Lo dijo el jueves anterior y la frase corrió rauda por las redes sociales hasta ingresar a la voluminosa antología del disparate: “Despidamos al Bolillo Gómez como lo que es, como un héroe que hizo mucho por el fútbol ecuatoriano”. El autor de tan desafortunada expresión es el presidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, Francisco Egas, quien ya había puesto su nombre en dicha antología en marzo de este año cuando reprendió a los periodistas colombianos luego de un penoso espectáculo de nuestra Selección en un partido amistoso. Cuando lo cuestionaron por el trabajo del entrenador Gómez, se puso de pie. Indignado, y gritó para que lo oyeran en Colombia y Ecuador: “¡Con el Bolillo no se metan!”.

Aquello de “héroe”, calificativo atribuido a un entrenador de fútbol de pocas virtudes y mucha malicia, deberá servir de consuelo a las ‘viudas’ de Gómez. El sufrimiento de su intempestiva despedida tal vez haga perder libras a su principal admirador, un periodista que prometía un futuro de moralidad y espíritu crítico, pero que a poco de iniciado se perdió en el terreno fangoso de la incondicionalidad y los “favores logísticos” que labró el ‘chiribogismo’ bajo el triste lema de “no se debe hablar con la boca llena”.

Hace poco tiempo, en Argentina, César Luis Menotti mandaba a “leer un libro” a un exjugador y extécnico, ahora convertido en analista del fútbol, que pedía la destitución del técnico del cargo de coordinador de la selección de fútbol de Argentina y se ofrecía para reemplazarlo. Con todo respeto, al presidente de la FEF hay que darle el mismo consejo dado que parece ignorar la trascendencia del vocablo “héroe”.

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Vamos a citar dos acepciones recogidas de la Real Academia de la Lengua Española. Según esta, Héroe es “1. m. y f. Persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble, y 2. m. y f. Persona ilustre y famosa por sus hazañas o virtudes”. Para Wikipedia “en la mitología y el folclore, un héroe (del griego antiguo) o heroína es un personaje eminente que encarna la quintaesencia de los rasgos claves valorados en su cultura de origen. Comúnmente el héroe posee habilidades y rasgos de personalidad idealizados que le permiten llevar a cabo hazañas extraordinarias y beneficiosas (actos heroicos) para salvar a las personas del peligro, por las que es reconocido (compárese con el villano)”.

Anímese, señor Egas, a contarnos de las hazañas extraordinarias y beneficiosas que Hernán Darío Bolillo Gómez ha realizado para salvarnos a los ecuatorianos del peligro.

La historia real, que no la cuentan los que usan micrófonos y pantallas únicamente para comentar de los sistemas, tácticas y estrategias y evaden los temas de trascendencia para la vida del deporte, es que el paso de Gómez por nuestro fútbol es la suma de bellaquerías que pretenden ser tapadas por aquello de la clasificación al Mundial 2002.

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Basta recordar que Bolillo, enemigo jurado del trabajo, venía al país cuatro o cinco días antes de cada partido eliminatorio y luego se marchaba a Medellín para volver tres meses después. Y así hasta terminar la eliminatoria a Japón y Corea del Sur. Él mismo confesaría años más tarde que convocaba a diez o doce jugadores y el resto los ponía el expresidente Luis Chiriboga.

No hemos olvidado, los periodistas dedicados a la observación crítica de nuestro deporte, el anecdótico resultado del penúltimo partido jugado en la altura de La Paz cuando Ecuador goleó a Bolivia, país que alineó a siete juveniles. El técnico boliviano era nuestro conocido Jorge Habegger, despedido luego de ese encuentro que posicionó a nuestra Selección al borde de la clasificación.

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En ese tiempo Gómez se negó a permanecer en el país para observar nuevos jugadores y laborar con las selecciones menores. Fueron pocos los días en que lo tuvimos trabajando y cuando se logró la clasificación a la fase final de la Copa del Mundo 2002 advirtió, como es su costumbre (lo repitió antes de la Copa América 2019): “Cuidado con pensar en victorias. Al Mundial va a aprender”. Ya teníamos 103 años de jugar al fútbol y Gómez nos hizo ver que aún estábamos en kínder.

El nuevo ‘héroe’, versión Francisco Egas, es el mismo que dejó botada a la Tricolor en Chiclayo luego del 6-1 que nos atizó Argentina; el que provocó un incidente político-policial por cumplir consignas de Luis Chiriboga Acosta; el que dejó a Luis Capurro para llevar al Mundial 2002 a Raúl Guerrón, defensa del Deportivo Quito, quien, según Chiriboga, iba a ser vendido a Italia. La lista de desaguisados de su ‘héroe’, señor presidente de la Federación, es larga y usted la conoce, pero prefiere seguirle el juego al oculto personaje que impulsó la contratación del Bolillo Gómez.

La nueva llegada del colombiano provocó el rechazo unánime de la afición y de un gran sector del periodismo. Carlos Villacís, expresidente de la FEF, lo contrató empujado por un sujeto todopoderoso cuando el directivo tenía un pie en el estribo y se avecinaban las elecciones. Todos esperábamos que usted, señor Egas, ordenara una investigación e hiciera público el ignominioso contrato hecho a la medida de los intereses económicos del DT Gómez y lesivo a la economía de la Federación. Usted prometió transparencia y hasta hoy no ha cumplido con su palabra.

Le cito una muestra, señor Egas, para probarle que mis afirmaciones son ciertas. Según sus palabras el contrato con el entrenador colombiano contenía una obligación de la FEF de pagar el 30% del total del salario de Gómez hasta su terminación. Sería deseable que usted haga público el contrato íntegro porque usted nunca hizo alusión a esa cláusula y, más bien, habló que la FEF, en caso de dar por terminado el convenio, tenía que pagar más de $ 4 millones al colombiano.

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Tenemos la firme convicción de que nunca hubo cláusula de rescisión. En otras palabras, la FEF quedó comprometida a pagar al técnico hasta el último día del contrato. Usted mismo lo dijo a diario Expreso el 27 de junio de este año: “No existe cláusula de rescisión en el contrato; sin embargo, si se despide a Bolillo habrá que cumplirle todo el contrato, es decir, pagarle cerca de $3 millones”. ¿No cree que hay que investigar a Villacís, al directorio que autorizó el contrato y al abogado o abogados que lo elaboraron?

Aquello de que la famosa cláusula existía es un invento. En un país en que los jubilados se crucifican porque el Estado depredado por la corrupción no puede pagarle los incentivos jubilares y quiere que nosotros, los ciudadanos, pongamos los dólares en lugar de confiscar los bienes de los ladrones de los fondos públicos, el famoso Bolillo Gómez se llevará $ 1’362.324 (de indemnización, más lo que cobró de salario por un año) sin haber aportado nada al progreso de nuestro fútbol. Un solo punto en la Copa América a cambio de más de $ 2 millones.

Esta suma debería ser pagada por los dirigentes que contrataron a Gómez en agosto del 2018, pues era la crónica de una estafa anunciada y programada en la Ecuafútbol. Pero luego de que Francisco Egas proclamara héroe al Bolillo ya no nos queda ni la esperanza.

¡Adiós transparencia! Hay que cambiar todo para que nada cambie, como dijo Giovanni Tomasi di Lampedusa en su famosa obra El Gatopardo. (O)

Francisco Egas, usted prometió transparencia y hasta hoy no ha cumplido con su palabra. Anímese a contarnos las hazañas beneficiosas que el ‘héroe’ Bolillo ha realizado por Ecuador.