Compartimos una singular tertulia con más de 60 entrenadores, inmersos en diferentes especialidades deportivas y que cumplen sus trabajos en un terreno de juego, en los coliseos y en escenarios, según la actividad que practican sus discípulos.

Se construyó una conversación superabierta, en la que los profesores intercambiaron una diversidad de temas, siempre en el campo del deporte; y una vez finalizada tan amena y fraternal reunión, se valoró en sumo grado la importancia que tiene la disciplina como un firme aditamento para el éxito de un deportista o de una institución.

La palabra disciplina fue tan mencionada por todos; analizada al máximo en su concepto, la inherencia que reviste en cada práctica o encuentro, siendo erigida cuando sus cultores la respetan en toda su dimensión y engrandecida cuando un deportista la acoge con sus principios éticos y de moral para construir una victoria, llegar a una meta o en cristalizar un sueño.

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La palabra disciplina, sin ser mágica en resultados y procedimientos, es receptiva por la conducta que ofrecen los rivales en una lid, es innata y se basa en el carácter y temperamento y de gran valor cuando la disciplina es practicada en el círculo familiar, en los centros educativos, en la calle y en cualquier sitio que esté el deportista.

La palabra disciplina direcciona éxitos inigualables, estabiliza grupos, engrandece a empresas, construye rutas infinitas y cultiva puntualidad, respeto y ascenso a deportistas o personas en sus labores.

La palabra disciplina en muchas naciones del mundo es un estándar de valor y de progreso al conjugarse seriedad, puntualidad y decisiones firmes a cumplirse.

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La palabra disciplina en países subdesarrollados es ‘herida’, vapuleada, atrevida, insignificante, la última rueda del coche, lo que en suma debilita la personalidad de un deportista, persona e institución.

La palabra disciplina ‘fallece’ cuando su camino no tiene norte y es altiva cuando usted y nosotros la practicamos a diario... (O)