Sí, son 70 años contados desde aquel 20 de febrero de 1952 en que mi padre me llevó por primera vez al estadio Capwell para ver a nuestro Río Guayas ante Santa Fe de Bogotá, un equipo de excelentes jugadores colombianos, reforzado por estrellas argentinas. Ya lo he contado otras veces, pero vale recalcar que esa primera experiencia, fabulosa para mí, sembró la semilla de mi pasión por la belleza del fútbol, mezcla de orden y aventura, como lo definió alguna vez César Luis Menotti. Fue una impresionante lección dictada por Eduardo Spandre, Jorge Caruso, Basilio Padrón, René Pontoni y otros astros, una especie de catecismo futbolero que inspiró mi fe en la excelencia del arte, del disfrute de la estética. Aquel 1952 pude ver en el Deportivo Cali, uno de los grandes equipos de El Dorado colombiano, a un jugador extraordinario: Alejandro Mur.