¡Esto es el fútbol, la celebérrima pasión de multitudes, el espectáculo más grande del mundo…! Hagan lo que hagan los otros treinta, cuarenta o cincuenta deportes, jamás podrán igualar la belleza, los vuelcos, la emoción, el dramatismo y la imprevisibilidad de este juego-deporte-entretenimiento-negocio apasionante. “El fútbol es puro negocio”, dicen los escépticos desde su ignorancia. Almas minúsculas… Naturalmente, semejante pasión universal no puede pasar inadvertida para la avidez comercial, pero cabe recordar una vez más la célebre frase: “El fútbol es demasiado negocio para ser solo un deporte, pero es demasiado deporte para ser solo un negocio”. Y en tal contexto hay una cumbre inalcanzable llamada Barcelona. Con sus tumbos, deudas, fracasos y sinsabores, con su fama de pecho frío, ningún otro club del mundo siente el juego como el Barça. Ni en los peores momentos cambió su filosofía. Ningún otro ama la belleza como el cuadro azulgrana. Nadie está tan estrictamente apegado a la estética. Cuando logra armar un equipo competitivo nos regala estas cumbres exquisitas. Banquetes imperdibles. Si el Barça está bien, nos hace felices a millones. No a todos: hay legiones que adoran solo la fuerza, el defensivismo, el ganar como sea; hay ejércitos que aman el 0 a 0, “porque eso es ser serio tácticamente”. Incluso hay clubes que han conquistado más títulos que el Barça, no la corona de fútbol arte.

El final fue Barcelona 4 - Real Madrid 3. El resultado no lo dice, el juego sí: fue un baile monumental. Como en los tiempos de Xavi, Iniesta, Messi, Busquets, Piqué, Puyol… O como en los años de Messi, Suárez, Neymar. Solo el primer periodo pudo ser una catástrofe madridista. Al cabo de esos 45 minutos, el catalán terminó 4-2 arriba, pero por excelencia, dominio y situaciones, si eran seis o siete estaba perfecto.

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En el segundo no cambió nada; simplemente el merengue acortó cifras en un contraataque, su arma predilecta (o la única que sabe). El once de Hansi Flick generó media docena de acciones de peligro pero ya no convirtió. El árbitro no le dio penal por una mano gigantesca de Tchouameni, que paró un remate de gol. Era penal y expulsión (el francés ya estaba amonestado). Si eso no es sancionable, entonces nunca más una mano debe ser penal. Luego anuló un gol extraordinario de Fermín López (era el 5-3), por un toque mínimo del autor en su mano, totalmente casual. El penal sí cobrado a favor de Mbappé fue fuera de juego previo. Todas las polémicas se saldaron a favor del visitante. Ni así.

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Nunca vimos un Madrid tan endeble y desorganizado. No solo en el césped, en las estadísticas también lo barrió el culé: posesión 63 % a 37 %, remates 23 a 9, tiros de esquina 10 a 2, pases 478 a 295 y con mayor precisión: 87 % a 79 %.

Es la quinta victoria culé en los cinco enfrentamientos ante el Madrid de la temporada: 2-1 (New Jersey), 4-0 (Madrid), 5-2 (Jeddah), 3-2 (Sevilla) y 4-3 (Barcelona). No hay discusión posible: más equipo, mejor fútbol, superiores individualidades, mayor vocación por jugar siempre bien y al ataque. Es el único club del mundo que lo enfrenta sin miedo.

Vale situar la circunstancia: el equipo madrileño llegaba 4 puntos abajo, pero con la gran posibilidad de ponerse solo a uno faltando tres fechas. Inmejorable posibilidad de salvar una temporada de terror. Apuntaba a ganar las siete competencias que disputaba; sin embargo, se le vino el techo abajo: perdió tres torneos con su eterno rival y fue eliminado en Champions. Más que eso, fue aplazado en la materia que siempre le cuesta: el juego. No sabe elaborar, su camino preferido es el pelotazo al espacio para Vinicius o Mbappé. Este Madrid nunca jugó a nada. Por eso, Carlo Ancelotti se va un año antes de terminar su contrato. El cuadro blanco irá al Mundial de Clubes seguramente con Xabi Alonso como DT. Pero va cansado (debuta el 18 de junio) y deberá repensar su plantel, que es mucho más reducido y desequilibrado de lo que se piensa. Ayer presentó un medio campo vulgar, con Dani Ceballos, Güler y Bellingham en la función creativa. Entre los tres no hacen una pierna de Pedri. Tendrá que salir al mercado.

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No obstante, los del Bernabéu llegaban descansados y pensando usufructuar el posible bajón anímico del Barcelona, que venía de quedar fuera de Europa ante el Inter cuando ya tenía la final en el bolsillo. Un palazo que podía afectarlo. No fue así. Barcelona no sintió aquella caída y logró un triunfo que le garantiza su liga número 28. Quedan 9 puntos en juego, lleva 7 de ventaja a su vencido y tiene a favor el punto invisible, que es el enfrentamiento entre ambos, pues le ganó los dos duelos.

Leemos que el Barcelona perdió la Champions por su debilidad defensiva, ya que sufrió siete goles en el doble cruce con el Inter. También leemos que Inter ganó por su solidez defensiva, pero recibió seis del Barça. Apenas uno de diferencia no da para enarbolar tales conceptos. Sin contar con que el arquero Sommer tuvo al menos seis salvadas milagrosas. Claramente fue mucho más floja la del Inter, que se impuso por un factor decisivo: Sommer. Al mundo entero le preocupa la defensa del Barça. “Recibe muchos goles”. Tal vez debería preocupar más la del Real Madrid, que sufrió 18 goles del Barcelona en una sola temporada. A falta de tres encuentros, el equipo de los dos mejores futbolistas de la actualidad, Pedri y Lamine Yamal, lleva 170 goles marcados, una monstruosidad.

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Una pena que esta maravillosa máquina de gol no estará animando el Mundial de Clubes en junio. Zlatan Ibrahimovic se apuntó una frase feliz: “El Barcelona no se perdió la final de Champions; la final se pierde al Barcelona”. Y agregó: “Es el equipo más entretenido del mundo”. Se quedó sin final cuando ya estaba cambiado y arriba del tren, pero hilvana un bonito triplete y se le advierte un futuro esplendoroso: Lamine Yamal, Pedri, Fermín, Balde, Cubarsí, Gavi, Ferrán, Olmo… Toda una generación joven con el ADN del club. El año próximo pueden volver a intentarlo, ya con más rodaje y jugando en el nuevo Campo Nou, porque lleva tiempo en el Olímpico de Montjuic, y no es igual. Un marco de cien mil a favor pesa, sobre todo en chicos surgidos de la cantera. Aunque si al Louvre le ponen tribunas, el Barça debería jugar allí.

Lamine volvió a marcar un gol precioso, pegándole de primera con precisión de relojero. Batir a Courtois desde afuera exige ajustarla bien contra los palos. Lo hizo espléndidamente el chico de 17 años. Puede que el Balón de Oro se decida por la final de Champions o mismo por el Mundial de Clubes; no obstante, hoy va primero en la carrera y sería un premio perfecto para una aparición de las que se dan en décadas. Y si hay un balón de platino sería para Pedri, el sabio de la conducción, a los 22 años una enciclopedia en el oficio de recibir, observar, decidir y pasar. Un orfebre de tenerla y manejar los tiempos, siempre con claridad y técnica excelsa. Ellos dos, fundamentalmente, acabaron con el Madrid esta temporada. Lo han masacrado.

Fue el triunfo del fútbol gourmet. Nosotros sí celebramos ese estilo. (D)