La soporífera actuación del FC Barcelona en los tres primeros partidos del ciclo de Quique Setién disparó el debate. Porque Setién es un apóstol de la posesión y la esgrime como pilar sacrosanto de su pensamiento. Los 1005 pases frente al Granada con apenas un gol y el 82,6 % de posesión de balón con solo 6 remates entre los tres palos resultaron algo insoportable a los ojos. Se le contaron 807 pases atrás o a los costados. Semejante improductividad disparó un comentario universal: “¿Y eso para qué sirve…?”. Incluso se desataron muchas burlas, sobre todo desde el madridismo, que genera tendencia de opinión en el mundo. Desde luego con la intención de tirar abajo la afirmación de que el Barcelona de Guardiola (2008-2012) fue el mejor equipo de todos los tiempos. La posesión de balón, el credo indiscutible de la última década, fue sentada en el banquillo durante dos semanas acusada de inútil. Agravado porque Guardiola no pasa sus mejores días en el Manchester City y, en cambio, es la hora de Jurgen Klopp, un técnico que ha hecho de la practicidad una iglesia llena de fieles.