A nuestro país, en la historia de los campeonatos sudamericanos (denominados Copa América desde 1975) le ha correspondido ser sede tres veces, la primera en 1947. Para ese entones, la Confederación Sudamericana de Fútbol se llenó de dudas porque detectó que la única ciudad donde se podía hacer el torneo era Guayaquil, y esta tenía deficiencia hotelera y transporte público inadecuado. La propia Federación Deportiva Nacional del Ecuador (Fedenador) consideraba que podía fracasar la organización.

El presidente del Club Sport Emelec, Enrique Baquerizo Valenzuela, ofreció en 1946 el estadio Capwell, inaugurado un año antes, y no exigió indemnización alguna. Se unieron varios guayaquileños, como el alcalde Rafael Guerrero Valenzuela, y ayudó la Empresa Eléctrica al instalar un moderno sistema de iluminación y se ampliaron los graderíos. En fin, la cruzada fue todo un éxito; no así en lo deportivo, porque nuestra Selección no ganó ningún partido, empató tres y perdió cuatro. Lo destacado fue el marco de público que asistió al certamen, cumplido entre el 30 de noviembre y el 28 de diciembre de 1947.

Argentina fue campeón con un equipo espectacular. El torneo tuvo trascendencia por el debut fantástico de Alfredo Di Stéfano. Hay libros publicados en Argentina que recuerdan ese Sudamericano por la constelación de brillantes jugadores albicelestes, como Néstor Rossi, Mario Boyé, René Pontoni, José Manuel Moreno, Félix Loustau y más. Guayaquil disfrutó días fantásticos. Fue una Copa que pasó entre las fiestas navideñas, la Nochevieja y el Año Nuevo, adornada por un fútbol virtuoso que encendió las luces y el entusiasmo del Puerto Principal.

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La segunda cita fue en 1959, durante el Sudamericano Extraordinario, llamado así porque en marzo de ese mismo año en Buenos Aires se realizó la edición ordinaria. Se hizo en nuestra ciudad para celebrar la reciente apertura del estadio Modelo Guayaquil. Lo mejor de Ecuador fue la consolidación de Alberto Spencer. Su formidable participación confirmó su traspaso al Peñarol, donde se convertiría en el máximo exponente en la historia de nuestro fútbol hasta hoy.

Carlos Coello Martínez, como presidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, en 1992 tenía en mente conseguir que el país fuera sede de una nueva Copa América (en 1947 y 1959, la entidad organizadora fue la Fedenador; la FEF tiene vida jurídica recién desde 1978). Coello consiguió que el 30 de enero de 1992 la Conmebol, presidida por Nicolás Leoz, nos otorgara la sede. El Gobierno de Sixto Durán-Ballén se unió inmediatamente al apoyo. La intervención del ministro de Información, Carlos Vera Rodríguez, fue clave para que se cumplieran las exigencias que imponía la Conmebol.

EL UNIVERSO informó en febrero de la gestión de Carlos Coello (caricatura de River). Foto: Archivo

La responsabilidad era muy grande. Aunque Guayaquil tenía ya el formidable estadio Monumental, del Barcelona SC, el resto de ciudades debían hacer una importante inversión para remodelar sus escenarios, incluyendo el legendario Olímpico Atahualpa. Se pensó inicialmente que las sedes fueran Guayaquil, Quito, Cuenca, Ambato y Portoviejo. Es aquí cuando, con la intervención oportuna de Carlos Falquez Batallas, las fuerzas vivas de Machala se unieron para demostrar que la capital bananera podía estar a la altura de las circunstancias. Pesó la experiencia en la dirigencia deportiva de Carlos Falquez –fue director nacional de Deportes en la presidencia de León Febres-Cordero– y haber sido prefecto de El Oro (1992-1996).

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El recurso más importante de Falquez fue su entusiasmo y la decisión de que Machala fuera una de las sedes de la Copa América de 1993. Coello sabía que Falquez era un eslabón importante por sus conexiones políticas; no dudó en que Machala recibiera varios juegos.

