La realidad del fútbol internacional, hoy, señala al Bayern Munich como el club más sólido y mejor gobernado del mundo (en todos los aspectos y con luz), también es una máquina en el campo. Sin duda, lo segundo producto de lo primero. Porque el éxito no deviene apenas de una cuestión de administración y mercadeo, es saber de fútbol, tomar buenas decisiones técnicas. La fundamental, acertar en los fichajes. Quien compra bien tiene el cielo asegurado. Desde hace décadas el club está liderado por un grupo de exfutbolistas notables. Ergo: saben del asunto. Necesitaban un goleador, llevaron a Lewandowski; ¿un centrocampista? Kimmich, el mejor de Europa actualmente; ¿un arquero? Neuer. Y todos con precios moderados. Hay muy bajo nivel de error.

Entre las decisiones más notables de la dupla Rummenigge-Uli Hoëness está el haber despachado al técnico Niko Kovac. El equipo no carburaba y supieron revertir a tiempo. Ante el peligro de quedarse sin gasolina en medio de las tres competiciones (Bundesliga, Copa de Alemania, Champions), lo destituyeron. Subieron al entrenador de planta de la institución, Hansi Flick (campeón mundial como asistente de Joachim Löw en Brasil 2014), y se experimentó la que quizás sea la mayor transformación de la historia del fútbol. Kovac fue cesado tras perder 5-1 con el Eintracht Frankfurt. El Bayern llegó a estar a 7 puntos de los líderes en el torneo local. A partir de Flick disputó 33 encuentros, ganó 30, empató 1 y perdió 2, marcando 104 goles (impresionantes 3,15 por cotejo) y tomando apenas 24. Su funcionamiento es igual de contundente. Fue campeón de liga y copa en su país. “Gana en Alemania porque no tiene rivales”, suele escucharse. Sin embargo, barrió a los ingleses Tottenham y Chelsea. A este último, cuarto en la Premier y finalista de la Copa Inglesa, lo goleó las dos veces: 3-0 en Londres y 4-1 en Munich. Es el supercandidato a ganar la Champions, que tendrá un nuevo rey el próximo 23 de agosto.

Su primer escollo hacia el olimpo será el destartalado FC Barcelona, que el sábado, para enfrentar al Napoli, logró juntar once y poner como única alternativa en el banco a tres chicos del filial (Araujo, Riqui Puig y Ansu Fati). Es la antípoda del Bayern. La sostenida política de debilitamiento llevó a que ahora se vea al otrora fantástico equipo como Pulgarcito frente al Goliath alemán. Su única ilusión, su exclusivo argumento, se llama Messi. En él deposita el 100% de sus posibilidades. Pero este es un juego de once. Igual, a un solo partido pueden suceder muchas cosas. Barsa-Bayern será el viernes.

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Hoy (14:00 de Ecuador), con el Atalanta-PSG dará comienzo esta inusual aunque atrapante final a 8 en Lisboa, a partido único y sin público. No correrá, por suerte, el antipático y tantas veces injusto gol de visitante. Son siete jornadas en 12 días, partidazo tras partidazo que mantendrán en vilo al mundo futbolístico. No hay mayor nivel que esto. Ni en un Mundial. Apenas un ejemplo: el Bayern tiene 17 futbolistas de ocho selecciones, pero ninguna selección tiene 17 jugadores en el Bayern.

Es verdad que en Europa amainó en buena medida la pandemia (pese a los rebrotes), pero se puede jugar porque se cumplen los protocolos. Sudamérica no termina de arrancar, saltan los positivos a cada rato. ¿Son más serios allá…? Y en tanto aquí no vuelvan los torneos, sobre todo la Libertadores, seguiremos consumiendo fútbol europeo. Porque sí se juega, porque es indiscutiblemente de mayor calidad que el nuestro y porque hay una europeización del gusto, también una fidelización, los hinchas ya tienen una simpatía por tal o cual equipo de Inglaterra, España, Alemania, Italia, Francia. Es un fútbol global. Y llega lujosamente empacado, aún sin público.

La cátedra pone al Bayern por encima de todos, debido a su andar armónico y arrollador, también al año mágico de su goleador polaco Lewandowski, quien lleva 53 goles; a la mentalidad sin baches de los teutones ¡y a Hansi Flick…! (lo que siempre sostenemos: un notable conductor es quien hace la diferencia hoy). Sin embargo, las casas de apuestas dan como favorito al título al Manchester City de Pep Guardiola, que paga una cuota de 3,30 por cada euro apostado. El Bayern se cotiza a 4 y el Paris Saint Germain a 6,50. Cuarto, pero lejos, el Barcelona, cuyo dividendo sería de 8 euros. Luego el Atlético de Madrid, verdugo del Liverpool, con 9.

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El Paris Saint Germain tiene a Neymar y Mbappé. Solo con esa tarjeta de presentación, mete miedo. Además, el deseo, la obsesión casi de coronar por primera vez a nivel continental, dado que ese es el gran objetivo desde que el estado de Catar adquirió el club en 2011. Ha hecho inversiones millonarias, una tras otra, con los ojos fijos en la Champions, y hasta ahora no se le ha dado. Este puede ser su año. Justamente el PSG abrirá el fuego de los cuartos de final ante la revelación de Italia y de Europa: el Atalanta de los colombianos Duvan Zapata y Luis Muriel y del argentino Papu Gómez. Más modesto en nombres el cuadro italiano, no jugando, es una delicia verlo mover la pelota. Paga 11 euros por cada uno apostado el cuadro bergamasco si da la vuelta olímpica.

El club con la afición más bonita de España -Atlético de Madrid- juega sus fichas mañana jueves ante un tapado, el Leipzig alemán, de la poderosa empresa de bebidas energizantes Red Bull. Por último, el sábado, Manchester City medirá al sorprendente Olympique de Lyon, formación dura, rocosa, aunque con más atletas que violinistas. Es favorito el cuadro manchesteriano, no obstante tener un defecto: produce mucho fútbol, mas no concreta en igual proporción.

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Las apuestas dicen City, Bayern, PSG. Nosotros damos al Bayern adelante. Pero primero debe pasar a Messi… (O)