Entro en la biblioteca y toda la historia se despliega ante mí. Lo que he atesorado a través de mis investigaciones sobre la historia de Guayaquil y la de su deporte. Y empiezo a revisar capítulos muy emotivos, llenos de anécdotas, protagonizados por nuestros héroes deportivos a muchos de los cuales conocí e hice amistad, como en los casos de Enrique Maestro Raymondi y José Arosemena, artillero y arquero, en ese orden. A Raymondi, con más de 40 años, lo vi alinear por 9 de Octubre frente al Everest en 1957 y hacerle un gol de media vuelta al gran Hugo Mejía. Manuel Arenas es un nombre inevitable en la historia de los delanteros más temidos y eficaces.

Cada día me resisto más a envolver a los lectores en la trama de un fútbol desabrido y ultra contaminado, según las versiones de asesinatos motivados por arreglo de partidos y apuestas. Aún suena como martillazo en mi memoria una frase pronunciada por el presidente de Fedeguayas, Roberto Ibáñez, en un acto festivalero: “Consideramos que no solo somos fuertes a nivel provincial, sino un músculo deportivo importantísimo para el país. Vivimos el mejor momento de la Federación Deportiva del Guayas”. Estoy averiguando si lo dijo el Día de Inocentes este personaje tan bromista. Los grandes deportistas de alto rendimiento, ganadores de medallas olímpicas y mundiales, son de otras provincias.

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Enrique Raymondi intenta superar a Roque Gastón Máspoli en Montevideo en 1942. Foto: Archivo

Prefiero insistir en contar historias, pese a la propaganda que en ciertos programas se hace contra la lectura y la memoria. “Nuestra ignorancia de la historia nos hace calumniar nuestros propios tiempos”, dijo Gustave Flaubert, escritor francés, autor de la famosa novela Madame Bovary. Hago esta aclaración por si acaso los iletrados que hoy comentan el deporte crean que Flaubert es compañero de Kylian Mbappé en la selección francesa.

‘Hizo vibrar el estadio’

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El relato que incluyo en esta columna cumplió ya 85 años y se relaciona con la visita del famoso Green Cross de Chile, tan llena de bellas anécdotas deportivas. Para esos años Guayaquil contaba con tres magníficos arqueros que pugnaban por llamarse el mejor: Napoleón Loco Medina, Ignacio Chino Molina y José Capitán Achocha Arosemena. Los dos primeros habían actuado muy bien frente a los “rotos” defendiendo las vallas de Italia y 9 de Octubre, y el tercero se proponía hacerlo el 28 de julio de 1940 custodiando el marco del Panamá SC, campeón de 1939.

En el viejo Estadio Guayaquil, ante un lleno total el recordado Achocha Arosemena cumplió una actuación excepcional enfrentando a una hábil delantera en la que destacaban Carlos y Manuel Arancibia y el Zurdo Venegas. Los panamitos se pusieron en ventaja con gol del Maestro Enrique Raymondi Chávez (padre de Enrique Maestrito Raymondi Contreras) y Green Cross emprendió una pertinaz ofensiva. Voladas espectaculares y atajadas sorprendentes fueron convirtiendo a Arosemena en la figura del cotejo, agrandada a dimensiones colosales cuando bloqueó disparos a quemarropa de Venegas. Salió entre aplausos del público cuando el legendario Panamá venció por 3-1 a los chilenos.

El diario El Telégrafo comentó al día siguiente: “Arosemena fue el mejor hombre del cuatro tricolor. Salvó su valla en el primer tiempo de una formidable goleada. ‘Achocha’ se consagró ayer como bueno entre los buenos. Estuvo seguro, sin intervenciones nerviosas y justo en sus salidas. ‘Achocha’ hizo vibrar el estadio con cada una de sus atajadas”.

