Una notable investigación sobre el juego (lamentablemente no podemos citar el origen, solo apelar a la memoria) comprobó a través de la medición en un video que, en la final del Mundial 82 entre Italia y Alemania, el arquero Dino Zoff tuvo la pelota en sus manos durante 11 minutos.

Desde luego sumadas todas sus intervenciones de esa tarde. Él solo se robó el 12,22% del tiempo del partido. Algo inaudito, atroz para el espectáculo. Y antes no se reponían, como ahora, dos minutos al cabo del primer tiempo y cinco o seis en el segundo. A los 90 se terminaba.

Los árbitros eran hombres grandes, sesentones a veces, pesados, sin estado físico, y al llegar a los 90 reglamentarios daban los tres pitidos. No querían adicionar, estaban exhaustos; de allí que la FIFA pusiera el tope de los 45 años para ellos. Por supuesto, Dino Zoff no fue amonestado. Ni apercibido. Estaba bien eso, era normal.

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“La Libertadores en los años 60 era una masacre”, contaba Roberto Perfumo, exzaguero del Racing Club campeón de América de 1967. Y sonreía, porque cincuenta años después aquello le parecía irreal. “En esas finales no se jugó”, nos comentó en una entrevista, refiriéndose a la definición de la Libertadores de aquel año entre Racing y Nacional de Montevideo.

¿Cómo así?, preguntamos. “En las dos primeras, que salieron 0 a 0, prácticamente no hubo juego. Se movía la pelota, dos tipos iban a disputarla, se pegaban, empezaban a pelear y ya otros diez se arremolinaban, discutían, se empujaban... Se reanudaba el juego y a los pocos segundos otra vez roces, reclamos, demoras, manotazos... Una cosa insólita, no hubo partidos casi. En el desempate, en Chile, sí, fue distinto, se jugó más. Ahí Racing fue superior y ganó bien. Lo increíble es que después de tres batallas, cuando estábamos en el hotel cenando, cayeron los muchachos de Nacional. Pensamos que se armaba la Tercera Guerra Mundial, pero no, vinieron a saludar y fue todo cordialidad, sin embargo, los primeros dos choques fueron de locos, hoy te da risa de solo pensarlo”.

Argentina fue subcampeón del mundo en 1990 marcando apenas 5 goles. Un récord paupérrimo que tal vez nunca se repita. En ese Mundial se registraron 1.586 pases hacia atrás al arquero. Y fue la Copa con menos goles de la historia.

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Cien o quizás doscientos ejemplos como estos volcamos en nuestro libro Fútbol de ayer y de hoy - ¿Antes era mejor? ¡Por favor...!”.

Los años 60 y los 80 fueron un castigo para los ojos del público. Se jugaba poco, se pegaba mucho, se quemaba tiempo, había especulación, simulaciones, protestas permanentes, excesiva brusquedad, el ritmo era más lento, el juego más cortado, con escasas situaciones de gol, tedioso... Y los árbitros y el reglamento eran permisivos. Aunque nos empeñemos en idealizarlo, así era, en líneas generales, el fútbol hace treinta, cuarenta y cincuenta años.

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Las semifinales de Copa de Europa que acabamos de ver –Barcelona 3-Liverpool 0, Liverpool 4-Barsa 0, Ajax 2-Tottenham 3– son la antítesis de aquello. No solamente fueron extraordinarias, también una iluminación: ¡qué hermoso fútbol estamos viendo! Los dos ingleses, estando tres goles abajo, lograron darle vuelta y llegar a la final en partidos que fueron un tsunami emocional. Liverpool debía ganarle por 4 a 0 al Barcelona para pasar. ¡Al Barcelona de Messi…! Lo hizo, lo arrasó. Al Tottenham le quedaban 35 minutos para hacerle tres goles al equipo sensación del torneo, de visitante y sin Harry Kane, su estrella y goleador. Lo logró en el minuto 95 en una epopeya personal de Lucas Moura. Heroico.

A nadie del Ajax se le ocurrió la sudamericana receta de hacerse el lesionado o irse hasta el banderín del córner a pisarla para perder tiempo ni pegar un patadón o alguna de nuestras tradicionales artimañas. A propósito: ¿cuántos partidos se definen actualmente en el tiempo añadido…? Toneladas. La prensa europea coincide que se trata de la mejor edición de la historia del torneo.

El jueves, por semifinales de la Liga Europa, hubo otros dos choques espectaculares: Valencia 2-Arsenal 4 y Chelsea 1-Eintracht Frankfurt 1. Si los anteriores nos asombraron, este último nos dejó boquiabiertos: un duelo de una velocidad e intensidad como no recordamos. Impresionante. Fue a galope tendido en los casi 130 minutos que duró. No se dieron tregua ni un instante.

Una joya como el Manchester City 4-Tottenham 3 antiguamente ni siquiera era concebible. No se pensaba en jugar así. Ni que se podía jugar así. Conste que el grado de oposición nunca fue mayor que el actual. Hoy, hasta los delanteros están obligados a retroceder marcando. Lo cual dificulta el armado de juego, el quiebre de líneas que activa el peligro de gol.

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No obstante, el futbolista aprendió a pensar, decidir, controlar, pasar y rematar en velocidad. Y con el rival presionándolo encima. Igual desequilibra. Por eso se ven infinidad de jugadas de riesgo frente a los arcos. En el Ajax-Tottenham anotamos veinte acciones de gol inminente, varias en los palos, salvadas milagrosas de los arqueros, tiros que se fueron por milímetros.

Y además está el VAR, que marcará una nueva era. Aunque en etapa de perfeccionamiento, ya está funcionando bien.

Es una bendición que ayuda a evitar el 80 o 90% de los errores graves que se cometían. Y que decidían partidos y campeonatos. Es tan maravilloso que, ahora, un enfrentamiento sin VAR nos parece de la era Paleozoica. ¿Cómo… no hay VAR?, preguntamos.

El fútbol actual es infinitamente más atractivo que el del pasado por velocidad, despliegue, búsqueda del triunfo, número de goles, emotividad, vivacidad. Y por limpieza. No hay crispación, hay vibración. No se dan las patadas salvajes de otros tiempos ni equipos que salgan al 0 a 0. No hace mucho volvimos a ver, entera, la final europea de 1984 entre Roma y Liverpool, que igualaron 1-1, fueron al alargue y a los penales, donde ganaron los Reds. Comparado con los del presente parece un encuentro de viejas glorias a beneficio de los inundados o de la lucha contra algo.

Este presente es producto de la evolución de la actividad. Y, naturalmente, los principales agentes de cambio son los técnicos. Viven pensando en mejorar cada aspecto del juego, del entrenamiento, del cuidado del protagonista. Muchas voces ponen reparos: que tales partidazos solo se ven en Europa. Lógico, allá están los mejores jugadores y entrenadores. Pero Europa marca tendencia, y esa línea se esparce por el planisferio. Además, ahora somos espectadores globales y consumimos lo que más nos agrada. ¿O apagamos la tele y nos guardamos para ver solo nuestro prosaico fútbol criollo…? Entre nosotros: ¡qué lejos estamos…!

Desde los siete u ocho años venimos escuchando la frase célebre y agorera: “El fútbol se muere”. Siempre respondemos igual: no muere, se recicla, se reinventa. Tiene la fuerza intrínseca de cien volcanes. Y está viviendo su propia reivindicación. (O)

 

Los años 60 y los 80 fueron un castigo para los ojos del público. Se jugaba poco, se pegaba mucho, se quemaba tiempo, había especulación, simulaciones...