Esa debe haber sido la sensación con la que se retiraron del estadio Capwell las casi 38.000 personas que llenaron las instalaciones de La Joya de la calle San Martín, cuyas cifras de taquilla dadas por Emelec son reales, lo que aparentemente no ocurre con otros clubes.

Esa parte del bolero de Consuelo Velásquez, que popularizaron en La Habana fiestera de los años 40 y 50 los cantantes Antonio Machín y Fernando Álvarez, es la que calza al pie a una realidad que –en el papel– parece complicar el sueño de Emelec de ceñirse la corona del torneo nacional del 2017. Y todo por un zapatazo del volante Luis Luna, del Delfín, cuando el árbitro se había llevado a los labios el silbato y esperaba que la aguja avanzara los tres segundos que faltaban para sellar el marcador que, entonces, señalaba un 4-1 favorable al plantel eléctrico.

El gol agónico de los mantenses puso un 4-2 que deja apenas entreabierta la posibilidad de acceder al título por el que Delfín hizo tanto en los primeros tramos del certamen para desfallecer en los episodios finales. Nadó tanto y bien podría morir en la orilla. El gol de Luna le tendió una boya, pero el mar está encrespado y ahora debe remontar un oleaje que estuvo a punto de ser un tsunami.

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Recibir un gol cuando se quemaban los instantes finales del alargue habla mal de la capacidad de los jugadores para abrochar un marcador. Emelec viajará a Manta montado en el mejor caballo.

¿Qué pasó con los futbolistas eléctricos cuando el pastel estaba listo para partirlo y celebrar anticipadamente el arribo a la cumbre? Recibir un gol cuando se quemaban los instantes finales del alargue habla mal de la capacidad de los jugadores para abrochar un marcador. Desconcentración, dicen los ‘expertos’ en sabiduría táctica para definir lo que es simplemente ubicarse mal en el campo, errar en la marca y abrir expectativas al rival. ¿Un adversario parado libre en la línea frontal de las 18 yardas, recibiendo una habilitación para masacrar al arquero local? ¿Dónde estaban los volantes de marca que eran dos y al final fueron ninguno?

Un gol de agonía puede costar un título, una derrota en un partido importante, la caída en un clásico y hasta el descenso según el caso. En septiembre de este año el Atlético de Madrid, tan aplicado en la pizarra de Simeone, cayó en el minuto 92 ante los ingleses del Chelsea. Filipe Luis, zaguero colchonero, declaró: “Un gol en el último minuto duele más de lo normal”. El balón entrando raudo en la portería para vencer el reloj y la sentencia arbitral que decreta el final es un éxtasis de alegría. Hay que haber jugado fútbol, al menos una vez en la vida, ya sea en el barrio, en la escuela, en las ligas de novatos, en las grandes ligas del balompié, no importa dónde, para saber el significado de un gol de último minuto, más si este significa la victoria de tu equipo en un encuentro muy apretado, o acortar distancias para definir el cetro de un campeonato.

Emelec se aprestaba a viajar a Manta montado en el mejor caballo, con los arreos de campeón. Una ventaja de 4-1 era –aparentemente– indescontable. Durante 92 minutos y 57 segundos fue un tornado que desbarató todos los planes del Delfín. Un solo equipo se enseñoreaba en el cuidado césped del Capwell, largo la mejor cancha del país, aparte del lujo de sus graderías y lo bien organizado del espectáculo. Fernando Luna y Fernando Gaibor eran como los personajes de las viejas películas y caricaturas de Tom Mix y Red Ryder, cabalgando solos las praderas manabitas. Adelante, dos Colt 45 manejados con destreza por Brayan Angulo y Ayrton Preciado, bien abastecidos de municiones por Robert Burbano, dejaban la huella de sus impactos en la meta de Pedro Ortiz.

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Si este domingo el rendimiento de los jugadores de Emelec está cerca del exhibido ante Delfín, en el Capwell, las posibilidades azules de dar la vuelta olímpica son crecidas.

Delfín no se rindió, aunque lució maniatado y a ratos hasta electrocutado por los eléctricos. Un mediocampo superado largo por los volantes rivales, una defensa que no atinaba a detener los ataques emelecistas, y delanteros que no combinaban sino escasas aproximaciones era todo lo que exhibían los manabitas. Una jugada de lujo de Roberto Ordóñez estuvo a punto de vencer a Esteban Dreer en una chilena que nos hizo recordar las míticas de Perico León y del Artista Víctor Ephanor. La espectacular definición fue hacia el centro y encontró bien ubicado al arquero de Emelec.

¿Qué le espera ahora al plantel guayaquileño en el estadio de Manta? Si el rendimiento de los jugadores está cerca del exhibido en el Capwell las posibilidades de dar la vuelta olímpica son crecidas. En esas condiciones será difícil que Delfín pueda neutralizar los ataques de Angulo, Preciado, Gaibor, Burbano y Fernando Luna. Si al encuentro de este domingo llega restablecido Marcos Mondaini, las perspectivas victoriosas crecen. La versión 2017 de Mondaini ha sido excelente, tanto que se lo puede considerar el mejor jugador del plantel. Se trata de la renovación y transfiguración de un delantero de punta que, al paso de los años, como suele ocurrir en el fútbol, decide cambiar de rol.

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Un experto nutricionista le aconsejó cambiar sus hábitos alimenticios, a lo que se agregó una preparación física especial. Alfredo Arias le dio otras responsabilidades en el campo de juego y hoy se mueve en toda la cancha como un volante mixto. Su liderazgo natural hace que los más jóvenes descansen en sus responsabilidades anímicas, se distiendan y confíen la larga experiencia de un jugador de calidad. Rumbo a los 33 años Mondaini es –resulta extraño decirlo– una revelación en 2017.

En este tipo de definiciones la experiencia juega un papel preponderante. Los equipos novatos suelen experimentar los efectos de la presión que ejerce el jugarse todo el año en un solo partido. Los que exhiben veteranía actúan más aplomados; la presión es más leve y los futbolistas con mayor rodaje toman la manija del partido para serenar a los jóvenes. La historia –esa ciencia que odia el periodismo nuevaolero por la imposibilidad intelectual de acercarse a ella– juega su propio partido. Lo dijo Franz Beckenbauer: “Historia es aquella cosa que hace que en el momento complicado usted no dé el 100%, sino el 120%″”. Y la historia eléctrica es superior a la de su rival, tanto que está celebrando 60 años de su primer título nacional y persigue con ilusión su corona ecuatoriana número 14. (O)