Murió como Gardel, en Medellín. Y joven, como Carlitos. También como él volvió a la patria en un féretro. El 17 de enero de 1982 un infarto fulminante le dijo basta con apenas 54 años. ¡Tenía tanto fútbol adentro, todavía…! Primero hubo capilla ardiente en la capital de Antioquia envuelto en banderas verdes y blancas, tres días después lo velaron de nuevo en 1 y 57, la cancha de Estudiantes. Todos sus exjugadores estaban presentes, todos llorando a moco tendido, miles de hinchas gritando “¡ZU-BEL-DÍA, ZU-BEL-DÍA…!” y los chicos de inferiores arrojando claveles blancos y rojos sobre el cajón. Los vítores y brazos en alto se fueron achicando, el coche fúnebre enfiló hacia Junín, el pago chico donde floreció su amor por la pelota. Sabio, el cortejo tocó las tres ciudades que amó: Medellín, La Plata y Junín.