Hace ya algo más de un mes que la implacable ‘segadora’ tronchó la vida de dos personajes de nuestro deporte: Francisco Rengifo, Pancho para sus amigos y Chicho para su familia; y Fabián Bastidas Romero. Ambos brillaron en los primeros años del profesionalismo y dejaron un gran recuerdo en nuestro fútbol, de manera particular en los que los vieron jugar y que se resisten a esa campaña contra la historia que pretende sepultar en el olvido a quienes lucharon en esos años iniciales por el honor de sus divisas, con valor y calidad que no tenían comparación con los pocos sucres con que los recompensaban después de cada partido.

Profesionalismo empezó a llamarse desde finales de 1950, pero jugadores como Rengifo y Bastidas debieron trabajar arduamente para edificar la seguridad de sus familias. Así fue con todos los de su tiempo.

Pancho Rengifo fue parte de esa emblemática esquina porteña de Machala y Aguirre en la que paraban los jugadores de Chacarita Juniors. Fue la esquina de la central política del CFP y de la famosa cantina bohemia de ‘La Mamita’. Pero si por algo se la recuerda es por el famoso bar Dandy, la capital de la música caribeña en la que la gente se ponía al día en el último disco de Daniel Santos y el éxito más resonante de la Sonora Matancera en tiempos en que la música era ritmo y armonía y los cantantes cantaban, no hablaban con lenguaje sicalíptico.

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Era esquina de familias futboleras. Allí paraban los Rodríguez, el más famoso de los cuales fue Jorge o el Mocho, pequeño centro delantero al que la fama de Sigifredo Chuchuca obligó a marcharse a la punta derecha del legendario Quinteto de Oro barcelonés en el que terminó desplazando al Negro José Jiménez, driblador, goleador y bolerista de serenos. También destacaron en las filas del Chacarita Amado, que fue marcador de punta al que apodaban Mondongo; y el endiablado centro delantero Agustín, conocido en las canchas barriales y luego en el estadio Capwell como Barredora.

Fue también el barrio insignia de los Rengifo de los que Pancho llegó a ser el más célebre, pero por las filas de Chacarita y del Patria destacaron Héctor, José y Colón, un espigado y técnico volante que falleció muy joven. Todos jugaron en primera, pues pertenecieron a los añorados tiempos en que los barrios producían estrellas. De esa esquina se nutrió el Chacarita con Benedicto Coronel, Vicente Amador, el Chato y José Celeste Rengifo, Víctor Perucca Noriega, Julio Agurto, Barredora, Pancho León, Hugo Larrosa y los que llevaron al ídolo del parque La Victoria a la máxima categoría.

El Maestro Enrique Raymondi Chávez fue elegido técnico y jugador para armar el equipo de Unión Deportiva Valdez que iba a jugar el ascenso en la primera temporada profesional. Él había visto jugar a dos delanteros de ese equipo: Pancho Rengifo y Wacho Guerrero y los convenció para militar en el equipo milagreño. Ambos dejaron una huella muy profunda en Valdez. Rengifo era centro delantero. Tenía una técnica exquisita, era astuto, oportuno y gran cabeceador. Sus goles llevaron a la oncena de Milagro a ascender a la primera categoría a la que llegó en 1952.

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Edmundo Valdez Murillo era un dirigente entendido en el deporte y muy inteligente. Para la campaña del debut en la división de honor armó un gran equipo con jóvenes milagreños que alcanzarían la consagración como Honorato Gonzabay, Leonardo Mondragón, Gastón Navarro, Segundo Viteri, Julio Caisaguano, Carlos Titán Altamirano y los complementó con Guerrero, Rengifo, Carlos Serrado, quien venía del fútbol peruano y se había radicado en Milagro, Fausto Villacís, quien llegaba de Aucas de Quito, el peruano Jorge Otoya y los argentinos Oswaldo Citadella, Juan Deleva y Jorge Caruso, los dos últimos estrellas del inolvidable Río Guayas. Hizo una buena campaña, pero le fallaron los arqueros. En la historia quedó Pancho Rengifo al marcar los dos primeros goles que registró Valdez en el profesionalismo oficial. Fue el 6 de agosto de 1952 y se los hizo al arquero argentino Cayetano Frascione, el primero al minuto de juego. Citadella, Otoya, Deleva, Rengifo y Carlos Rivas fue la delantera titular de los valdezpinos.

