El cuadro era dantesco: el equipo goleado, vapuleado en el campo, aniquilado; decenas de miles de hinchas en las tribunas de Nizhny Nóvgorod desolados unos, enardecidos otros. El técnico, desesperado, agitando sus tatuados brazos, gritando indicaciones, reclamando entrega a sus jugadores, fallos al árbitro. Argentina jugaba sus últimos minutos frente a Croacia y la envolvía el dramatismo de un funeral cuando están por cerrar el cajón. Aunque todavía está abierto…

Papelón, bochorno, cataclismo… Se puede agregar sal a gusto del consumidor, todo cabe. Un equipo y un técnico indignos de la camiseta argentina escribieron otro capítulo negro en la rica historia del fútbol que dio a Di Stéfano, Maradona y Messi. Croacia aplastó 3 a 0 a la selección dirigida por el controvertido señor Sampaoli y, aunque queda una pequeña esperanza de clasificación, casi sería mejor cerrar el libro y abrirlo después de que termine este Mundial de Rusia 2018, no sea cosa que se reciba otro cachetazo. Croacia llegó a 6 puntos y clasificó a octavos de final, Argentina quedó con uno y ahora depende de una serie de factores externos y también de sí mismo: está obligado a vencer a Nigeria en la última jornada del grupo. La pregunta es cómo... Con esta misma Nigeria ya perdió 4-2.

Treinta y cinco mil simpatizantes argentinos llegaron a Rusia guiados por una ilusión sin el menor sustento. Simplemente por confianza en la camiseta, en la tradición, en Messi. Pero abajo no había nada, era un rascacielos sin cimientos. Y empezó a tambalear frente a Islandia. Contra Croacia, aunque el entrenador intentó varios cambios, la estructura se derrumbó. La imagen final fue fuerte: un equipo impotente, completamente superado por el rival, goleado y atribulado por su falta de jerarquía.

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Es un fracaso deportivo, no un problema de país, es fútbol y hay que tomarlo como tal. Nadie muere por esto, aunque sin dudas desquicia el humor social de la gente, sobre todo en la Argentina, el pueblo más pasional del mundo por este juego. En todo caso, el desencanto se agiganta por pretender ignorar la realidad. Los últimos años del grondonismo fueron ya de un desgobierno total, tapados porque la Selección llegó a la final en Brasil 2014. Maquillados por Messi, la única luz. A la muerte del todopoderoso capo, la anarquía alcanzó límites surrealistas, a tal punto de ser la AFA intervenida por la FIFA. Ahora hay autoridades estables, pero con una herencia pesada. En todo ese tiempo se tomaron decisiones lamentables, no hubo conducción y ello se vio reflejado en la última eliminatoria, donde Argentina tuvo tres técnicos en una misma competición y seguramente fue el participante de peor juego de los diez, aunque clasificó casi por milagro, jugando siempre muy mal, exclusivamente por Messi y porque Ecuador en la última fecha presentó una selección “B” (o “C”). Todo ese combo explotó ahora en el Mundial, primero con el empate ante Islandia y luego con esta debacle frente a Croacia, un equipo sólido, que sabe a qué juega, con varias figuras importantes, encabezadas por el extraordinario Modric y Rakitic, una selección fuertísima físicamente, también por momentos violenta en el juego ante Argentina.

Cuando no hay categoría, el error aparece; más tarde o más temprano, pero está ahí, agazapado. Fue en el minuto 53, un imperdonable error del arquero Caballero le dio el primer gol a Croacia. Tenía un rival encima, pero quiso salir jugando en lugar de sacarla para arriba, la regaló y le quedó perfecta a Ante Rebic para que lo fusilara. Le cargó el fusil a su verdugo. Uno a cero y se derrumbó el equipo argentino. Sampaoli había justificado el llamado y la titularidad de Caballero en que tiene buen juego de piernas. Parece un chiste; es real.

De ahí en adelante fue todo de Croacia, que con serenidad y buen toque aprovechó la desesperación y el abatimiento de Argentina para machacarlo. Si duraba diez minutos más podían llegar otros tres goles. Lo salvó la campana. Se notaron diferencias abismales entre un equipo y otro en el plano anímico. Los jugadores argentinos, además de su falta de aptitudes, sufren del exitismo feroz que impera en el país, en el hincha argentino en general, que exige el título o nada, sin reparar en que este momento de su fútbol no está para cumplir con semejante demanda. Argentina no tiene jugadores. De los que están acá en Rusia, sacando a Messi, a Otamendi (un zaguero) y dos emergentes como Tagliafico y Meza, el resto no está en categoría. Y afuera puede haber un Icardi que mereciera incluirse. Y punto. El imperativo y desproporcionado reclamo de la tribuna ejerce una presión bestial sobre jugadores y cuerpo técnico. Nunca hay serenidad, falta la confianza, y ante el menor contratiempo del juego, el equipo se resquebraja. Sampaoli tuvo ocho meses, desde el fin de la eliminatoria, para tomar dos caminos: 1) armar un once nuevo; naturalmente era muy arriesgado, porque una selección tarda mucho tiempo en formarse y adquirir competitividad. 2) Recurrir a los históricos, ya quemados por la crítica, pero con larga experiencia. Prefirió esto último. No funcionó. Di María, Biglia, Rojo, Banega. Higuaín quedaron fuera ante Croacia, igual ya era muy tarde. Es un equipo sin juego, sin rumbo, que además se quedó sin moral. Como un boxeador que viene de nocaut en nocaut. Va a pelear porque lo programaron, y se come otra paliza.

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Sin querer jugar al profeta, intuíamos un descalabro en esta participación, acaso no tan duro, pero esta selección viene mal hace tiempo. El primer partido de la eliminatoria –8 de octubre de 2015– ya había cumplido una actuación lamentable ante Ecuador y cayó 2 a 0 en Buenos Aires. El último había sido el catastrófico amistoso frente a España, en el que sufrió el 6 a 1. Así fue todo el camino estos últimos tres años; no había razón alguna para ser optimistas. O acaso sí, la presencia de Messi. Pero, en este contexto, Messi no puede torcer el destino de ningún partido, salvo una jugada aislada e individual. Messi es el genio del fútbol peor acompañado de la historia, por directivos, técnicos, compañeros E HINCHAS. Se desenvuelve en medio de una desorganización y mediocridad penosas. Pero sigue poniendo la cara y pasa lo que vemos: lo cachetean todos. ¿Cómo es posible que alguien crea que un solo jugador, por fantástico que fuera, sería capaz de derrotar él solo a un equipo como Croacia, una maza, una maquinaria compacta…?

Fue un jueves duro en Rusia: dos sudamericanos perdieron, Perú ya está fuera del Mundial. Argentina prepara las maletas, Colombia pende de un hilo… Europa está imponiendo una superioridad que aflige. (O)