Por  rvasco42@hotmail.com

Me apena decirlo por todos los momentos alegres que supe vivir en mi niñez, cuando mis emociones futboleras se condensaban en esa camisa amarilla de seda brillosa, con corchetes, inviolada todavía por los avisos de marcas que intentan captar consumidores aprovechando la popularidad del ídolo, hoy caído en desgracia.

Me veo en la General del viejo estadio Capwell, con el rostro congestionado por la euforia y los brazos alzados en señal de victoria, celebrando los goles del Cholo Sigifredo Agapito Chuchuca, “mezcla de mangle y picardía”, como lo describió Ricardo Chacón García en Diario EL UNIVERSO en una página ya amarillenta y llena de polvo, como la gloria que fue. Nada movía el corazón hasta la taquicardia como la ‘bicicleta’ que inventó el inolvidable Enrique Pajarito Cantos, copiándola

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–según me contó un día– del uruguayo Roberto Scarone, gran figura del balompié uruguayo, que dejó su huella en el Capwell cuando arribó con el Deportivo Cali, en 1947.

Hoy que el balón rebota en el cuerpo de los superpagados cracks de hojalata, revive en mi memoria el elástico movimiento de José Pelusa Vargas al saltar y en el aire ‘matar’ el balón en la almohada de su pecho para bajarla a su botín y meter un pelotazo que se filtraba en medio de la defensa contraria para que llegaran Chuchuca o Cantos y ejecutaran al arquero rival. Ya no hay punteros porque los digirieron los técnicos antropófagos. No existía el video aún, por eso los sabios tacticistas de hoy se privaron de ver el hermoso dominio del balón, el regate balletístico y el centro medido de Guido Andrade, tentado por Boca Juniors de Argentina durante el Sudamericano de Río de Janeiro, en 1949

Tiempos de nombres señeros en la dirigencia y en la cancha. Cómo no recordar a Federico Muñoz Medina, Rigoberto Aguirre Coello, Victoriano Arteaga Martinetti, Wilfrido Rumbea León, Luis Guerrero Alvarado, Miguel Salem Dibo, Emilio Baquerizo Valenzuela, José Tamariz Crespo, Galo Roggiero, Nicolás Romero Sangster y tantos otros patricios de la causa oro y grana; personajes de alma y raigambre del Astillero.

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Imposible para los viejos barceloneses echar al olvido a José Jiménez, Carlos Pibe Sánchez, Juan Benítez, Fausto Montalván, Jorge Cantos, Guido Andrade, Galo Papa Chola Solís, Simón y Clímaco Cañarte, Gonzalo Chalo Salcedo, Carlos Alume, César Solórzano, Miguel Esteves, Luciano Macías, Vicente Lecaro, Washington Muñoz. Podríamos citar más de un centenar de nombres más cercanos en el tiempo que pusieron el escudo de Barcelona en el corazón y lo soldaron allí. Necesitaría tres columnas como esta solo con nombres. No era cuestión de dinero, era amor del puro, del que no nace del cheque mensual, sino del cariño a la divisa.

Todo se ha perdido. Gente sin ningún vínculo emocional con el club llegó a dirigirlo. No era su meta perpetuar la grandeza que ellos no habían forjado, sino aprovecharla para otros menesteres, especialmente políticos. También hubo otro interés y de allí la deuda actual que nadie sabe cómo creció, quién la hizo crecer, con qué propósito. En Argentina la Inspección General de Justicia tiene atribuciones para supervisar e intervenir a los clubes en sus finanzas. Gracias a ello el presidente y dos exvicepresidentes fueron apresados en 1999 por orden de un juez en la causa etiquetada como “Administración Fraudulenta, Víctima Racing Club”.

