Ya está: los cuatro mejores equipos de la Champions son semifinalistas. Arsenal-Paris Saint Germain, Barcelona-Inter. Unas semis fascinantes que prometen lo máximo que este deporte pueda ofrecer hoy a nivel de clubes. Los cuatro están en condiciones de alzar la Orejona. Fines de mes y principios de mayo quedarán definidos los dos que lucharán por el título, pero antes tendremos cuatro juegos imperdibles. Una Champions que será inolvidable, por los partidos que ha mostrado y por la tormenta de goles. Se llevan marcados 596 en 184 partidos, a 3,24 por juego, una cifra descomunal para la velocidad y la presión con que se juega, la escasez de espacios y los sistemas defensivos actuales. Incluso para la abundante información que se tiene de cada rival. ¿La razón…? Todos van hacia adelante, todos buscan ganarse. La ambición provoca los goles. Aquello de ganar 1 a 0 en casa y meter el autobús de visita fue hace décadas.

¿Quién sale campeón…? Las casas de apuestas europeas dan igualados como favoritos al Barcelona y al PSG pagando 3 euros por cada uno disputado; en tercer lugar, el Arsenal con 3,75 y por último el Inter con 5,5. No obstante este escalonamiento, es difícil darle a cualquiera de los cuatro un porcentaje mayor al 25 %. Están casi en una misma línea. Barça y PSG reflejan gran facilidad de gol; Arsenal e Inter, mayor solidez defensiva.

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Lo del Inter en su última línea es impresionante: solo 5 goles en contra en los doce partidos de Copa de Europa, ni medio gol de promedio recibe por juego. Empezamos por el Nerazzurro dado que es mencionado último, sin embargo, para este cronista tiene la misma chance que los otros. Líder solitario en la Serie A, también semifinalista en Coppa Italia, es ante todo un EQUIPO. Así funciona. El conjunto por encima de las individualidades. Siempre hay figuras salientes, desde luego. Quedará en el recuerdo como el Inter de Lautaro Martínez, su estrella, y el de Simone Inzaghi, arquitecto de esta formación con la que ya suma seis títulos en cuatro temporadas. Pero lo grupal se impone. Y puede hilvanar el triplete. El técnico saca, pone, cambia, nunca se le arma lío, reflejo de que maneja bien el grupo y tiene autoridad. La superposición de encuentros clave por las tres competiciones podría llegar a complicar al cuadro milanés más que sus mismos contrincantes. “Nadie es más que este Inter”, dice casi con rabia Lautaro, ya con 151 goles en el club. Y agregó: “Tenemos unos h… tremendos”. Enfático.

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El Barcelona, por nombre y por historia (cinco coronas de Europa) lidera preferencias. Y es una máquina de gol. Anotó 154 en lo que va del curso 2024-2025. Y cuando un equipo tiene tanto gol es candidato a todo. No obstante, decepcionó en sus últimos dos choques, ante el Leganés (1-0 jugando feo y con gol en contra) y ante el Borussia Dortmund, con el que cayó 3-1, tanto marcado también por autogol de un rival. Puede que los 54 partidos ya disputados le estén pasando factura. Además, hay algunos jugadores que no están en un buen momento. Ronald Araujo y Gavi, que pareció serían estelares, se han frenado en su proyección. Raphinha volvió chamuscado de aquel clásico con Argentina. Los que siguen a todo tren son Lamine Yamal y Lewandowski. Si el club catalán conquistara el trofeo ambos, serían los candidatos al Balón de Oro 2025.

Arsenal se medirá con el PSG, mientras que Barcelona enfrentará al Inter.

Francia es la creadora de la Copa de Europa, pero es de los países menos ganadores: una solita (del Olympique de Marsella), igual que Rumania (Steaua Bucarest), Serbia (Estrella Roja) y Escocia (Celtic). No obstante, el Paris Saint Germain tiene ilusionado a todo el país futbolero por su estilo colectivo, de calidad y de ataque. Obra de Luis Enrique, sin duda. El PSG aventaja a los demás adversarios en un punto: no tiene otras preocupaciones, ya ganó la liga con mucha anticipación, solo le queda, el 24 de mayo, la final de Copa ante el modesto Reims, que lucha por salvarse del descenso.

