Sin lugar a dudas el fútbol es un fenómeno social que nos atrapa bajo sus propios argumentos, espontaneidad y conciencia, capaz de someter los usos y costumbres de quien quiera oponerse.

El fútbol es el deporte que conquistó a las sociedades del mundo en base a su contenido, ha logrado conseguir una conjunción social capaz de traspasar barreras, tanto así que los sociólogos más reconocidos en el mundo han estudiado lo que Marcel Mans considera como un “hecho social total”.

El fútbol sigue siendo la mayor manifestación del universo, provocada por una pasión, esas sensaciones casi mágicas tienen su explicación, algunos expertos hablan que el fútbol es la vida misma interpretada por un hombre futbolista que genera desde su cuerpo polisémico, una fusión corporal-espiritual, capaz de generar una reacción social, cultural e histórica.

Publicidad

Hay sociedades del mundo que han adoptado al fútbol como un derecho adquirido en su cultura popular, con un poder absoluto hasta para nombrar a héroes y villanos.

Este fenómeno social llega cada cuatro años para trastornar nuestras agendas y entregarnos apasionadamente a disfrutarlo, se llama Mundial de fútbol, el que hoy está en marcha; los países directamente clasificados celebran y sufren sus actuaciones, al caso nos remitimos, México considera que la heroica jornada que les permitió ganarle al actual campeón Alemania fue suficiente para darles una especie de absolución sacramental a los irresponsables pecadores que se dieron manera para emular una celebración pagana, celebrar anticipadamente el triunfo; los peruanos cuentan que ocho mundiales sin ir fue demasiado castigo, 36 años viendo celebrar a otros, dice el periodista peruano Toño Angulo Daneri. La asistencia al Mundial para Perú significa que aquellos que asistieron al Mundial cuando eran adultos se hicieron mayores, los niños se hicieron adultos, los mayores tuvieron nietos, todo un suspiro en la historia de la humanidad, todo lo que pasó en 36 años de abstinencia futbolera se transformó en lamento.

La FIFA, que no es ajena a estos fenómenos sociales, anda interesada en que más países en el mundo disfruten esas sensaciones y que menos sientan la ausencia a estas citas mundialistas; los dirigentes del máximo organismo creen que bajo el argumento de ampliar los participantes conseguirán ese objetivo, quienes estamos en el fútbol sabemos que ese es un razonamiento mentiroso, porque la verdadera razón es la loca ambición de manejar más recursos económicos para enriquecer sus arcas; pero en fin ellos saben que a muchos países les va a agradar la tesis de tener más opción de clasificar y los dirigentes de la FIFA, a la cabeza Gianni Infantino, aseguran la reelección, al fin y al cabo el clientelismo no lo inventaron ellos en la FIFA, sino sus antecesores, que con esas prebendas y también con las regalías corruptas consiguieron en su tiempo reciprocidad y hasta admiración de reyes, príncipes, etcétera, y que descubiertas tan inmorales prácticas, silenciosamente han tenido que bajar los cuadros, tirar abajo las estatuas, borrar los nombres a los estadios, romper pergaminos y pulverizar las medallas.

Publicidad

Aunque en el campo futbolístico este Mundial todavía nos debe mucho, estamos esperanzados de que mejorará, que los favoritos como Alemania, España, Brasil, Francia, Bélgica superarán el rendimiento inicial y estarán en las instancias finales, el mismo Rusia y otras sorpresas como Japón o México deberán tener sus aspiraciones latentes hasta alguna ronda más; Uruguay puede ser la novedad silenciosa para rescatar el fútbol sudamericano, porque Argentina está más hecho para el sufrimiento, por no dar oportunidad a las nuevas generaciones y por falta de carácter ante la adversidad y así es difícil ganar un mundial.

Serán 31 días y 64 partidos de fútbol que generarán miles de horas propios de periodismo deportivo más variopinto que evento alguno pueda congregar, justificando así por qué al rey de los deportes hay que ofrecerle tanta pleitesía y honores. No solo la tecnología se ha encargado de engrandecerlo, por eso ha puesto a disposición de todos la televisión y producciones en HD, 4K, fotografía digital, reportes vía Skype, redes sociales, que cumpliendo su papel han ejercido una influencia más directa al común del aficionado, hasta al más insensible del planeta.

Publicidad

Cuando en 1930 se disputó en Uruguay la primera Copa Mundial, cada cuatro años a excepción de 1942 y 1946, las estadísticas señalan que en 21 campeonatos mundiales solo ocho selecciones han alzado la Copa, y son Brasil (5), Italia (4), Alemania (4), Uruguay (2), Inglaterra (1), Francia (1) y España (1). Ellos son los únicos privilegiados que han levantado tan anhelado trofeo, es tal el misticismo sobre este ícono, que simboliza el poder futbolístico, que la FIFA ha establecido en su reglamento que solo jefes de Estado y campeones del mundo pueden alzarlo, cuentan que cuando llegó el trofeo a Colombia, el máximo exponente del fútbol colombiano el Pibe Valderrama solo pudo tocarlo, mientras que el presidente Juan Manuel Santos pudo alzarlo a su llegada a la Casa de Nariño.

Durante el Mundial de Rusia, hay muchos interesados en investigar los réditos económicos de la FIFA o los políticos de los rusos, el conocer el esquema comercial, cuánto se pagó en derechos, cuántos turistas asistieron, cuántos dólares dejó la venta de entradas, cuántos televisores se vendieron, qué indumentarias deportivas, invirtió más en publicidad, etc., etc., y no en otros factores que son los que irradian la majestuosidad del fútbol y que impactan a las sociedades. Como para dar un ejemplo, nosotros los ecuatorianos al sentirnos ausentes de la fiesta más importante del fútbol, cuestionamos con derecho: ¿Qué van a corregir los responsables para evitar una nueva frustración? ¿Cuándo estaremos conscientes de que el avance del fútbol tiene un hilo vinculante con el progreso de las sociedades? Para que quede claro, un mundial de fútbol no solo es un buen motivo para hacer turismo, es de por sí un fenómeno social al que debe atendérselo con seriedad y planificación, por lo que representa.

La imagen que ejemplariza lo que es capaz el fútbol para convalidar su trascendencia en las grandes mayorías la grafica un tiro penalti en desarrollo, y comienza en el momento en que el árbitro del partido marca la pena máxima, ahí se inicia el suspenso. Un arquero solitario que ve que sus compañeros se alejan, que siente que los fanáticos silencian, que el fusilero coloca la pelota en el círculo que separa el destino, el temor del arquero y del ejecutor y tantos que forman el conglomerado con las pulsaciones al máximo, hasta que se conozca el desenlace, el resto viene por añadidura. Aquella sensación que solo el fútbol nos puede dar y que Mario Vargas Llosa certifica cuando explica: “El fútbol nos permite sacar al aire libre por un rato, al antropoide taparrabos, ávido de placer y cataclismo que pese a tantos años de esfuerzos por aniquilar sigue habitándonos”. (O)