Un crespón y una foto de Vicente Lecaro me trajeron un mal presagio. Me puse a averiguar si había ocurrido algo al inolvidable Ministro de Defensa hasta que me confirmaron la lúgubre noticia: Vicente había fallecido a los 87 años de edad. Y con él pasaba a la inmortalidad la célebre Cortina de Hierro, la línea defensiva de Barcelona y de la selección nacional en la década de los años 60.

Lecaro encarnó al barcelonismo –hasta convertirse en uno de sus mayores símbolos– no únicamente por su asombrosa solvencia como defensor, sino también por su pundonor y por su bravura para defender la camiseta amarilla. En varios de los capítulos más sensacionales escritos por Barcelona, en épocas en que los salarios de los jugadores y las transferencias no aseguraban ningún futuro, Lecaro tuvo un protagonismo estelar”, dijo Diario EL UNIVERSO en su edición del jueves último.

Somos cientos de miles los que lo vimos jugar en los tiempos del estadio Capwell y del Modelo Guayaquil y podemos certificar que no ha habido hasta hoy un zaguero central con las virtudes técnicas y la seguridad de Lecaro, por más publicidad rentada con que cuenten hoy otros futbolistas por parte de un periodismo enemigo de la historia.

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Vicente Lecaro, un defensa que se ganó el membrete de ídolo por su garra y entrega.

He contado con orgullo que estuve sentado en la general del viejo Capwell, casi en el ángulo que daba a la avenida Quito y la calle General Gómez, el 5 de junio de 1957 para ver el partido entre el Bangú de Zizinho y Barcelona. En el preliminar, por el torneo de reservas que se jugaba en ese tiempo, los toreros se medían con Everest. Estos presentaron casi a todos sus titulares, menos Alberto Spencer.

En el centro de ataque estaba el potente Horacio Tanque Romero, goleador argentino. El técnico canario era el yugoslavo Zvonimir Gajer, quien decidió poner en el centro de la zaga a un joven espigado y fuerte que había jugado antes en la reserva como marcador de punta: Vicente Lecaro Coronel. El jovencito ganó la batalla al Tanque Romero, que no pudo superarlo nunca y mostró una clase admirable.

Barcelona cayó aparatosamente esa tarde ante Bangú y tanto el periodismo como la afición reclamaron una renovación. Fue el momento en que perdió el puesto una leyenda que contribuyó a forjar la idolatría: Carlos Pibe Sánchez. En 1957 la retaguardia del Astillero empezó a formar con Miguel Esteves, Vicente Lecaro y Luciano Macías. Dos años más tarde, Lecaro era ya seleccionado nacional y lo fue hasta 1970. Jugó catorce años con Barcelona y logró cuatro coronas provinciales y cuatro nacionales. Formó líneas defensivas históricas como la de Alfonso Quijano, Lecaro, el brasileño Jair Simplicio de Souza y Luciano Macías. O la de Alfonso Quijano o Walter Cárdenas, Lecaro, el uruguayo Édison Saldivia y Luciano Macías, la de la famosa Hazaña de La Plata. Le tocó enfrentarse a futbolistas de talla universal como Alfredo Di Stéfano, Ferenc Puskas, Sandor Kocsis, Ramón Villaverde, Valentín Angelillo, Óscar Omar Míguez, Eusebio y muchos más.

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Era tanta su clase que Peñarol, campeón intercontinental, lo buscó para reemplazar al veterano William Martínez, campeón mundial en 1950 con Uruguay, quien empezaba a declinar luego de la Copa del Mundo de 1962.