Panamá SC, inolvidable

El 7 de julio de 1940 el glorioso Panamá SC se clasificaba campeón de 1939 al vencer al Italia por 6-2 en una mañana extraordinaria de aquel potente artillero que fue Manuel Manco Arenas que anotó cuatro goles y una notable actuación del ya consagrado Arosemena, que se dio el lujo de atajar un penal a un verdugo de arqueros como Jorge Tolozano Laurido. El 28 de julio Panamá se enfrentó a Green Cross y no sólo fue la actuación de Arosemena lo que el público aplaudió sino también la consagración goleadora de un frágil, pero astuto driblador, Enrique Raymondi, quien ya había dado qué hablar jugando para Unión Deportiva Valdez, en Milagro.

Ese día, en el viejo Estadio Guayaquil, alinearon por los porteños Arosemena; Luís Hungría y Eloy Ronquillo; Arias, Jorge Peralta (Martínez) y Luís Antonio Mendoza; Ernesto Cuchucho Cevallos, Alfonso Suárez, Raymondi, José Gorra de Paco Herrera (Arenas) y Fonfredes Bohórquez. Vale aclarar que Gorra de Paco eran llamados dos hermanos: José y Enrique. Los chilenos plantaron a Soto; Báez y Mendoza; Carvajal, Zambrano y Cantallops; Herrera, Manuel Arancibia, Morcillo, Carlos Arancibia y Venegas.

Recién habían transcurrido tres minutos del encuentro que se presagiaba muy duro para los locales cuando Mendoza, quien más tarde formaría en Millonarios de Bogotá con su gemelo José Luís, ganó un balón que lo cedió al bullidor Cevallos. Con habilidad el alero gambeteó a su celador y puso en acción a Alfonso Suárez, de exitoso paso por Independiente Rivadavia de Mendoza, Argentina, e Hispanoamérica de La Habana. Suárez adelantó inteligentemente a Raymondi quien, luego de sortear a Báez, disparó rasante para derrotar a Soto y poner el 1-0.

El Maestro Raymondi

El duelo se tornó muy parejo y empezó la gran jornada del Capitán Achocha, tal como lo comentamos al inicio de esta columna. A los 60 minutos se produjo el cambio que trastornó la tónica del partido: Manuel Arenas ingresó por José Herrera. En su primer toque de pelota Arenas, haciendo filigranas, se sacó a Arancibia y habilitó a Bohórquez que detuvo el balón con el pecho y elegantemente lo bajó, amagó tirar violento pero engañó a todos cediéndole para Raymondi, quien volvió a batir a Soto. Suárez en la creación y Arenas con Raymondi en la ofensiva enloquecieron a los chilenos y procuraron salvas estruendosas de aplausos.

A los 68 minutos Suárez recibió el esférico de Arenas y quebró a Báez para servir a Cevallos, que penetró veloz por su ala. Cuando todos esperaban el centro Cuchucho retrasó para Suárez quien resolvió elevando un centro al que llegó oportunísimo Raymondi para colocar su tercera anotación personal y de su equipo. Los chilenos descontaron a los 83 minutos por acción de Manuel Arancibia, pero nada restó brillo a la gran mañana del Panamá SC y del diestro, refinado, escurridizo y efectivo Maestro Raymondi quien, 17 años después, seguía haciendo goles en la primera categoría como lo mencionamos antes.

Muchos de los jugadores guayaquileños que hemos nombrado vivieron grandes momentos en esa década de los años 40. Eloy Ronquillo y Alfonso Suárez fueron llamados de Colombia para reforzar a Millonarios, que iba a jugar con Atlanta de Buenos Aires. Ronquillo se quedó en Millonarios y jugó luego en Cúcuta Deportivo, club en el que fue un astro y más tarde entrenador. Suárez fue elegido, en el Sudamericano de Chile en 1941, como mejor entreala derecho junto a José Manuel Moreno, una leyenda del balompié mundial. Santiago Wanderers lo fichó terminado el torneo y luego pasó a Green Cross.

Ernesto Cevallos militó dos temporadas en el equipo paraguayo Atlético Corrales, con el que hizo una gira por toda América que duró un año. Los Mendoza estuvieron en Millonarios hasta 1948. No es cierto que solo hoy exportamos futbolistas. En los años 40 salieron al menos 30 a grandes clubes de Sudamérica, especialmente al célebre Dorado colombiano. (O)