El deudor, el presente columnista. El acreedor, el CS Emelec, conjunto que alzó su vigésima primera estrella en las canchas del país como club, corona aún festejada a lo grande con todos los méritos.

Esta columna-homenaje al Bombillo debía haberse publicado el sábado pasado, pero nos pareció por demás natural escribir primero sobre el nacimiento de Jesús, fecha memorable en el mundo católico al celebrarse la Navidad, razón por demás justificada.

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Transcurridos los días jamás podríamos alejarnos de honrar al fútbol, a través de uno de sus representantes como lo es el CS Emelec, al obtener con bravura, soportar instantes adversos en lo táctico y en lo anímico; además críticas destructivas, lesiones, bajo rendimiento individual y colectivo, y por momentos sus propios hinchas veían alejarse de un primer lugar en la segunda fase. Pero ante tanta sombra y desventura, flotó y despertó con un fútbol inmejorable y arrollador, incursionó con un juego en el que primó la velocidad, siendo una chispa letal en sus dos últimos partidos ante el brioso equipo mantense del Delfín, poseedor del vicecampeonato.

Emelec viene dando una lección en cómo debe manejarse un club; con desarrollo en sus formativas, difunde proyectos con indicadores positivos, deja espacio en sus vitrinas a nuevos trofeos, su logística es acorde a las normas del deporte y posee un estadio con ingeniería moderna.

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Algo que aún no entiendo, pero que es parte de la democracia del deporte, que en elecciones de un club haya varios candidatos.

Lo que recibió y luego ha construido Nassib Neme merece no solo el respeto, sino honores a este hombre capaz y visionario, que no gusta de elogios, más bien de ver a su equipo y jugadores dar tantas vueltas olímpicas.

Y que su apasionada hinchada clame: campeones, campeones, campeones… (O)