Armado con tijeras y navajas, Matías Henríquez llegó entrada la noche del pasado 9 de febrero al hotel Diego de Almagro, al sur de Santiago de Chile. No iba a atacar a nadie, sino a cortar los cabellos de los integrantes de la selección juvenil de Ecuador, que iba a medirse al día siguiente con Venezuela y que se coronó campeón del Sudamericano Sub-20.