Mientras trabajaba en el tema de esta columna que se relacionaba con la Carta Olímpica, la amenaza que cierne sobre el Comité Olímpico Ecuatoriano y las maniobras de un trío siniestro que fue identificado con santo y seña por el secretario general del COE, John Zambrano Haboud en entrevista publicada por EL UNIVERSO el pasado 25 de julio, una triste noticia interrumpió mi trabajo: en su país natal había fallecido un símbolo de un gran pasado del ídolo del Astillero: el jugador brasileño, nacionalizado luego ecuatoriano, José Páes.

Lo vi jugar desde su llegada, charlé con él en muchas ocasiones, lo aprecié en su grandeza en el campo de juego y fuera de él. Era un apasionado de los colores oro y grana; aprendió a amar a Barcelona, a Guayaquil y al país; se entregaba con pasión en cada minuto del partido. Era noble y respetuoso con sus adversarios: no escupió a nadie, no insultó ni desafió a los árbitros, no fingió lesiones ni se hizo expulsar para ganarse vacaciones injustificadas y tenía una calidad insuperable que solo podría compararse con la de Jorge Bolaños, Alberto Spencer, Vicente Lecaro, Luciano Macías, Toninho Vieira, Moacyr Pinto, Rubén Darío Insúa y otros colosos.

No valía, dirán los cachiporreros de la Generación Idiota. “No vale porque es de antes cuando el fútbol se jugaba en parques (así llaman al estadio Capwell y al Modelo) y los jugadores debían esquivar árboles” repetirán. Para los enemigos de la historia, es imposible comparar a Pepe Paes con “astros del fútbol moderno” como Buno Piñatares o Leonai Souza. “Le hubiera sido imposible jugar en el fútbol de hoy porque ahora se corre más” dirán en un intento por ultrajar la memoria de un crack como Francisco José Paes que parecía haber venido de otro planeta.

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Nacido en Sao Paulo en 1946, siendo un adolescente fue descubierto por Portuguesa de Deportes equipo en que era alineado como Paes. El consagrado técnico Aymoré Moreira lo hizo mediocampista entre 1963 y 1971. A Rogerio Micheletti, periodista brasileño, Paes le contó que en 1966 = uno de sus mejores años en Portuguesa-el equipo formaba así: Orlando (Félix); Zé Maria, Luisão, Marinho Peres y Geraldino; Lorico y Paes; Ratinho, Leivinha, Ivair y Rodrigues". Recordaba el excentrocampista, que su mejor momento ocurrió en 1967, cuando fue convocado para la selección brasileña que era dirigida por Aymoré Moreira, su técnico en Portuguesa, quien lo había ascendido al primer equipo siendo un jovencito. Antes, en 1965, había jugado en la selección juvenil del São Paulo junto a Edu, quien llegaría a la fama como extremo izquierdo del Santos. También en ese mismo 1965 jugó la recordada Copa Río Branco con la selección nacional de Brasil que ganó el campeonato, venciendo a Uruguay en Montevideo

Barcelona cuando decidió contar con Otto Vieira para la Copa Libertadores en 1971 el veterano y sabio adiestrador trajo a Pepe Paes, con pase temporal para el torneo. El paulista había estado en la preselección de su país para el Mundial 1970. Galo Roggiero, presidente del club, aprobó el fichaje. Se trataba de un jugador de la selección brasileña, campeón de la copa Río Branco y titular de Portuguesa de Deportes. Junto a Jorge Phoyú, Walter Cárdenas, Vicente Lecaro, Edison Saldivia, Luciano Macías, Jorge Bolaños, Miguel Coronel, Washington Muñoz, Alberto Spencer y Juan Manuel Basurko, Paes fue uno de los grandes protagonistas de la Hazaña de La Plata.

No imaginaban los millones de seguidores del equipo del Astillero que la llegada de Paes marcaría el comienzo de una dilatada y fructífera campaña en el fútbol ecuatoriano de un grande de todos los tiempos. “Después de la Libertadores, el Barcelona compró mi transferencia. Jugué allí en 1982 y terminé mi carrera en 1984 jugando para otro equipo ecuatoriano, el Nueve de Octubre”, recordó el exjugador, quien probó suerte como entrenador en Ecuador, dirigiendo al Deportivo Cuenca, y en Brasil, dirigiendo a las categorías inferiores de Portuguesa y a los equipos profesionales de Santa Fe (SP) y Olimpia (SP), según el artículo del colega Rogerio Micheletti.

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A Pepe Paes se lo recordará por su cúmulo de virtudes como jugador y por ser uno de los tres futbolistas más completos en la centenaria historia de nuestro balompié. El primero fue el porteño Raymundo Ycaza quien, en los años 20, jugó de arquero, defensa, mediocampista y delantero, según lo necesitara su equipo o la selección de Guayaquil en los encuentros contra los chilenos del Gimnástico Arturo Prat y Colo Colo, o los peruanos del Association F.C. Tardó mucho en aparecer alguien igual: el anconense Luciano Macías Argenzio, el gran capitán de Barcelona, quien fue marcador lateral, cuarto zaguero, mediocampista y puntero izquierdo. Se hizo leyenda por su liderazgo y su bravura, y llegó a la idolatría cuando en Ambato, en un partido contra Macará, debió ponerse el buzo de arquero ante una lesión de Pablo Ansaldo. Atajó por 25 minutos con valla invicta, hasta que el arquero titular, ya repuesto, regresó a la cancha. Páes fue mediocampista, pero alineó también de zaguero central y cuarto back ante largas ausencias de sus compañeros. En varias temporadas Barcelona perdió a sus delanteros y Paes fue llamado a ocupar el centro del ataque y cumplió con la excelencia que le permitían sus excepcionales condiciones.

El maestro del análisis del fútbol, Mauro Velásquez Villacís (+), en su libro El fútbol ecuatoriano y su selección nacional, juzga así la campaña de Paes al incluirlo en su galería de los más grandes jugadores de todos los tiempos: “Jugó por Barcelona todos los torneos nacionales de 1971 a 1981. Fue campeón del Ecuador en 1971, 1972 y 1981. Jugó de zaguero central o cuarto back, de volante defensivo, de medio de apoyo, de delantero centro y en todos los puestos rindió como lo que era: un crack. Estuvo presente en 341 partidos oficiales con la blusa oro y grana marcando 28 goles. Barcelona realizó con Pepe Paes el mejor negocio de su historia; resultó ser uno de los jugadores más rentables de toda su rica trayectoria”.

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Se nacionalizó ecuatoriano y vistió la divisa tricolor en doce partidos. Mauro remata su valoración de Paes que expresiones que hago mías en medio del dolor de su desaparición: “Que de él el recuerdo del jugador insuperable por alto y por bajo; frío, cerebral para planificar sobre la marcha la salida de su equipo desde las últimas posiciones. Zaguero sereno y firme que siempre eligió lo más conveniente, aún en situaciones de apremio. Señorial y pujante al mismo tiempo, Paes es un crack que no puede estar ausente en esta galería de grandes figuras”.

Es el segundo golpe al corazón mismo de Barcelona y del fútbol. No hace muchos días que despedimos a Carlos Coello Martínez, expresidente del club y de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, y hoy lo hacemos con Pepe Paes, hermoso personaje que nos deja un legado de amor a la divisa torera y largas lecciones de caballero del deporte.

¡Adiós inolvidable gigante del fútbol!