Soteropolitanos… Ese estrafalario apelativo reciben como gentilicio los nacidos en Salvador, capital de Bahía, aunque los brasileños de otros estados simplifican y los llaman lisamente bahianos. La reina del noreste es la tercera urbe más poblada de Brasil, solo detrás de San Pablo y Río de Janeiro. Con el Gran Salvador reúne más de 4 millones de habitantes y es una de las cinco ciudades sede de la 46° Copa América. Pocos hablan aquí de la Copa, aunque comienza esta noche en Sao Paulo con la selección brasileña enfrentando a la boliviana. En el aeropuerto, ni un mínimo cartel avisa a los visitantes que aquí se disputarán cinco de los 26 partidos que tendrán en vilo al continente. ¡Y vaya si es futbolero Salvador...! El Esporte Clube Bahia está considerado uno de los más taquilleros del país, con medias altísimas de público; en ocasiones, superiores a los grandes de San Pablo, Río, Belo Horizonte y Porto Alegre. En 1988, en un Bahía 2, Fluminense 1 por la semifinal del Brasileirao concurrieron al Fonte Nova 110.438 hinchas. Y tiene otras marcas similares.

 Salvador, que aquí estamos, acogerá el partido más prometedor de la fecha inicial: Argentina-Colombia, mañana. Pero antes abrirán fuego Brasil y Bolivia. Hay inquietud de que una anunciada huelga reste público al estreno del local. Igual, los medios están aún muy enfocados todavía en el campeonato nacional (Santos, con Sampaoli como DT, es la sensación; venció a Cortinthians y acecha al puntero Palmeiras) y en el Mundial femenino, donde Brasil apunta alto, aunque sufrió el miércoles un tremendo palo: ganaba 2-0 a Australia y perdió 3-2 en la reaparición de su superestrella Marta. El Brasileirão entró en receso a partir del miércoles hasta mediados de julio, dándole todo el protagonismo a la Copa.

“¿Hay clima de Copa…?”, nos preguntan. No, de momento se habla muy poco, pero apenas empiece a rodar la globa, la Copa América centrará el interés general. El clima lo fabrica la televisión con centenares de enviados. Hay que llenar horas de programación y por eso la TV trae ejércitos de noteros y opinadores. Luego, el aficionado le pondrá color desde las tribunas y se armará el circo de la vieja y querida copa. Hay preocupación de los organizadores de que los estadios no se llenen, aunque se indicó que, en promedio, ya se ha vendido el 65% de las localidades. Desde luego, en varios partidos ese porcentaje subirá al 100 y en otros… bueno. Algunos se preguntan cómo lucirá el juego Bolivia-Venezuela en un coloso como el Mineirão. Pero eso puede suceder en cualquier torneo.

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Brasil no organizaba la competencia desde 1989, cuando asomó el Ecuador de Dusan Draskovic venciendo a Uruguay (luego fue subcampeón) y empatando con Argentina. Nacía un nuevo fútbol ecuatoriano. Las cuatro veces que Brasil hospedó el torneo (1919-1922-1949-1989) fue campeón. Esa sola estadística lo sitúa como favorito una vez más. Eso y una fuerte selección con un impecable entrenador como Tite, cuyas credenciales ganadoras son abrumadoras. La baja de Neymar no alegra, desde luego, pero no le mueve el cartel de amplio favorito. El futbolista brasileño no le teme al rótulo de candidato, suele justificarlo.

Una proyección de la Escuela de Matemática Aplicada de la Fundación Getulio Vargas, de alto prestigio en el campo educativo y de la investigación, dio como resultado que Brasil tiene un 51% de posibilidades de coronarse campeón. Los demás quedaron muy lejos: Uruguay 12%, Colombia 11%, Argentina 9%, Perú 6%, Chile 5%, Japón 2%, Catar, Ecuador, Paraguay y Venezuela 1%. Con los cuatro primeros estamos muy de acuerdo, en ordenamiento y porcentajes. Argentina, sin Messi, quizás se equipararía con Chile. O menos. Sigue sonando extraño que la selección albiceleste haya venido con un técnico interino y además debutante a una competencia tan relevante. El conocido relator Mariano Closs preguntó en su programa de radio: “¿Chiqui Tapia pondría a Scaloni como técnico de su club…?” Tapia es el presidente de la AFA y a la vez titular de Barracas Central, una institución mínima, que casi toda su vida fue de primera C y ahora acaba de ascender a la B nacional.

Neymar es la gran ausencia -la única- del torneo a nivel de estrellas. También por lesión, aunque un par de escalones abajo, se lamenta la falta del colombiano Juan Fernando Quintero, un crack finísimo, una zurda de oro. Otros nombres de cierta relevancia no están por edad, por el recambio que siempre se opera y por razones técnicas. Y cuando los entrenadores no los incluyen es porque ya no los ven en condiciones de competir. Llamó la atención la no convocatoria de Marcelo Díaz en Chile, un estratega colosal del mediocampo. Cerca de la Roja dicen que es porque filtró intimidades del vestuario y el grupo lo apartó. Pero fuera de ellos, están todos los que son.

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Será una Copa sin Neymar, pero con VAR. El bendito videoarbitraje debutará en esta edición. Aún de reciente implantación, ya está funcionando muy satisfactoriamente, acaso más rápido de lo que todos esperábamos. En la reciente Liga Española el porcentaje de acierto con la nueva tecnología fue del 96,92%. Altísimo. Incluso más: los jugadores ya lo aceptaron y no se quejan: si lo determinó el VAR, así debe ser. También los árbitros incorporaron la herramienta y se avienen a ella cuantas veces fuere necesario. Les quita presión y los alivia de errores groseros. Ya no se cobran penales insólitos ni goles que no fueron ni se dejan impunes patadas alevosas pasadas por alto. ¿Cómo negarse a un recurso tan justo…? Los que estaban en contra se evaporaron. Además, ahora hay ocho personas para fiscalizar los fallos, cuatro en el campo y cuatro en la cabina del VAR. Es casi imposible que haya una equivocación grave.

Esta noche sonarán los clarines y ahí veremos cómo se apañará Bolivia para sofrenar los embates de la caballería brasileña. (O)