“Bomba”, “Bombazo”, “Sorpresón”, “Batacazo”, “Humillación”, “Campanazo…”. Los titulares de los medios compiten para dimensionar la derrota del Flamengo ante el Al Hilal, de Arabia Saudita, en el Mundial de Clubes. Lo que no reflejan los encabezamientos es que, en el campo, no hubo ilógica, Al Hilal fue claramente superior, ganó bien y pudo aumentar ese exiguo 3-2 final. Aclarémoslo de entrada; Flamengo jugó el segundo tiempo con diez hombres por expulsión de Gerson, aunque ese no es el quid de la cuestión: ya perdía 2-1.

También es preciso ubicar al lector: Al Hilal, el club más popular de la liga saudita, tiene 9 jugadores en la selección nacional que venció a Argentina en el Mundial de Qatar, entre ellos Salem Al-Dawsari, el 10 que le metió el golazo del triunfo al equipo de Scaloni y que ante Flamengo hizo los dos primeros, ambos de penal. Digamos, de paso, que la liga de Arabia Saudita está considerada por muchos entrenadores como la más fuerte del Asia. El Gobierno busca potenciarla y no quiere que los futbolistas se vayan del país. Para ello pagan altísimos contratos, como se ha visto con Cristiano Ronaldo en el Al Nassr. El técnico del Al Hilal es Ramón Díaz y tiene algunos extranjeros de mérito como Luciano Vietto, quien apareció en Racing como una posible estrella y luego se fue quedando, aunque posee alta técnica. A él le cometieron los dos penales y por último marcó un golazo para el 3-2.

De modo que Al Hilal no es pan comido. Era rival de cuidado. Y si este cronista fuera Ancelotti activaría todas las alarmas para la final de mañana. El Al Hilal juega mucho, está anímicamente muy estimulado y, conociendo a Ramón Díaz, debe estar desde hace tres días martillándoles la cabeza a sus jugadores al estilo pájaro carpintero: “Al Madrid le ganamos, eh… Al Madrid le ganamos”.

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Pero esos son cinco centavos aparte. Motiva la columna un dato que nos dejó alelados: de los últimos 15 Mundiales de Clubes, Europa ganó 14 y Sudamérica uno. Una goleada fea. Y ya no ganaremos este. El único que sacó la cara por el continente fue Corinthians en 2012, que aprovechó a un Chelsea menos que discreto y lo venció 1-0 con gol del peruano Paolo Guerrero. Pero pasaron diez ediciones ya. Ahora había fundadas ilusiones porque iba Flamengo, el cuadro top del país top en materia de clubes. Nunca nadie había ganado la Libertadores como el rubronegro el año pasado: 13 partidos, 12 victorias y un empate, 33 goles a favor y 8 en contra; un ciclón. Era la ocasión. Pero recibió un cachetazo y rodó por la pendiente árabe. La derrota del FLA cayó como un iceberg en el fútbol brasileño, completamente inesperada. Y a las críticas por la eliminación se sumó el hecho de que, luego de ganar la Copa de Brasil y la Libertadores a finales del año pasado, la dirigencia decidió despedir al técnico campeón Dorival Júnior y poner en su lugar al luso Vítor Pereira. Nadie lo entendió.

Está claro que la distancia futbolística entre europeos y sudamericanos A NIVEL DE CLUBES es un correlato del océano que nos separa, inmensa. En clubes manda el factor financiero, hace tiempo quedamos reducidos apenas al papel de factorías futbolísticas para consumo externo. Resuenan las palabras de Galeano en Las venas abiertas de América Latina: “América se empobrecía produciendo el café, Europa se enriquecía bebiéndolo”. Pero hete aquí que ya no nos ganan los europeos porque ni siquiera llegamos a jugar con ellos, perdemos antes.

Nos ponemos a hacer memoria y vemos que ya hubo media docena de estos flamengazos. En 2010 se dio quizás el más insólito de todos: Inter de Porto Alegre, con D’Alessandro, Tinga, Rafael Sobis, Oscar, Indio, cayó frente al ignoto Mazembe FC, de la República Democrática del Congo, por 2 a 0. No podía tocarle un rival más modesto. De haber llegado a la final hubiese chocado con su homónimo, el Inter de Milán.

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En 2013 fue Atlético Mineiro -con Ronaldinho- quien se llevó el chubasco: cayó 3-1 ante el Raja Casablanca, de Marruecos, y no llegó a enfrentar al Bayern Munich. Justamente Ronaldinho marcó el único gol del Atlético.

Nacional de Medellín, en 2016, fue la siguiente víctima, a manos del Kashima Antlers, de Japón. Se puede perder con un club japonés (también con una selección) dada la evolución del fútbol nipón, pero fue 3 a 0, un resultado impiadoso además de inesperado para el conjunto de Reinaldo Rueda.

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Nueve días después de derrotar a Boca 3 a 1 en Madrid por la final de la Libertadores 2018, borracho de emoción, quizás relajado, el River de Marcelo Gallardo debutó en el Mundial de Clubes en Emiratos Árabes Unidos siendo eliminado por el local, el diminuto Al Aín. Empataron a 2 y por penales pasó el Al Aín a la final con el Real Madrid.

Con el portugués Abel Ferreira al comando, el rocoso Palmeiras campeón 2020, que había marcado 33 goles y recibido solo 6 en la Libertadores, fue al Mundial de Clubes en Qatar y cayó 1 a 0 con Tigres de Monterrey, campeón de la Concacaf. A todos ellos se suma ahora este sopapo recibido por Flamengo.

El último triunfo sudamericano con mención de honor es el de Boca en el año 2000, cuando tumbó al Real Madrid 2 a 1 con dos tantos de Martín Palermo. Roberto Carlos había fijado el empate parcial. Era el sólido Boca de Carlos Bianchi con Riquelme como orquestador y el trío de colombianos Córdoba, Serna y Bermúdez.

Dos perlas quedan reflejadas en el recuento: 1) los brasileños han impuesto un dominio casi tiránico a nivel Conmebol, pero fracasan frente a los de otros continentes; 2) ya no se está perdiendo ante los europeos sino ante rivales de Asia, África y América del Norte. Según anticipó la FIFA, este fue el último Mundial de Clubes con siete participantes. Desde 2025 será un torneo ampliado con 32 animadores, aunque no dio mayores precisiones. Si fue el último, mejor que haya terminado.

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Reflexión en tiempo de descuento: cuando los batacazos se dan tan seguido dejan de ser batacazos. (D)