“Creo que en los días que estuve en Doha no caminé más de cuatro cuadras en total; para ir a cualquier lado tomaba un taxi”, dice el colega peruano Luis Enrique Negrini, de Ovación Radio. Y explica: “El calor es tan abrumador que no puedes estar en la calle, cuando llega a cuarenta grados se te bloquean los celulares; yo llevo cuatro encima y quedaron muertos los cuatro”. Negrini fue al país que hospedará el Mundial acompañando a Perú en su fatídico repechaje ante Australia. A su vez, su compatriota Omar Ruiz de Somocurcio, director de Deportes de Panamericana Televisión, quedó sorprendido de una temperatura tan hostil: “Es un calor extremo, pero sin sol, muy extraño. Está siempre nublado, como si hubiera tormenta y fuese a llover. Creo que por eso no se ve gente en las calles; los edificios son imponentes, pero no ves a nadie. En junio es así, vas del hotel al estadio o donde tengas que ir, y cuando sales te vuelves a meter al hotel. No queda otra. En el estadio no es problema, porque todos están refrigerados a 23 grados; lo pasas hermoso. Incluso cuando llegas, al aproximarte a unos tres metros de la entrada, ya sientes una brisa fresca, por los climatizadores. Debajo de cada butaca hay una o dos bocas de aire acondicionado. Pero dicen que, en noviembre y diciembre, cuando llegue el Mundial, la temperatura baja mucho y es agradable”.

De acuerdo a la tradición nacida en 1930, cada cuatro años, entre junio y julio el planeta está focalizado en la Copa del Mundo. Hoy deberíamos habernos preparado para ver quizás Ecuador-Holanda, Inglaterra-Estados Unidos o Francia-Dinamarca. Pero no, nada. El gran acierto de la FIFA respecto al Mundial 2022 es haberlo retrasado seis meses a causa del clima. En un primer momento se pensó que sería irrealizable; ahora se ve que no es grave. Si el fútbol sobrevivió a la pandemia, todo es posible. “Cuando llegue el momento, Qatar estará muy bien preparado y seguro será un Mundial extraordinario, un super-Mundial por tecnología, por estadios y porque es una ciudad nueva, que crece todos los días; y, dentro de cinco meses, a la velocidad que van las obras, estará todo mucho mejor; han pensado en cada detalle”, augura Somocurcio. ¿Es todo tan ultragaláctico como aparenta?, le preguntamos.

“Huuummm… no, no lo vi tan así. Sí muy desarrollado, el downtown de Doha, con esos edificios impresionantes, impacta; aunque también hay sectores pobres, escondiditos, pero los hay, seguro donde viven los trabajadores indios. El estadio donde fuimos es refaccionado, precioso por fuera, confortable dentro, pero diría normal”.

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Uno de los estadios se desmontará al concluir la Copa; los otros servirán para desarrollar comunidades a su alrededor. Y los 32 centros de entrenamiento —uno para cada selección— se convertirán en complejos deportivos o en áreas de esparcimiento. Y se montarán los fan fest para los hinchas que lleguen. “Hay gigantografías y alusiones al Mundial por todos lados; se habla mucho del tema, está instalado”. Y saben de qué se trata: el estado de Qatar es dueño del Paris Saint-Germain, que tiene a tres de los ases del fútbol: Messi, Neymar y Mbappé.

Qatar seguramente recibirá un millón y medio de visitantes.

Cuando Somocurcio dice “es una ciudad” se refiere a Doha, la capital de este mini-Estado que sobresale como un hongo dentro del golfo Pérsico. Doha será el epicentro de toda la actividad mundialista. Cinco de los ocho estadios que albergarán el torneo están dentro de Doha o en sus bordes, a escasos minutos del cordón de rascacielos que se levanta frente a la bahía. Y los tres restantes se localizan “un poquito más allá”, a una media hora por autopista. Pero no será preciso manejar: el Gobierno qatarí invirtió 48.000 millones de dólares para construir el metro, que lleva hasta la puerta de los ocho escenarios. “El metro es fabuloso. Ahora estaba vacío; supongo que durante el Mundial se verá lleno. Funciona perfecto. Es de lujo, va todo por vía subterránea, incluso cuando sale al desierto. Y cuesta muy barato: por un dólar con sesenta diarios se puede viajar todas las veces que se desee”, explica Omar, quien ya piensa volver, aunque Perú no esté presente.

No obstante, quienes vayan por el Mundial, sea turismo o trabajo, deberán ir pertrechados. “No hay muchos negocios. Por suerte, encontré un minimercado y pude comprar algunas cosas, como papitas saladas, galletas y esas cosas. Comer o tomar algo en los hoteles es casi prohibitivo. Una cerveza chica sale catorce dólares; una gaseosa, siete; un plato de comida, cuarenta y cinco. Sí se puede tomar alcohol: hay espacios especiales para eso en los hoteles”, agrega Negrini.

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Pese a los precios, el qatarí sabrá de la fuerza arrasadora del fútbol. Si 16.000 peruanos se allegaron para alentar a la Bicolor ante Australia, una avalancha humana les caerá en noviembre, cuando comience la fiesta. Qatar tiene 2,6 millones de habitantes y seguramente recibirá un millón y medio de visitantes. En la segunda fase de venta de entradas, ya se han despachado un millón doscientas mil. Y en ventas sucesivas saldrá el millón restante. En total, habrá un poco más de tres millones de localidades, pero un tercio se lo queda la FIFA para protocolo, venta a las asociaciones y entrega a sus patrocinadores. Se registraron 40 millones de demandas de boletos: 17 millones en la primera fase de venta y 23 millones en la segunda. “Pienso que la petición es un récord”, declaró sorprendido Hassan Al-Thawadi, secretario general del comité de organización del torneo.

Se han registrado unos 40 millones de demandas de boletos.

¿Cómo hacer con tantos invitados…? Habrá apartamentos para alquilar y ya hay cruceros anclados en la bahía que ofrecen un camarote, tres comidas diarias y diversión a cambio de 4.000 dólares por los 28 días del certamen. Se verán invadidos, pero de algún modo están acostumbrados. De esos 2,6 millones de habitantes apenas unos 250.000 son qataríes; el resto, extranjeros que han ido a trabajar. Y, además, era el objetivo buscado cuando se presentó la ambiciosa candidatura. Los 200.000 millones de dólares que el emirato invertirá en el Mundial están destinados a eso, a poner a Qatar en el mapa de la consideración internacional, a prestigiar su nombre, a aumentar y diversificar sus negocios, no solo de petróleo y gas. Es la apuesta que dividirá en cuatro la historia del país: antes y después de descubrir petróleo (en 1940), antes y después del Mundial 2022. Lo que los riquísimos Arabia Saudita, Emiratos Árabes y otros Estados asiáticos no pudieron lo logró el pequeño vecino de al lado: tener un Mundial, la mayor atracción de la humanidad. Y en la elección se lo arrebató nada menos que a Estados Unidos y Australia. Qatar cabe 790 veces en Estados Unidos y 668 en Australia. Es un peso mosca que mandó a la lona a Mike Tyson y a Muhammad Alí, a los dos juntos...

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