Los años 1953 y 1954 fueron los de la consagración de los milagreños al conquistar los títulos de esos años dejando atrás a Barcelona, Emelec, Everest, Patria, Norteamérica, Panamá, 9 de Octubre y otros equipos históricos. Fueron equipos completos, llenos de figuras con Alfredo Bonnard, el mejor arquero ecuatoriano de todos los tiempos, Honorato Gonzabay, ya convertido en el Mariscal de Campo, complementado por Serrado, Mondragón y Navarro, y una línea media inigualable: Viteri y Caisaguano. Adelante tenía dos creadores como Otoya y Altamirano y dos realizadores: Rengifo y Villacís. Era tan grande ese Valdez que se dio el lujo de ser empatado por Botafogo, uno de los mejores equipos sudamericanos, que tenía a Garrincha y Nilton Santos. En 1956 Rengifo se despidió de Valdez para pasar a Patria en el que terminó su campaña.

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Fabián Bastidas Romero apareció en nuestro fútbol un poco antes. Llegó muy jovencito al Emelec, campeón de 1948, pero jugó poco, tapado por Ricardo Chinche Rivero y José Guamán Castillo. Su debut como titular fue esplendoroso. El 12 de enero de 1949 alineó en el Clásico del Astillero que los eléctricos ganaron por 4-0. Ese día Emelec alineó a Félix Tarzán Torres: José Guamán Castillo, Félix Leyton Zurita y Fabián Bastidas; Enrique Moscovita Álvarez y Vicente Chento Aguirre; Hugo Puñalada Villacrés, Gastón Fernández, José María Chivo Jiménez, el riobambeño Víctor Aguayo y Humberto Suárez Rizzo. Era el año de la consolidación del Clásico como la gran fiesta del fútbol nacional. Lo que habrá sido para Bastidas estar al lado de esas estrellas y tener que marcar a José Jiménez, el alero diestro barcelonés.

Emelec se llenó de astros nacionales y extranjeros, pero Fabián Bastidas siguió firme en su puesto. A su lado estaban los argentinos César Che Pérez, Manuel Clemente Bravo, Atilio Tetamantti, Juan Avelino Pizauri, los Mellizos Mendoza que habían vuelto de Millonarios de Bogotá y otros grandes. Fue inamovible en 1950 al lado de otros consagrados. Seguía Torres en el marco; la defensa formaba con Carlos Chávez, Eladio Leiss y Bastidas. En la media jugaban Moscovita Álvarez y el argentino Lorenzo Delly, y adelante Júpiter Miranda, Víctor Lindor y los argentinos Carlos Orlandelli, Tetamantti y Pizauri.

1951 fue el último año en que jugó profesionalmente con Alfredo Moreira: los uruguayos Manuel Collar y Luis Alberto Pérez Luz y Bastidas; los argentinos Héctor Pedemonte y Francisco Croas en la medular, y adelante los gauchos Orlando y Mariano Larraz, Luis Masarotto, José Vicente Balseca y Óscar Luis Curcumelli. Los estudios de ingeniería civil lo obligaron a dejar el fútbol.

No lo vi jugar, pero la historia garantiza la clase que exhibió en planteles de estrellas. Lo tuve de vecino en mi barrio cuando era futbolista y vivía en la casa de la familia Bejarano Morán. Lo disfruté como profesor de matemáticas en los tiempos gloriosos del Colegio Nacional Vicente Rocafuerte. Digo lo disfruté porque era un maestro muy cercano a sus alumnos, muy bromista y excelente en su pedagogía y su didáctica, ciencias estas que no surtieron efecto conmigo porque me quedé para abril.

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Sufrí, pero pasé en aquel cuarto curso inolvidable. Siguió siendo para nosotros los vicentinos el Maestro Fabián. (O)

Fabián Bastidas Romero apareció en nuestro fútbol muy jovencito. Fue parte del Emelec campeón de 1948. Se retiró en 1951 y se convirtió en respetado profesor del colegio Vicente Rocafuerte.