Para los futbolistas que nacen en Esmeraldas hay un hecho que es definitivo: si quieren llegar lejos en sus carreras deportivas y ganar dinero que les permita vivir del balompié como profesionales, no se pueden quedar en su provincia. No hay futuro para ellos ahí porque el presente es sombrío.

Esmeraldas no les ofrece opciones de crecimiento y desarrollo futbolístico. Tampoco hay en su tierra natal una infraestructura para entrenar con normalidad –las canchas están en mal estado, sin césped y sin medidas reglamentarias, son polvorientas o lodosas–, como sí se puede hacer en los clubes de Guayaquil y Quito. Por eso emigran y potencian a otros cuadros de las series A y B.

Los jugadores de los 16 clubes de la segunda división tratan de destacar para ‘huir’ lo más pronto en busca de días mejores para ellos y para sus familias. Y tal vez la idea principal de irse no sea emular a los cracks que algún día también abandonaron Esmeraldas, sino vincularse a equipos donde puedan recibir un salario que les permita construir sus sueños.

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Es que la ‘fábrica’ de futbolistas apenas les permite subsistir porque reciben sueldos que, en algunos casos, no llegan a los $ 200 mensuales. Y se quejan de no tener estabilidad laboral, pues los dirigentes les firman contratos de corta vigencia y muchos deben realizar otras actividades para ayudar económicamente a sus familias.

Escabullirse de esa realidad es un anhelo no siempre silencioso. “Los futbolistas en Esmeraldas, desde los 14 años, ya quieren ir a Quito o Guayaquil para luego llegar a la serie A o B. En Esmeraldas no hay apoyo y peor si hablamos de sueldo. Máximo nos pagan unos $ 180 y con eso se sobrevive, ya que no alcanza ni para la comida”, cuenta Édison Hernández, defensa que a los 17 años decidió dejar el Esmeraldas Sporting Club para fichar por el Deportivo Quito, que todavía estaba en la segunda de Pichincha.

“Es imposible depender económicamente solo del fútbol en Esmeraldas. A muchos nos tocaba buscar otra fuente de ingresos. Yo, después de entrenar, de 14:00 a 18:00, iba a trabajar como jornalero en una finca. Con esas ‘horas extras’ redondeaba mi sueldo. Eso me ayudaba en mucho”, continúa.

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Estoy muy agradecido con Juventus. Tengo ocho años aquí, pero mi sueño es subir a la serie A. Luego irme al Barça de España. Danny Jaramillo, jugador de 15 años de Juventus de Esmeraldas

A inicios de este año se probó en El Nacional, pero no se quedó. Entonces le llegó una propuesta de Anaconda, club amazónico de la Joya de los Sachas, que juega la segunda de Orellana. “Acá, por disputar el provincial, gano $ 800. Si pasamos al zonal se incrementará a $ 900 y si llegamos a la fase final habrá premios adicionales. Este tipo de incentivos no existe en Esmeraldas”, apunta Hernández. Y agrega: “El proyecto con Anaconda es ascender a la serie B, mientras que en mi tierra solo se vive de ilusiones y eso se termina pronto”.

Uno de los más recientes talentos esmeraldeños es Luis Estupiñán, miembro de la Tri sub-20 que debutará mañana en el Mundial de Polonia. Xavier Maldonado, presidente del Petrolero, cuenta que en el 2017 Estupiñán le pidió el acta de finiquito de contrato. “Me dijo que no le corte su carrera, que Mushuc Runa lo quería. Acá ganaba $ 190. Me contó que le pagarían $ 500 en Ambato. Esa cifra es imposible cancelarla en Esmeraldas”, dijo el directivo.

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Los futbolistas necesitan que se les reconozca un sueldo mensual, pero acá no nos alcanza. Prefieren irse a clubes como Independiente; ahí tiene un ingreso, comida, alojamiento, estudios y algunas cosas más. Xavier Maldonado, presidente del Esmeraldas Petrolero

Hace una semana, otros prospectos se fueron del Petrolero al Deportivo Cuenca: Carlos Capurro y Kevin Silva. Están a préstamo con opción de compra en diciembre, dice Maldonado. El costo de cada pase fue de $ 10.000, pero por lo pronto los azuayos deben entregar implementos a cambio de ellos.

Pero Édison Hernández tiene una razón extra para la salida masiva de jugadores: “Antes de iniciarse un torneo en Esmeraldas llegan los dirigentes, nos dicen un poco de mentiras y después desaparecen. Nos quedan debiendo y no dan la cara. Así, los futbolistas se abren y se desarman los equipos”. (D)