Klopp sonrió serenamente, como el padre que asiste a la graduación de su hijo y contempla el instante en que le entregan el diploma, con más satisfacción que euforia. Al cabo, él lo eligió y lo apadrinó desde el primer día. Iba el minuto 81 y Luis Díaz, el muchacho de La Guajira colombiana, acababa de marcar su primer gol en el fútbol inglés dándole toda la razón al técnico alemán: definió con enorme categoría. Se inventó el espacio yendo al vacío de derecha hacia el centro, Henderson le mandó un pase de esos puerta a puerta y Lucho puso en práctica todo lo de innato que se lleva adentro, todo eso que se aprende en el potrero, esa sustancia intransferible que hace distinto a un chico de los demás de la barriada: perfecto control de derecha hacia su izquierda para alejar la bola del marcador y toque sutil de zurda para desarmar la apurada salida del arquero. Una pinchadita. Porque los arqueros prefieren que les pateen fuerte y al bulto, no eso. Un coctel perfecto de viveza, irreverencia y clase. Golazo y telón: Liverpool 3 - Norwich 1.