¿Cómo se dirá felicidad en ruso…? Vladimir Putin guardó al máximo su compostura, aguantó lo más que pudo su euforia interior y puso una sonrisa diplomática para no herir al príncipe heredero Mohammad bin Salmán, de Arabia Saudita. Aleksandr Golovin, la gran figura emergente del futbol ruso, acababa de cerrar el resultado con un precioso tiro libre: 5 a 0. Y un 5 a 0 no se festeja en la cara del adversario, menos si es una majestad.

Pero daba para sonrisa, abrazo y grito. Fue una tarde redonda de Rusia. El inicio del Mundial -siempre una prueba de fuego para el anfitrión-, la impecable ceremonia inaugural, el espléndido clima primaveral, el espectacular triunfo sobre Arabia Saudita… Todo un combo feliz. Inolvidable comienzo mundialista. ¡Cinco goles…! Acaso el preludio de un Mundial lleno de emociones. Recordamos aquellos tiempos en que el partido inaugural acostumbraba ser un bodrio y salir 0 a 0 dejando a todos con una mueca de hastío. Fueron cuatro Mundiales seguidos, de 1966 a 1978, en que el partido que debía ser un gustoso aperitivo, terminó 0 a 0. Y en 1982 Bélgica venció a Argentina 1-0. Una sola vez se sacudió la red en cinco partidos inaugurales. Acá fue al revés, cinco en uno.

La ceremonia de apertura, siempre un desafío de creatividad para no repetirse o querer ser demasiado original, fue breve. Nadie se enojó, la gente siempre está ansiosa por el plato fuerte, el fútbol. Y fue fuerte pese a que se medían los dos equipos más bajos del Ránking Mundial: los saudíes están en el puesto 67, los rusos en el 70. Pese a ello, compusieron un partido atractivo, intenso y dinámico.

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Rusia sorprendió por su propuesta ofensiva, su trato de balón y su autoridad para imponerse, como lo exigía su calidad de dueño de casa. Jugó lindo. Convengamos en la flojedad de Arabia Saudita, una selección sin relieves, inocente defensivamente, pero Rusia hizo sus deberes, jugó seriamente, con gran actitud. Dio más de lo que se esperaba de su juego. Dado que no participó de la Eliminatoria por estar clasificado de oficio, sólo había disputado la Copa Confederaciones y muchos amistosos. No se sabía lo que podía dar, y se sospechaba que era muy poco. Fue bastante.

Toda Rusia se fue a dormir feliz: tres puntos y 5 goles a favor en un grupo que es el único de los ocho donde hay un ganador prácticamente seguro -Uruguay-, y tres rivales de similar potencialidad. Por lo tanto era indispensable ganar, pues ahora le vienen los dos partidos más difíciles: Egipto y Uruguay. Y Cherchesov, técnico local, al igual que sus jugadores, saben que los puntos hay que sumarlos en los dos primeros compromisos.

La Copa del Mundo suele estar regada de sucesos providenciales. Denis Cherysev, el futbolista ruso más prominente, que milita en el Villarreal español, había arrancado el torneo en el banco, pero un temprano desgarro le bajó la persiana del Mundial a Dzagoev. A Cherysev le cayó del cielo la posibilidad de entrar y la aprovechó al 200 por ciento: marcó dos goles de zurda con llamativas definiciones.

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No obstante, la figura fue quien debía serlo: Golovin. El volante del CSKA de Moscú, 22 años, había sido por la mañana como posible refuerzo del Barcelona de España. Por la tarde descolló: es quien maneja el equipo, tiene gran dominio y toque de pelota, clarifica las jugadas y de sus pies nacen los avances más profundos. Remató la faena con el mencionado gol de tiro libre. Si Golovin fichara por el Barsa sería un golpe de popularidad para el fútbol en Rusia. Jugar al lado de Messi haría que todo el país deportivo siguiera su carrera.

Rusia perdió a Dzagoev, mediocampista importante, y, por una tontería, quedó condicionado Golovin, quien recibió tarjeta amarilla por tomar del brazo a un rival cuando iban ganando 3 a 0, faltaban cinco minutos y era una acción en campo rival. Dzagoev va a tener que probar con una curadera. En 2016 se perdió la Eurocopa de Francia por lesión y el año pasado no pudo estar en la Copa de Confederaciones por el mismo motivo. Ahora quedó fuera del torneo a los 24 minutos.

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Para reflejar que el país más grande de la Tierra no es futbolero digamos que el gigantesco e impactante estadio Luzhniki no se llenó el día del debut de Rusia. Pese a que Moscú es una capital inmensa, cercana a los 15 millones de habitantes, se ocuparon 78.011 asientos de los 81.500 disponibles. Se veían claros en las butacas más costosas. En otro país con más tradición la gente se mataría por una entrada, acá no. Y como agregado digamos que la FIFA informó que aún quedan 120.000 entradas sin vender. No vimos reventa en los alrededores de Luzhniki, algo tan común en los Mundiales. Pero aquí está severamente advertido que no se tolerará dicha práctica.

En el estreno, los hinchas rusos ocuparon toda una tribuna detrás de un arco, completa. Y luego se los advertía mezclados en los demás sectores, salpicaditos, pero se notaba una gran mayoría de extranjeros. Y el festejo fue moderado. Al retorno, en los pasillos y escaleras mecánicas del Metro, se escuchaba alguna tímida celebración o alguien que cantaba “Rusia, adelante, Rusia, adelante…” Y nadie se prendía. Algo impensable en nuestras canchas, donde las barras rompen todo cuando se enojan por perder o cuando están alegres por ganar. Hay satisfacción, no emoción. No está mal.

Hablando de hinchas: los peruanos son la revelación. Hay cantidades industriales, por todas partes donde uno va. Más que los mexicanos, incluso, que siempre suelen ser los más numerosos junto con argentinos y colombianos.

Esta tarde, Uruguay-Egipto completan el grupo, partido en el que se anuncia el retorno de Salah. Y veremos el primer duelo grande de la Copa: España-Portugal. Imperdible. Sergio ramos marcando a su compañero del Real Madrid Cristiano Ronaldo (¿lo sacudirá…?). Ahí se notará si el escándalo Lopetegui afectó o no a España. Si sigue siendo favorita a la corona. (O)

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