayores, como la Liga de Campeones.

Con un gasto cercano a los 3.000 euros, invertidos en jugadores, aún no da por cerrada el plantel el conjunto de Slot que tiene entre ceja y ceja al sueco del Newcastle Alexander Isak. (D)