El fútbol ecuatoriano tuvo en todas las épocas dirigentes respetables y de gran trayectoria. Basta recordar a Manuel Seminario Sáenz de Tejada, cuya influencia internacional permitió la afiliación de la Federación Deportiva del Guayas y de la Federación Deportiva Nacional del Ecuador (Fedenador) a la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) en 1925. Fue tanto su crédito que este organismo lo nombró consejero en 1927, más tarde fiscal y delegado para zanjar una disputa en Costa Rica, cuya federación él fútbol ayudó a fundar.

Por Fedenador, por la Asociación Ecuatoriana de Fútbol y luego por la Federación Ecuatoriana de Fútbol pasaron dirigentes de gran trayectoria como Augusto Jijón Terán, nombrado secretario/tesorero de la Confederación Sudamericana de Fútbol; Ferdinand Hidalgo Rojas quien por muchos años fungió de miembro del comité organizador de algunas Copas del mundo;  Otón Chávez Pazmiño, Galo Roggiero Rolando y Carlos Baquerizo Astudillo, pero quien llegó a las más altas esferas en el balompié mundial fue Carlos Coello Martínez, un lujo en el plano directivo, quien, entre otros méritos, fue el renovador del fútbol ecuatoriano en los últimos 40 años. Ese gran conductor de nuestro fútbol ha rendido tributo a la vida y quienes lo conocimos, fuimos sus amigos y compartimos muchas horas, tenemos el deber de poner de relieve su fructífero paso por el fútbol y el ideal olímpico.

Conocí a Carlos cuando ingresamos a la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Guayaquil en 1960 y compartimos las bancas, las horas de estudio y los exigentes exámenes escritos y orales en tiempos en que los maestros eran célebres y eruditos personajes de las ciencias jurídicas. Fuimos compañeros entre 1960 y 1966 en que egresamos de la universidad. La inquietud por el fútbol mostrada en las charlas entre clases hizo que naciera en nosotros una identidad que ha durado 65 años.

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Carlos Coello no entraba aún en las filas directivas del fútbol, pero ayudaba a organizar nuestros recordados torneos internos en que cada curso debía sacar un equipo. Éramos pocos alumnos en ese tiempo, y ello nos daba la oportunidad de jugar aún a los que carecíamos de condiciones, en contraste con los que sí sabían manejar con destreza el balón como René Secaira, Joffre Tupi Coello, Rubén Morán, Héctor Hueso Solórano, Jorge Albornoz, Efrén Cobos, Jorge Vaca, Néstor Faytong y otros dominadores del esférico. En uno de esos torneos quisimos convencerlo de ocupar el arco ante una lesión de nuestro guardameta estrella, Guillermo Villacrés Smith. “No me pongan en el equipo porque vamos a perder. En el colegio me dieron ese puesto alguna vez y me comí cinco goles” fue su respuesta.

Guayaquil era nervio, músculo y cerebro no solo del fútbol, sino de todo el deporte. Era la época feliz de la “capital deportiva del Ecuador”, que se fue extinguiendo lentamente hasta llegar a estos días en que no existe actividad deportiva y en el fútbol ya no nos toman en cuenta en la esfera directiva. Carlos Coello hizo equipo, desde 1968, con Galo Roggiero y Aquiles Álvarez. Los tres coparon Barcelona y construyeron una de las etapas más fructíferas que se recuerden. Barcelona consiguió un bicampeonato (1970/1971), fue el primer club nacional en llegar a semifinales en la Copa Libertadores y protagonizó el episodio más recordado en la historia de la Copa: La Hazaña de La Plata. Su nexo con Barcelona y el fútbol de Guayas era muy sólido y continuó con grandes dirigentes como Pepe Tamaríz Crespo, Nicolás Romero Sangster y otra vez Galo Roggiero Rolando, quienes llevaron al ídolo a otro bicampeonato.  

Entre 1972 y 1973 fue presidente de Barcelona, y entre 1979 y 1981 presidió la Asociación de Fútbol del Guayas con gran suceso. En la década de los años 80 estuvo también en el Comité Olímpico Ecuatoriano donde desempeñó una notable función en dos períodos de Sabino Hernández Martínez. Era un personaje de carácter severo, frontal, confrontador cuando en los congresos de la FEF se pretendía disminuir o perjudicar al fútbol guayaquileño. No pedía ni daba cuartel, se imponía por su capacidad argumentativa y el conocimiento de las normas. Aquello de su temperamento ya era conocido antes de ser dirigente. Un episodio que quedó en la historia ocurrió el 23 de enero de 1966 cuando los jugadores del Vélez Sarsfield argentino protagonizaron una fenomenal gresca en un amistoso con Emelec. Coello era comisario de Espectáculos y dispuso la suspensión del partido y el arresto de los gauchos, a los que hizo caminar uniformados desde el estadio Modelo al cuartel Modelo, donde quedaron alojados en los calabozos.

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Carlos Coello Martínez (c) fue un exitoso dirigente deportivo. Foto: Archivo

Presidió la Federación Ecuatoriana de Fútbol entre 1981 y 1994: fue miembro del directorio de Conmebol y por el alto aprecio con que lo distinguía Joao Havelange, presidente de la FIFA, llegó a ser miembro del Comité Ejecutivo y presidente de la Comisión del Estatuto del Jugador. Ningún otro dirigente, hasta hoy, ha llegado a esas alturas. Por su ascendiente y el aprecio del que gozaba entre sus colegas del continente y del mundo,  Ecuador fue sede del Torneo Preolímpico de 1981, de la Copa América 1993 y de la Copa del Mundo Sub 17 en 1995. Eran tiempos en que la caja de la FEF no registraba el gran dinero con que cuenta hoy. Con muy pocos fondos y con auspicios trabajosamente conseguidos, hizo de esos torneos un modelo de organización y manejo escrupuloso de las cuentas. Fui testigo de las palabras de Joao Havelange en el hotel Oro Verde luego de la Copa América 93: “Coelo, eres un dirigente ejemplar. Tus cuentas son las más honorables y exactas que he visto hasta hoy”.

Otra de sus grandes contribuciones fue la contratación de Dusan Draskovic, un técnico europeo que renovó todos los sistemas de conducción de la selección. Draskovic vivía en el Ecuador, concurría a los torneos de todas las categorías y recorría el país buscando nuevos valores. El montenegrino produjo una revolución y de sus manos salieron casi todos los jugadores que en 2002 llevaron a nuestro país a clasificar a la Copa del Mundo.

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Los que solo lo conocieron como dirigente, a veces áspero y temperamental en un medio proclive al cálculo y las trampas de las que había que cuidarse, no calibraron la calidad humana de Carlos Coello. Recordaré siempre esos almuerzos que compartíamos quincenalmente en la Sociedad Italiana Garibaldi. Los comensales éramos Coello, Silvio Devoto (+), Fernando López (+), Kiko Montenegro (+), Ismael Sánchez (+) y quien esto escribe. La charla era un festival del humor, especialmente por el lado de Carlos y Silvio, tan ocurrentes y llenos de anécdotas del deporte y de la vida misma.

Estas horas son de intensa pesadumbre. Cada tanto se despide un amigo de esos que, como en el caso de Carlos Coello, se van dejándonos parte de su alma y se llevan una buena porción de la nuestra. Esta es mi despedida llena de tristeza, pero también plena de afecto, admiración y gratitud por todo lo que hizo en bien de nuestro fútbol. (O)