Exzaguero fue campeón, pero también descendió a la B

José Marcelo Rodríguez (60 años) no solo es recordado como titular de la plantilla de Emelec que obtuvo el título nacional de 1979, tras siete temporadas de sequía; la Bruja –mote en honor al argentino Juan Ramón Verón– también destacó por su férreo marcaje y su potentísimo disparo. Como capitán azul, en 1980, el exlateral derecho vivió y sufrió el único descenso eléctrico a la serie B, un acontecimiento tan ‘doloroso’ que Rodríguez solo lo compara con la forma en la que salió de Emelec, en 1982. Se marchó tras una huelga de jugadores que exigían a la dirigencia de la época el pago de sus sueldos. ‘Rebeldes’ llamaron a los huelguistas por reclamar sus derechos y entre los que no aceptaron volver y recibir una multa –fórmula de la directiva para reducir la deuda– también estuvo Lupo Quiñónez. Pero Rodríguez dice, en diálogo con este Diario, que “no hay resentimiento”. Está radicado en Nueva York, adonde migró tras retirarse del balompié a sus cortos 26 años.

Vivió dos hechos totalmente opuestos con los azules: título y descenso. ¿Qué sensación le queda?

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Hicimos sacrificios para ganar el campeonato de 1979. La clave fue la decisión del Ñato (Eduardo García, quien en julio de esa temporada dejó
el arco para sustituir al DT argentino Guillermo César Reynoso), quien dejó de lado las concentraciones antes de los partidos y apeló a nuestra conciencia en busca de un buen comportamiento. Pero al año siguiente llegó el capricho de los dirigentes, quienes lo removieron pese a haber logrado el título. Fracasamos en la Copa Libertadores y la situación se puso peor.

¿Considera el descenso como el inicio de la época más nefasta del club?

Sí, aunque mucha gente no lo entiende bien. Los fanáticos no saben lo que se vive en un camerino o una concentración. Cuando bajamos de categoría, asumimos la derrota. Pero también era una situación relacionada con la dirigencia.

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¿Qué sucedía entonces?

Omar Quintana (expresidente de la Comisión de Fútbol) era prepotente. No tengo reparo en decirlo. Él entraba a
los departamentos de los futbolistas a revisar si alguien estaba bebiendo (licor) y demás atropellos así. Esas situaciones nos incomodaban. A Lupo no lo dejaba ir ni a la esquina (de donde residía), porque tenía un guardián preguntándole “a dónde vas.
El grupo se desmoralizó. Cuando un equipo no camina es porque hay irregularidades a nivel interno.

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Y en 1982 fue el acabose ...

Aquel año nos volvió a ir mal por los sueldos. Nos debían dos o tres meses. Entonces nos fuimos a la huelga todos y a muchos titulares nos echaron (en agosto de ese año). Los directivos me llamaron y dijeron ‘estás botado’. Pero de pronto, algunos futbolistas empezaron a regresar bajo las condiciones de la dirigencia. Jesús Cárdenas (exgoleador eléctrico) habló con los directivos y lideró el grupo de quienes retornaron. A mí no me llamaron para regresar. No guardo resentimiento, pero (los que rompieron la huelga) eran la misma gente a la que yo había ayudado cuando fui capitán, por la misma que yo había intercedido ante los directivos años antes.

¿Qué hizo luego?

En 1983 me fui a Nueve de Octubre, donde jugué durante una temporada; pero fue mi último año en el fútbol. Una de las causas fue el trato de la dirigencia (Quintana presidía
a los octubrinos). Teníamos a nuestro propio Fidel Castro.

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En contraparte, ¿qué alegría le dejó su paso por Emelec?

Además del título, que fue
el club donde debuté. Fui a Emelec porque creía que tenía mayor oportunidad de jugar. Pagaron 50.000 sucres por mí en 1975. Entonces yo era volante o zaguero central.

¿En qué momento se adueñó de la banda?

El Ñato me ubicó de lateral derecho, ante la crítica del periodismo, que nos ‘daba’ todas las semanas. Ya en 1977 me habían probado ahí. Pese a ser lento para girar, dominaba bien el balón en la salida.

¿Y cómo forjó su pegada en tiros libres y penales?

Tenía un don: sabía pegarle al balón. Era natural. Nunca fallé un tiro penal. Le atribuyo
mi especialidad al profesor Eduardo Macías, quien me llevó a Estudiantes del Guayas (y también fue estratega de Emelec), mi primer club. Él me ponía los balones en la mitad de la cancha y me pedía que pateara al arco. Yo al principio las enviaba lejos, pero seguía intentando y
cada vez me acercaba más.
Mi remate mortal era de 30 o 35 metros (de la portería). Yo ponía la pelota donde quería.

¿Continuó fortaleciendo su disparo en Emelec?

Era una hora de práctica diaria. Entrenaba con los arqueros suplentes. En el viejo Capwell había una mampara con números del 1 al 5, del 6
al 10 y del 11 al 15. Me pedían que pateara y le pegara al cuadro con el 1 y le daba
al 4; después de unos veinte tiros, empezaba a acertar. En seis meses me especialicé en tiros libres. No era de meter efecto, sino de potencia con tres dedos. Me ayudaba con el viento también.

¿Siempre quiso dedicarse al fútbol profesional?

No era amante de jugar a nivel de clubes sino hasta los 15 años, cuando empecé a indagar sobre el tema por un amigo del colegio. Fui a Guayaquil Sport (a probarse), pero no me aceptaron; entonces me sumé a Estudiantes. Pero yo había sido federado por mi padre, Félix, en un equipo de su propiedad, el Chile Sporting Club, pese a no jugar; por
lo que Estudiantes tuvo que comprar mi pase a cambio de diez balones de fútbol. Fue una donación, prácticamente.

¿Solo Emelec se fijó en usted cuando jugaba en Estudiantes del Guayas?

También tuve propuestas de Macará y Barcelona. Fui a Emelec porque creía que tendría más oportunidades de jugar; en Barcelona era muy difícil. Además, al no haber tenido oportunidades en 1978 en Emelec, Alberto Spencer, quien me había llevado al club azul años antes, asumió para dirigir un equipazo de Liga (P) en 1979, me llamó para ir
a Manabí. Me iban a pagar 10.000 sucres y en Emelec yo ganaba la mitad o quizás menos. Pese a haber acordado ya a nivel personal (con la directiva manabita), a mi regreso a Guayaquil Emelec me impidió ir a Portoviejo. Dijeron que me necesitaban.

¿A qué se dedicó cuando migró a Estados Unidos?

Hice de todo para sobrevivir. El Deportivo Cuenca quería repatriarme, pero yo ya no deseaba volver a jugar fútbol en mi país. Me he dedicado desde entonces a dirigir escuelas de fútbol propias, formando jóvenes. También solía jugar, hasta pasados mis 40 años, en equipos que me pagaban por participar en campeonato con ellos. (D)

Cuando nos fuimos a la serie B, asumimos la derrota. Yo era el capitán y nos comprometimos a retornar a la máxima divisiónMarcelo Rodríguez, Exzaguero azul