Decenas de venezolanos se reúnen hace más de dos meses en la Liga del Sur para hacer lo que más les gusta, el deporte nacional de su país: el bate y la pelota. Esta actividad les permite olvidarse por un rato de la crisis social que viven sus familias en el norte de Sudamérica.

“El que nace con un gusto se lo lleva en la sangre y a donde vaya lo va a buscar. Y si no hay, se lo inventa”, dice con mucha emoción Roberto Poleo, quien de joven fue seleccionado del béisbol venezolano. “Viajé a Colombia, República Dominicana. Yo juego desde los 7 años”, relata mientras sus compatriotas y compañeros del equipo Huracanes se alistan para abrir la jornada ante La Liga.

La modalidad que practican es el sóftbol, variante del béisbol que les resulta más cómoda porque no pueden entrenar todos los días, pues hay que trabajar para el sustento. Por eso, jugar domingo es ideal.

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Poleo recalca que en Venezuela el béisbol es deporte nacional. “Desde niño uno agarra un periódico, hace una bola, toma un palo de escoba y ya con eso juega. Las bases son lo de menos, puede ser una funda, un pedazo de papel, lo que sea...”.

Hacer “lo que sea” para jugar la pelota es lo que impulsó al grupo de venezolanos a juntarse (vía redes sociales) y buscar la manera de practicarlo en Guayaquil, donde hay tres ligas que activan el béisbol: Miraflores, Kennedy y Liga del Sur.

En esta gestión consiguieron el apoyo de otra venezolana, Sofía Pimentel, quien también practica el deporte y es secretaria en la Liga del Sur. Incluso antes de migrar por trabajo a Ecuador, ella ya conocía el país precisamente por ser seleccionada de sóftbol en una competencia sudamericana.

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Gracias a Pimentel, los venezolanos organizan su propio minitorneo (triangular o cuadrangular) los domingos. “El club ADUC me presta las bolas, bates y bases, y nos alquila la cancha del sur”, cuenta Sofía, quien además es la anotadora de las planillas de juegos.

En el torneo participan equipos con nombres que hacen alusión a Venezuela: Aragua, Vinotinto, Llaneros, también hay uno llamado La Liga, que además de venezolanos reúne a dominicanos y cubanos.

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“Este es un torneo abierto, pueden venir venezolanos, ecuatorianos, cubanos, dominicanos, japoneses... Queremos que vengan más personas”, expresa Pimentel.

Marcos Brito, otro venezolano migrante, también se refugia en el béisbol para olvidar lo difícil que es conseguir un empleo en Ecuador. Pero al igual que él, otros peloteros llaneros solo sonríen mientras batean.

Y esa alegría se replica en las gradas. Más venezolanos, esposas, hijos y amigos disfrutan con música, comida, cánticos y bailes. No faltan las barras ni burlas a los rivales, pero al final, ganen o pierdan, sienten que gracias al béisbol se trajeron un poco de Venezuela a Guayaquil. (D)