La remodelación de los estadios asignados se cumplió de acuerdo al cronograma establecido. En lo deportivo, participaron por primera vez, por invitación, dos equipos de la Concacaf: Estados Unidos y México. Además vinieron grandes figuras: Marcelo Saralegui, Guillermo Sanguinetti, Jorge Da Silva, Santiago Ostolaz, de Uruguay; Alexis Lalas, Cobi Jones, Tab Ramos, de EE. UU. De Paraguay, José Luis Chilavert, Celso Ayala y Roberto Cabañas. Brasil llegó cargado de estrellas, como Taffarel, Cafú, Roberto Carlos, Edmundo, Müller. Perú con Percy Olivares, José del Solar, Flavio Maestri. De Colombia, Freddy Rincón, Carlos Valderrama, Adolfo Valencia. Argentina con Sergio Goycochea, Óscar Ruggeri, Fernando Redondo, Gabriel Batistuta. México con Jorge Campos, Hugo Sánchez, Zague. Y Ecuador con Carlos Muñoz, Raúl Noriega, Luis Capurro, Ángel Fernández, Eduardo Hurtado, Raúl Avilés y como figura Álex Aguinaga.

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Los partidos fueron emocionantes. Gran cantidad de prensa internacional acudió. Ha sido la mejor presentación de nuestra Selección en una Copa América, por llegar a semifinales. Antes, Ecuador derrotó a Venezuela (6-1), a Estados Unidos (2-0), a Uruguay (2-1), en cuartos de final a Paraguay (3-0), y el único tropezón fue ante México, que impidió con un 2-0 la clasificación a la ansiada final, jugada el 4 de julio de 1993. El partido lo ganaron los albicelestes por 2-1 a los aztecas.

Hoy, después de tantos años, es nuestra obligación reconocer el trabajo encomiable del líder de la misión, Carlos Coello, apoyado por Patricio Torres y Carlos Falquez. Sin ellos difícilmente se habría podido realizar un torneo elogiado por la Conmebol. Tengo en mis archivos un escrito del periodista orense Juan Carlos León sobre la participación de Falquez: “Un jueves de 1993, a un hombre ‘loco’ se le ocurrió que podíamos ser sede de la Copa América, cuando Machala en infraestructura era una ciudad olvidada. Parecía una ciudad perdida y detenida en los tiempos”. Eugenio Figueredo, delegado de Leoz, al enterarse de que un dirigente orense tenía la osadía de proponer al destartalado Nueve de Mayo, visitó Machala. Se fue convencido de que Falquez iba a ser capaz de presentar una sede notable.

En Machala se jugaron los partidos Colombia 1, Bolivia 1; Colombia 2, México 1.

Ese campeonato es historia. La ilusión de albergar otra vez Copa América creció cuando en 2021 se supo que a Ecuador le correspondía organizarla en el 2024. Hasta que en noviembre del 2022 llegó la noticia que derrumbó la euforia: el presidente de la FEF, Francisco Egas, declaró: “No estamos en capacidad de organizar la Copa América”. Sin mayores detalles dijo que en los planes de la FEF no estaba solicitar la sede.

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La noticia nos desencantó, porque considerábamos que con infraestructura deportiva y contando con los recursos económicos provenientes de los ingresos de derechos audiovisuales, más el aporte de la Conmebol, de los patrocinadores, se podían concretar los recursos necesarios para organizarla. Además, en lo futbolístico, con la actual generación de jugadores que tiene nuestra Selección, seguramente se habría convertido en una de las favoritas. Mientras tanto, en los corrillos deportivos todavía no se comprende por qué se perdió esta oportunidad.

Han transcurrido 30 años de la Copa América de 1993 y se puede aseverar que, con la valentía dirigencial de entonces y el apoyo del Gobierno de turno, el sueño se hizo realidad. (O)