El periodista ecuatoriano Francisco Doylet Peñafiel (cuyo seudónimo era Frandofi) denominó al anotado en Barranquilla, como “un gol para la historia”. Washington Muñoz lo hizo para la Selección en las eliminatorias para el Mundial de Inglaterra 1966, en el estadio Romelio Martínez, con una temperatura de 40 grados centígrados. El 20 de julio de 1965, a las 10:00, se dio inicio al partido. A los 17 minutos Jorge Pibe Bolaños dejó en el camino a tres rivales por el costado izquierdo y luego cedió la pelota a Muñoz. Este superó a un colombiano y disparó rasante al ángulo inferior, con tanta potencia que el portero colombiano Calixto Avena no pudo llegar. Con ese gol Ecuador ganó 1-0 y consiguió así el primer triunfo de visitante de nuestra selección.

La euforia en el país, sobre todo en Guayaquil, fue espectacular. Contó Frandofi: “El autor del gol que sacudió de emoción a cuatro millones de ecuatorianos aún mostraba las huellas del estropeo que sufriera a manos de los entusiastas fanáticos que invadieron el aeropuerto Simón Bolívar. Y aun en la pista, los fanáticos traspasaron la puerta y llegaron al borde de la nave. Fue impresionante el espectáculo. Uno a uno, cual soldados, abandonando el barco. En ese postrer momento los gallardos representantes de la escuadra descendieron la escalinata, siendo de inmediato tomados en hombros y paseados por la pista. El grito unísono era: ¡Chanfle, Chanfle, Ecuador, Ecuador!”.

Washington ‘Chanfle’ Muñoz, defendiendo a la selección de Ecuador. Foto: Archivo

La noche del 20 de agosto de 1967 se enfrentó Barcelona al poderoso Benfica de Portugal. Los que publicitaban el amistoso anunciaban el duelo de dos cañoneros. Eusebio, la Pantera de Mozambique, y el Chanfle Muñoz se encargaron de hacer realidad lo promocionado. El partido terminó 3-2 a favor de los portugueses y los dos eximios francotiradores se lucieron. El ecuatoriano adelantó 2-1 al Barcelona SC con un potente disparo de gran distancia. Fue toda una obra de arte, potencia y un chanfle. José Henrique, arquero mundialista portugués, solo se dio cuenta de que era gol cuando escuchó el impacto de la pelota contra la red. Eusebio no se quiso quedar atrás. Se atrevió a disparar de larga distancia y la bola, como una estela, recorrió los 40 metros que la distanciaban del arco. No lo hizo efecto de chanfle, pero fue un tiralínea que dejó asombrado a los 30.000 espectadores. Fue una noche en que dos especialistas mostraron la peculiaridad de sus ejecuciones.

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La noche del 6 de abril de 1972 era calurosa y el estadio Modelo lucía con un marco espectacular de público. Barcelona alineó con Rubén Montoya; Walter Cárdenas, Miguel Pérez, Édison Saldivia, Víctor Peláez; José Paes, Jorge Bolaños; Wacho Muñoz, Pedro Perico León, Alberto Spencer, Celino Mora. El Independiente de Avellaneda traía a uno de los mejores arqueros argentinos del momento: el histórico Pepe Santoro, que ganó cuatro títulos de Copa Libertadores antes de emigrar a España. Entre los jugadores destacaban Eduardo Commisso, Ricardo Pavoni, José Omar Pastoriza, Francisco Sá y Miguel Raimondo. Su entrenador era el afamado Pedro Dellacha.

El juego tuvo gran promoción periodística. La comidilla diaria en las principales radios de Guayaquil fueron las desubicadas declaraciones de Dellacha, quien antes de venir, consultado por el partido dijo que ganarían fácil, que Barcelona SC tenía algunos nombres famosos, pero que ya no estaban vigentes. Esas opiniones cayeron muy mal. Aunque el técnico las desmintió al aterrizar acá, la discusión ya había tomado calentura. El peruano Perico León le contestó: “De qué hablan los argentinos, que son producto de una publicidad exagerada. Se creen los mejores del mundo, pero de lo que yo sé, nunca han ganado una Copa del Mundo”.

