¡Esto es el fútbol, la celebérrima pasión de multitudes, el espectáculo más grande del mundo…! Hagan lo que hagan los otros treinta, cuarenta o cincuenta deportes, jamás podrán igualar la belleza, los vuelcos, la emoción, el dramatismo y la imprevisibilidad de este juego-deporte-entretenimiento-negocio apasionante. “El fútbol es puro negocio”, dicen los escépticos desde su ignorancia. Almas minúsculas… Naturalmente, semejante pasión universal no puede pasar inadvertida para la avidez comercial, pero cabe recordar una vez más la célebre frase: “El fútbol es demasiado negocio para ser solo un deporte, pero es demasiado deporte para ser solo un negocio”. Y en tal contexto hay una cumbre inalcanzable llamada Barcelona. Con sus tumbos, deudas, fracasos y sinsabores, con su fama de pecho frío, ningún otro club del mundo siente el juego como el Barça. Ni en los peores momentos cambió su filosofía. Ningún otro ama la belleza como el cuadro azulgrana. Nadie está tan estrictamente apegado a la estética. Cuando logra armar un equipo competitivo nos regala estas cumbres exquisitas. Banquetes imperdibles. Si el Barça está bien, nos hace felices a millones. No a todos: hay legiones que adoran solo la fuerza, el defensivismo, el ganar como sea; hay ejércitos que aman el 0 a 0, “porque eso es ser serio tácticamente”. Incluso hay clubes que han conquistado más títulos que el Barça, no la corona de fútbol arte.