Nadie te da la llave del vestuario, te la ganas. Acaba de aprenderlo Kylian Mbappé. Con tal de que renovara con el Paris Saint Germain, el emir de Catar y jefe supremo del club franco-catarí, jeque Tamim bin Hamad Al Thani, lo convirtió en el jugador mejor pagado del mundo, lo situó en el centro del nuevo proyecto deportivo del equipo y lo facultó de todos los poderes, hasta el de ser el encargado de ejecutar los penales. Sin embargo, en fútbol y en otros ámbitos de la vida, hay un poder que se gana por liderazgo natural: el vestuario. Ese es un entramado de personalidades donde prevalecen la inteligencia, el carisma, la fuerza mental y algún don etéreo que convierte a un individuo de jefe de la manada. A veces un silencioso puede ser un macho alfa y conducir el rebaño. Lo que el grupo decide allí dentro, y luego en el campo, no lo ordena un contrato sino el batido indescifrable de las relaciones humanas. Ahí el jeque no entra.