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Más allá de la crisis financiera del club por una deuda que muchos consideran impagable, hay una crisis moral en Barcelona. El presidente ha renunciado a una candidatura política que fue la causa principal de su postulación. Fue la baraja de la Revolución Ciudadana para captar la Alcaldía de Guayaquil, pero más tarde se desvió hacia la Prefectura provincial. El triste papel del club en el campeonato nacional; la eliminación en la primera fase de la Copa Sudamericana ante un modesto equipo llamado General Díaz; las contrataciones injustificables de jugadores como Ariel Nahuelpán, quien pidió que Barcelona sea suspendido como institución por una deuda, pero sigue siendo alineado; como José Ayoví, que venía arrastrando una suspensión por dopaje en México; como Fricson Erazo, que no era tomado en cuenta por Vasco da Gama y de quien, se sabía, no podía jugar en el torneo nacional; o como la de Joffre Guerrón, pasado de peso y de moda; o el dopaje del ahora suspendido Michael Arroyo.

Agreguen ustedes la oscuridad de una auditoría de la deuda cuyos resultados fueron cortina de humo, pues se denunció una presunta malversación de fondos de anteriores directivas, pero todo quedó en denuncia. La renuencia a presentar informes de la deuda en las asambleas de socios; el cuasi abandono del cargo del presidente para ejercer la Gobernación por 15 meses y luego dedicarse a extensos recorridos políticos, todo eso fue sumando para que las encuestas hicieran que el presidente desista de su empeño de buscar la Prefectura. Si no podía administrar un club por sus limitaciones, peor podía hacerlo con la Prefectura del Guayas.

El que fue un modesto club de barrio empezó a hacerse grande a partir de 1947, cuando apareció reforzado por los jovencitos del Panamá llenos de calidad. El 3 de agosto de ese año jugaron contra Emelec, que era el favorito, pero EL UNIVERSO señaló: “Barcelona tiene un once remozado que sabrá sobre todo punto de vista jugarse el todo por el todo”. Fue caída torera 3-2, pero este Diario dejó constancia que “con un plantel remozado, ofreció una resistencia inesperada, a tal punto que, a base de magníficas jugadas supo ponerse en ventaja ante un rival de mayor experiencia y preparación. Jugó Barcelona, antes que con técnica, con singulares bríos, alentado por su incansable barra Barcelona demostró ayer que tiene un equipo de garra que, con el acoplamiento de sus presentaciones futuras, mejorará ampliamente hasta convertirse en un equipo de mucho respeto”.

Esa fue la partida de nacimiento de la idolatría, proceso en el que nada tuvo que ver el Marqués de las Rosas al que la actual directiva señaló como ‘forjador’ de la condición de ídolo en una muestra de ignorancia de la historia y bajo el influjo del adalid del “chupamedismo” periodístico.

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A estas alturas, con equipo desaliñado, descolorido, plagado de paquetes, solo queda recurrir a la historia. En Barcelona hay que cambiar todo, menos el nombre. Quienes aspiren a ser dirigentes deben demostrar que vive en ellos el espíritu del Astillero, el que tenían Victoriano, Wilfrido, Pan de Dulce, Rulimán Guerrero. Los que recaudaron en tres años $ 80 millones en publicidad (son las cifras que mencionan socios opositores) y no pudieron hacer un buen equipo; los que repartieron las utilidades con empresas afines al correísmo corrupto; los que erraron en las contrataciones –no siempre por ingenuidad o desconocimiento– y que hicieron crecer el déficit que arrastra hasta el punto de generar un aroma de quiebra, no pueden seguir en Barcelona.

Creo que del interior del club canario, o por convocatoria de la Asociación Barcelona Astillero, entidad guardiana de las glorias de la institución, bajo la conducción del presidente vitalicio de Barcelona, debe convocarse una asamblea, a una especie de cabildo abierto, para tomar las decisiones radicales que se requieren de urgencia para eliminar las formas de cáncer que hoy tienen al Ídolo del Astillero en estado de coma y con ventilación mecánica. (O)

A estas alturas, con equipo desaliñado, descolorido, plagado de paquetes, solo queda recurrir a la historia. En Barcelona Sporting Club hay que cambiar todo, menos el nombre.