A los 28 años, Michael Suárez vive uno de los desafíos más grandes de su joven carrera: abrirse paso como entrenador de fútbol en España, una de las cunas históricas del balompié mundial. Lejos de los reflectores de la élite y los contratos millonarios, su realidad se escribe en canchas modestas, con jugadores que combinan la pasión con otros trabajos, y una estructura donde cada paso adelante cuesta tiempo, esfuerzo y, muchas veces, sacrificio personal.

Oriundo de Guayaquil, Suárez dirige actualmente a la Unión Deportiva San Sebastián de los Reyes, un equipo de la cuarta división española. Su historia, sin embargo, no empezó en los banquillos. Antes de tener un lugar en el vestuario como técnico, trabajó como conductor de Uber, mozo de restaurante y ayudante en mudanzas. Todo para sostenerse económicamente mientras se preparaba para cumplir su verdadero sueño: convertirse en técnico profesional.

Suárez forma parte de una generación de entrenadores que no necesariamente pasaron por una carrera destacada como futbolistas. Consciente de esa diferencia, ha decidido apostar todo por la preparación académica y la experiencia de campo. Su camino comenzó con una oportunidad en el Sporting de Hortaleza, equipo que confió en su trabajo cuando apenas se abría paso en territorio español.

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Ahora, desde su posición al frente del Sanse, Michael no solo busca resultados en la tabla. También intenta consolidar un proyecto, dejar una huella y, por qué no, escalar peldaños que lo acerquen a un día dirigir en categorías superiores. Su historia es un recordatorio de que el fútbol, más allá del espectáculo, también se construye con resiliencia, convicción y trabajo silencioso.

Los inicios: del Sporting de Hortaleza a la pizarra

Michael llegó a Madrid luego de un breve paso por Italia, donde intentó consolidar una carrera como futbolista que finalmente no se dio. Como su madre vivía en España, decidió migrar a dicho país, donde comenzaría este sueño. Su primera experiencia como entrenador fue en el Sporting de Hortaleza, un modesto club madrileño que le permitió integrarse en categorías inferiores.

“No fue fácil. Al principio ayudaba con entrenamientos de las divisiones menores. Estaba más para aprender que para dirigir, pero valoré cada momento porque sabía que era mi puerta de entrada”, recuerda Suárez. Poco a poco, fue ganándose el respeto del cuerpo técnico y de los jugadores, hasta que se le dio la oportunidad de liderar un equipo juvenil.

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El trabajo silencioso y el compromiso marcaron su paso por Hortaleza, y en 2024 recibió la llamada de la Unión Deportiva San Sebastián de los Reyes. “Fue un salto enorme. De repente me vi dirigiendo a un equipo senior en una división exigente. Fue un premio, pero también una gran responsabilidad”, dice.

Una vocación construida con sacrificios

Antes de dedicarse completamente a la dirección técnica, Suárez vivió una etapa complicada en lo económico. Recién llegado a España, no podía vivir solo del fútbol. Necesitaba trabajar para poder pagar la renta, el transporte y la comida.

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“Mientras estudiaba la carrera de entrenador, que duró 3 años, yo hacía carreras en Uber, cargaba muebles o servía mesas en un restaurante”, cuenta. “A veces dormía cuatro o cinco horas, pero era eso o rendirme, y no estaba dispuesto a dejar el sueño de lado”.

Su realidad era la de muchos inmigrantes que llegan a Europa buscando oportunidades. Sin embargo, para él, todo trabajo tenía sentido si lo acercaba, aunque fuera un poco, al fútbol. Con el tiempo, los pequeños pagos que recibía por dirigir empezaron a sostenerlo, y hoy, aunque sus ingresos aún no son holgados, puede dedicarse exclusivamente a su labor como DT.

El futuro: escalar sin perder el rumbo

A pesar de las dificultades, Michael no pierde de vista sus metas. Su ambición es clara: crecer como entrenador, formarse constantemente y llegar, algún día, a una categoría profesional. “No vine a Europa solo para sobrevivir. Vine para competir y demostrar que tengo algo que aportar desde el banquillo”, afirma con seguridad.

Para lograrlo, ha invertido en cursos, análisis de video y networking. “Estoy en constante formación. Cada partido, cada entrenamiento, es una oportunidad para aprender. Y no tengo prisa, porque creo en los procesos”, sostiene.

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Suárez sabe que el camino es largo y que el fútbol, como la vida, no siempre es justo. Aun así, su determinación es inquebrantable. “Me encantaría dejar el nombre de Ecuador en lo más alto y de ser posible, en algún momento, dirigir algún equipo de primera división. Sueño también con la Selección de Ecuador, es algo que todos anhelan”. (D)