Una sombra inquietante -y cada vez más abarcativa- se cierne sobre el periodismo deportivo: las notas pagas, los periodistas en nómina, no de un medio sino de clubes, representantes, empresas. Es cada vez más común. Temas impuestos por exclusiva mediatización surgen de la nada y se expanden en las redes sociales creando tendencia, agigantando figuras, creando opinión. Y logran su objetivo, generalmente económico: colocar un jugador en otro club en una fortuna, renovar un contrato al alza, convalidar contratos de televisación, lograr millones de seguidores en Instagram o Twitter, algo que monetiza muy bien, firmar como modelo para una empresa de indumentaria u otro rubro. En los medios españoles es tan común que roza la desvergüenza. Hay medios completos en nómina de agentes externos. Se montan verdaderas campañas en favor de un jugador que vale un millón y terminan vendiéndolo en cuarenta. Por lo general, campañas fogoneadas por los empresarios de futbolistas e incluso por los dirigentes de los clubes en busca de algún interés.