El intenso tráfico, los bocinazos que aturden, el tranco apurado de la gente, el pito constante de los agentes de tránsito, los gritos de los vendedores ambulantes, nada puede borrar el gesto sombrío, adolorido y la mirada extraviada en un sinfín de recuerdos de los que habitan las esquinas del bulevar.