Fin. La nota comienza al revés. Es un epitafio. Una de las más románticas historias de amor que el fútbol haya dado en siglo y medio de existencia finalizó con un glacial tuit de siete palabras de una de las partes: “Leo Messi no seguirá ligado al FC Barcelona”. Una hora y veinte minutos después, la cuenta oficial del club catalán publicó otro con la leyenda “Gracias, Leo”. ¡Ufff… qué frío! Dos icebergs que hundieron definitivamente el matrimonio. Como si se tratara de un jugador que pasó una temporada sin pena ni gloria por el club y se le agradece igual por elemental cortesía. Un adiós sin besos, un telón sin aplausos. Inmediatamente después quitaron el nombre de Messi del plantel azulgrana en Wikipedia. El presidente Joan Laporta llamó con urgencia a los restantes cuatro capitanes (Piqué, Busquets, Jordi Alba y Sergi Roberto) para notificarlos de que la decisión era firme y definitiva. Dieron el hachazo y limpiaron prolijamente todo con lavandina. La idea, pareció, era dejar en claro que no había ninguna posibilidad de retorno. “Fue un gran jugador”, “Lo quisimos”, “Qué linda época”… Mucho tiempo pretérito, demasiado ex. En un minuto juntaron a Messi en una galería con Kubala, Cruyff, Rivaldo, Ronaldinho, Xavi… Muy extraño.