“Ra-shi-á… Ra-shi-á… Ra-shi-á…” (Ru-si-á… Ru-si-á…)”. Así, acentuado en la última vocal, 70.000 aficionados rusos seguían firmes en las tribunas, liberando su emoción. Querían estirar el festejo. No tienen cantitos como en nuestras canchas del tipo “los vamo’ a reventar”. No. No son fanáticos al uso nostro, ni demasiado eufóricos, sí entusiastas, educados y tranquilos, pero esta victoria por penales sobre España y el pase a cuartos de final definitivamente les hizo aflorar todo el orgullo ruso. No es la final del mundo ni de la Eurocopa, ni siquiera la semifinal, pero acaso mucho más que todo eso: el partido más importante en la historia del fútbol ruso. La alegría se justifica. La tarde quedará grabada a fuego, será efemérides. Cuando Artiom Dziuba marcó de penal el 1 a 1 durante el tiempo reglamentario, el estadio Luzhniki se estremeció. Celebraron que podían empatarle a un campeón del mundo. Rusia es el número 70 del ranking mundial, el más modesto de los 32 equipos mundialistas. Clasificó por ser anfitrión. ¡Y eliminó a España…! La Roja que integran seis jugadores del Real Madrid, cuatro del Barcelona, tres del Atlético de Madrid, otros del Arsenal, el Chelsea, los dos Manchester…

Nadie daba un centavo por Rusia antes del Mundial, pero ya está en cuartos. El magnífico Ígor Akinféev, arquero del CSKA moscovita, ya se prueba el traje de héroe nacional y puede ir soñando con una estatua. Su soberbia actuación les permitió a sus compatriotas celebrar este pase histórico. Fue una muralla. Sereno, seguro, evitó un gol ante un remate de Iniesta, descolgó muchos centros, dio sensación de solvencia y paró dos penales en la definición desde los doce pasos, luego de 128 minutos de juego. A medida que avanzaba el partido, el público lo ovacionaba en cada intervención. Puede pedir lo que guste, Akinféev, miles de suegras estarían encantadas de complacerlo.

Domingo de sol, 26 grados, veranito ruso. Moscú disfruta del mismo clima acogedor que ha acompañado a todo el Mundial, con temperaturas cálidas pero agradables, tal vez una de las razones de los excelentes partidos que se han visto. En otras copas, como las de México y Estados Unidos, los calores sofocantes conspiraron contra el juego. Más de 80.000 personas se allegaron al impactante Luzhniki, el escenario principal de esta Copa. Está apenas a 7 minutos en taxi desde la Plaza de la Revolución. El 90% del público se transportó cómodamente en el Metro. Dos líneas pasan por el coliseo, la azul y la circular; esta última aérea, que corre bien próxima al Luzhniki, Estadio Central Lenin durante los años soviéticos. Que tiene un feo recuerdo: en 1982, durante un partido de Copa UEFA del Spartak, un embotellamiento en una salida produjo 300 muertos y 61 heridos. Pero fue hace mucho tiempo, los de 40 años para abajo no registran la tragedia. Y no fue por disturbios.

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Este domingo fue una fiesta completa. La gente llegó pacíficamente, sin estridencias incluso. Rusia 2018 no solo es el Mundial de la seguridad, también el de la tranquilidad, no hay desbordes de ningún tipo, no están permitidos. Martín Repetto, 45 años, chef, muy futbolero como buen argentino (“hincha de Independiente a muerte”, confiesa), es el máximo responsable de la cocina del hotel Ukraine, considerado el más lujoso de Europa, donde se instaló la plana mayor de la FIFA. Antes del torneo, en una nota con La Nación, advirtió a los hinchas argentinos: “Vengan a disfrutar el Mundial, pero tranquilos. Si la policía te para, no es como en Argentina. No te hagas el loco, porque si lo hacés, terminás en un camión celular. Y si alquilás un auto no manejes con alcohol, porque la tolerancia es cero. Te sacan la licencia”. Los fuertes dispositivos de control funcionan para bien, dice: “Es un país superseguro, me he dejado la computadora en el auto y al día siguiente seguía ahí. Camino a las dos o tres de la mañana sin problema. Pero no te pases de la raya, porque la vas a pagar. Podés cantar en un bar y alentar a tu equipo sin problema. Pero no te pelees en la calle, no te enfrentes a la policía porque te llevan preso”.

En ese clima festivo y de concordia que reinó en el Luzhniki, unos tres mil españoles, mezclados con alrededor de 70.000 rusos, masticaban desencanto. España es la gran decepción del campeonato: llegó como favorita al título, enfrentó a varios rivales considerados ‘accesibles’, fue eliminado rápida e inesperadamente por Rusia y, lo que es peor: no jugó a nada, por eso la desazón es mayor. Esta misma España quedó fuera de Brasil 2014 en primera fase, siendo goleada 5-1 por Holanda y derrotada por Chile 2-0. Y ahora se va en octavos dando pena. Tuvo la posesión de la pelota, pero fue un dominio estéril, anodino y sin ninguna profundidad. Hizo la enormidad de 1.114 pases, la inmensa mayoría de ellos, pases defensivos, sin sentido. De Piqué a Carvajal, de Carvajal a Ramos, de Ramos a Jordi Alba, de Alba a Ramos de vuelta. Todo el tiempo así. Soporífero. Los hinchas rusos, aunque respetuosos, en un momento abuchearon esa fealdad futbolística. Pero una vez más España tuvo suerte en este torneo: en un centro pasado, Ignashevich se tiró sobre Sergio Ramos para impedir que cabeceara, la bola dio en su pantorrilla sin que él se diera cuenta y se metió en el arco del muy devaluado De Gea. Un 1-0 insólito, de lotería. Los organizadores rusos, anfitriones tan atentos, emitieron por los parlantes, durante unos segundos, los acordes del paso doble Y viva España…, una novedad de este torneo. Claro, en el palco estaba el rey Felipe VI.

Enfrente, la Rusia de Cherchesov. Una Rusia con menos complicaciones de estilo que España, más simple y elemental, conocedora de sus límites, hizo un partido decente, se defendió con fervor y empató mediante un penal en el que falló dos veces Piqué. Primero pifió una pelota fácil y la mandó al córner; desde la esquina vino el centro e hizo mano.

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El gigantón ruso Dziuba, una especie de Iván Drago de la película Rocky IV, transformó el penal en gol y con ese 1-1 se llegaría hasta los penales. Cherchesov es un astuto consciente de que a España en el tiempo reglamentario era difícil ganarle. Pero un empate y penales es una fórmula viable para los menos poderosos. Y la aplicó. Dejó en el banco a dos de sus figuras de ataque, Smolov y Cherishev, aunque Cherchesov es capaz de dejar a Putin en el banco, no tiene problemas.

Su plan funcionó a la perfección. Y en la tanda de penales, Akinféev le paró los disparos a Koke y Aspas.

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La tarde caía, los parlantes atronaban con Katiusha, la excepcional composición folclórica que animó a los soldados del Ejército Rojo en la Segunda Guerra. Rusia se fue a dormir con una sensación extraña y placentera: era la revelación de una Copa del Mundo. (O)

Los organizadores rusos, anfitriones tan atentos, emitieron por los parlantes, durante unos segundos, los acordes del paso doble Y viva España…, una novedad de este torneo.