El Arsenal ha sido, sin dudas, la estrella de los cuartos. Tumbar al Real Madrid ganándole con amplitud los dos partidos no es de todos los días. Con un global de 5 a 1 que bien pudo ser de 9 a 1. En doscientos minutos de juego el cuadro blanco tuvo una sola ocasión de gol, en Londres. Lo barrió con fútbol, funcionamiento y temple. Mención a su defensa, que concedió apenas siete goles en este torneo y que supo aguantar las ansias madridistas. Párrafo para Mikel Arteta, su entrenador: se vio su mano, su trabajo. Con menos figuras rindió el triple que el Madrid, y elogio para Bukayo Saka, a quien quisieron amedrentar con golpes y bravuconadas, pero no arrugó. Fue decisivo por su punta y le anotó un golazo a ese sensacional arquero que es Courtois.

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Dicho todo ello, lo de Declan Rice en este doble choque es absolutamente consagratorio. Centrocampista total, liderazgo absoluto, con un carácter fantástico. En esta clase de instancias se ve la madera de los grandes. Dio una clase de concentración y juego a los jugadores madridistas. Cuando venía un córner en contra organizaba todo: “Vos al primer palo, vos al segundo…”. Cuando había que tener la bola y circularla, lo hacía perfecto. Cuando había que aguantar las cargas, era el primero. Cuando Thomas Partey fue amonestado por acercarse a una trifulca en la que no tenía nada que ver, lo apartó diciendo: “Sé inteligente”, que en argentino significa “no seas gil”. Partey, que no hizo nada, terminó con una amarilla igual que Rudiger, que se cansó de pegar y manotear. Y ahora no podrá jugar la ida ante el PSG. Hay que ser…

Los 103 millones de libras esterlinas que pagó el Arsenal al West Ham por Rice son un regalo. Los diarios ingleses lo pusieron todos en portada y dijeron casi a coro: “Le dio una lección a Bellingham” (compañero de puesto en la selección inglesa).

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Inversamente proporcional al ascenso de Declan Rice es el derrumbe de Kylian Mbappé. Lo venimos señalando hace tiempo. Es, tal vez, el caso de mayor involución de un futbolista en la historia del fútbol. Cuando arrancó en el Mónaco era la bomba atómica. Se ha ido desinflando. No le ha agregado un solo matiz a su repertorio, siempre igual: esperar que le tiren el balón al espacio, carrera, potencia y remate. No aprendió a cabecear ni a pasar la pelota, no aprendió a tirarse unos metros atrás para ver mejor la jugada y, lo más grave, tiene los mismos problemas de definición, siempre al cuerpo o arriba. El Madrid, que estuvo cuatro años casi rogando por su fichaje, esperaba, por una vez, que fuera su noche, que salvara la ropa individualmente. Fue una sombra. Igual que en Londres y en los partidos anteriores. Josep Pedrerol, conductor de El Chiringuito, que lo tildó cientos de veces de “mejor del mundo”, el miércoles por la noche, casi a los gritos, exclamó: “Que se vaya a Francia… Que se vaya del Madrid”. Y cuidado, porque en El Chiringuito nadie habla totalmente por sí mismo, Florentino Pérez es ventrílocuo. Jerome Rothen, exfutbolista del PSG, ahora comentarista, fue lapidario: “Mbappé ha hecho goles en el Real Madrid, pero en el juego es catastrófico”. Puede mejorar, aún tiene 26 años.

El Real Madrid perdió seis partidos de los catorce que disputó en esta edición. No jugó bien ni cinco minutos en toda la Champions. Esta eliminación le deja una enseñanza: nadie gana con la camiseta ni con la fama, hay que jugar. Lo que venimos sosteniendo hace tiempo: no se puede jugar eternamente mal y ganar. Sin juego no hay épica ni remontadas ni hazañas ni milagros. (O)