Washington ‘Chanfle’ Muñoz, en un entrenamiento de Barcelona Sporting Club practicando tiros libres. Foto: Archivo

La reconocida revista El Gráfico envió para hacer la cobertura a una de sus mejores plumas: Héctor Vega Onesime. Él y otros periodistas que nos visitaron fueron testigos de un partido que arrancó con dominio de Barcelona, hasta que llegó el momento culmen a los 13 minutos. En su ejemplar número 2.740 de El Gráfico, del 11 de abril de 1972, esos momentos iniciales los describió así: “Y el partido arranca para Barcelona, quiero encontrar las razones. En primer lugar, veo un número 8 que sabe, no hay dudas que ese tipo sabe. Se llama Paes, es brasileño, juega de volante. Crea, marca, baja, sube, acompaña, tira de media distancia. Habíamos pensado en Perico León, en Spencer, incluso en Mora y Bolaños, pero no, en esos primeros minutos Barcelona obedece al ritmo de Paes. La pelota es de los locales, el terreno también, aunque Independiente defiende bien y la mejor llegada es de los Rojos. Frentazo de Pastoriza y Montoya se luce con una tapada espectacular. Un solo contragolpe Rojo había podido más que diez ataques canarios, pero así era el partido. Los argentinos con un esquema defensivo, sin poder quitarles la pelota a los ecuatorianos, hasta que llegó el momento extraño: Faul de Sá a Perico León. Las tribunas estallan en sorpresivo júbilo. ¿Qué es esto, pregunto? ‘Va a patear Muñoz’, me acota alguien. Petardos, gritos, preámbulo de gol en un sublime acto de fe y es gol. Otra vez Muñoz, con un descomunal lanzamiento hace explotar el estadio”. Quienes estuvimos esa noche en el Modelo disfrutamos de uno de los momentos más intensos, desde lo emocional, vividos en escenario gracias al certero y megatónico disparo del Chanfle.

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La crónica del periodista resulta lacónica porque lo que se vivió fue otra cosa. Desde la ceremonia de preparación de del cañonero al poner la pelota en el lugar de la falta, los pasos que retrocedió, la tensa espera. La parsimonia de Muñoz mientras miraba el espacio y la ubicación de Santoro. Todo eso sucede al par del griterío que baja de las gradas, cada vez más ensordecedor. Cuando el árbitro chileno Juan Silvagno hizo sonar el pito, que nadie escuchó, Muñoz se acercaba en su carrera para impactar el balón. Cuando viajaba la pelota Santoro calculó que se iba por arriba del larguero y se animó a levantar el brazo derecho, pero la pelota, a pocos metros del pórtico, hace un chanfle y serpentea hasta que infla la red.

El carnet de registro como futbolista de Washington ‘Chanfle’ Muñoz. Foto: Archivo

El grito de gol fue interminable para los narradores, el del público duró más. Los jugadores argentinos se miran entre ellos. El gran Santoro confirmó en silencio lo que le habían comentado: que en el Barcelona un tal Chanfle Muñoz es un cañonero de raza. Dicen quienes lo conocieron que, con apenas 16 años, ya Muñoz destacaba por su habilidad, regate y su gran disparo. Jugaba en el equipo guayaquileño de LDE. Cuenta Ricardo Vasconcellos Rosado que siendo muy joven Muñoz fue a jugar a Loja y metió dos veces al arco con pelota y todo a un asustado guardavalla. “Usted tiene un revólver en el botín derecho”, le dijo a Muñoz un dirigente lojano. Así nació entre sus compañeros su primer apodo: Pata de Revólver.

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Muchos opinan que Muñoz perfeccionó su disparo, cuando en 1964 Barcelona incorporó al brasileño Nivaldo y que halló la fórmula para mezclar potencia y técnica para darle el asombroso efecto. Ahí se lo comenzó a llamar Chanfle y se convirtió en un cañonero inigualable en nuestro fútbol. Wacho Muñoz se retiró el 11 de abril de 1979 y hace pocos días cumplió 78 años. Este es un pequeño homenaje para él. (O)

Washington ‘Chanfle’ Muñoz, en la actualidad. Foto: Archivo