En Sangolquí (Rumiñahui) hoy los locales comerciales cerraron más temprano. Todos sabían que debían ir a sus casas para tomar su camiseta del Independiente de Valle, si era hincha, o la del Ecuador, si lo apoyaba de corazón.

Nadie quería perderse el partido histórico; el juego que puso a esta pequeña ciudad enclavada en la cordillera central del Ecuador, en el ojo de América y el mundo; el cotejo que enfrentaba en la primera final de la Copa Libertadores a Independiente del Valle y el Atlético Nacional de Medellín, de Colombia.

Desde las 17:00, la casa del Independiente, el estadio General Rumiñahui, abrió sus puertas para recibir a todo aquel que quería mirar en cuatro pantallas gigantes, colocadas en la cancha central del complejo, el decisivo juego. Globos, banda, pitos y serpentina de a poco fueron llenando los dos graderíos con que cuenta el estadio.

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Centenares de policías rodearon el estadio. La consigna: dejar pasar a todo el público que quiera celebrar, pero nada de alcohol, borrachos u objetos corto punzantes podían ingresar. El partido no empieza y la fiesta está predida en el Valle. (D)