Sentado en la sala de entrevistas de El Diario La Prensa, de Nueva York, en el 2005 Alberto Spencer me ratificó lo que Lecaro me había contado una tarde en la Asociación Barcelona Astillero: “En 1962 los dirigentes de Peñarol me pidieron información sobre Lecaro. Les dije que Vicente era un defensa que podía jugar en cualquier equipo del mundo y que además era un caballero y gran profesional. En 1963 el presidente de Peñarol, Washington Cataldi, empezó las tratativas para llevar a Lecaro a Uruguay. Los dirigentes de Barcelona pidieron $ 50.000, dos jugadores de Peñarol y un partido amistoso en Guayaquil con toda la taquilla para los toreros. Allí se frustró el pase de un jugador que estaba destinado a brillar mundialmente”. Para entonces ya la afición lo había bautizado con un apodo original que le duró toda la vida: Ministro de Defensa.

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En 1964 llegó a la dirección técnica de los canarios el uruguayo José María Chema Rodríguez. Acababa de fichar el club a Miguel Cortijo Bustamante, quien apareció en Patria en 1958 como puntero zurdo. Pasó después a volante por la izquierda y terminó de marcador de punta. Con Rodríguez Barcelona empezó a alinear con Quijano, Lecaro, Reeves Patterson y Macías, pero el 11 de octubre de 1964, con el Chema de padrino, ante el Norteamérica, alineó por primera vez la zaga que el periodismo bautizó para eternas memorias como la Cortina de Hierro: Quijano, Lecaro, Macías de cuarto zaguero y Bustamante. Con ellos Ecuador estuvo a punto de lograr el cupo para la Copa del Mundo de Inglaterra 1966, oportunidad perdida por el perverso arbitraje del brasileño Eunapio Queiroz.

Mientras escribo esta columna con mi espíritu lleno de dolor, el féretro que lleva a su último viaje a Vicente Lecaro está a punto de partir. En esta hora luctuosa quiero recordar las muchas tardes compartidas en Barcelona Astillero con queridos amigos, astros de una era incomparable por la dignidad que mostraban para defender la camiseta querida: Vicente Lecaro, Luciano Macías, Ruperto Reeves Patterson, Fausto Montalván, Simón Cañarte y Juan Benítez. Todos se han ido ya a su morada eterna.

Tantas revelaciones, tantas anécdotas, tantas vivencias de canchas y camerinos, tantas historias dignas de un libro. Vicente, querido amigo de tantos días, siempre sencillo en su grandeza decía siempre: “En mi época, todos amábamos la camiseta y dejábamos la vida por ella. Llevábamos sobre nuestros hombros una herencia gloriosa, un equipo que era ídolo nacional y que tenía una afición inigualable, incondicional. Creo que ese es el problema: los actuales jugadores no saben nada de eso, de lo que significa amar a la camiseta”.

Por eso te extrañaremos siempre, querido Viche, como te llamé siempre. En el 2005 los millones de seguidores toreros dieron su veredicto en una encuesta de EL UNIVERSO: fuiste elegido el más admirado jugador de Barcelona en los 80 años de existencia del club.

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La ‘Cortina de Hierro’, con bustos de bronce. Vicente Lecaro (i), Alfonso Quijano y Luciano Macías, tres de los cuatro integrantes de la ‘Cortina de Hierro’.

Mauro Velásquez Villacís, el más autorizado periodista nacional del fútbol, dijo de ti: “El mejor zaguero central que ha producido el balompié ecuatoriano. Paseó su clase por toda América luciendo su accionar seguro, atlético y elegante. Sacaba el balón bien tratado desde su propia área, imponiéndose en el juego por elevación gracias a su formidable coordinación de tiempo y distancia para saltar en el momento justo y a su privilegiado físico”.

Para mí ningún argumento podrá servir para convencerme de que hay en su puesto alguien igual o mejor. Fue el más grande de todos y en la luminosidad del recuerdo, con el brillo de la nostalgia, lo veo salir con el balón dominado, lleno de señorío, entregándolo con tal clase que hasta se veían las costuras de la esférica.

Con el sensible óbito del Ministro, la Cortina de Hierro es ya leyenda celestial. Se ha marchado el último sobreviviente. Alfonso King Quijano, Vicente Lecaro, Luciano Pollo Macías y Miguel Cortijo Bustamante. Los recordaremos siempre. (O)