La FIFA y las organizaciones del fútbol ya no son impunes

La salida de dirigentes del fútbol, esposados y cubiertos con sábanas, como si la tela pudiera tapar la vergüenza, ha significado un golpe letal para la desacreditada FIFA. Si el dramaturgo inglés William Shakespeare hubiera vivido en este tiempo, su famosa frase de la obra Hamlet (1601) “algo podrido hay en Dinamarca”, habría empezado igual, pero habría puesto Suiza al final. Como una bomba de cien megatones estalló en el universo entero la detención en un hotel de Zurich de siete personajes vinculados con el balompié y la FIFA por pedido de la justicia de Estados Unidos, luego de una larga investigación por asociación ilícita, lavado de dinero y fraude fiscal.De ninguna manera el asunto era nuevo. Las sospechas primero, y las certezas más tarde, de una corrupción rampante en la transnacional suiza, que gobierna el mundo del fútbol, habían sido reveladas hace 10 años en dos libros imperdibles que nunca llegaron al Ecuador: Tarjeta Roja, de Andrew Jennings, y Cómo nos robaron la Copa, de David Yallop.Ambos escritores, que han dedicado un largo periodo de sus carreras a investigar el sistema de latrocinio, extorsión y soborno en la FIFA, fueron amenazados en su tiempo por el articulador del sistema, Joao Havelange, con persecuciones judiciales y reclamos de indemnizaciones millonarias si publicaban sus obras. Estas circularon en varios idiomas y Havelange quedó abrumado por las pruebas. En el 2012 renunció a la presidencia honoraria de la FIFA luego de que la justicia suiza encontrara que había recibido, entre 1992 y el 2000, millonarios sobornos de los que hizo partícipe a Ricardo Teixeira –su yerno y presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol– y a su compinche Nicolás Leoz –titular de la Confederación Sudamericana de Fútbol–. Teixeira debió exiliarse en Miami para no ser detenido en Brasil por aprovechamiento mafioso de la CBF y Leoz renunció a la FIFA y a la Conmebol para ser ahora nuevamente imputado.Lo que ha descubierto la fiscalía estadounidense ahora es material nuevo y las implicaciones para los presidentes de las federaciones sudamericanos son serias. Aunque no se han formulado cargos contra algunos de ellos, la justicia de EE.UU. ha anunciado que siguen las indagaciones y que pronto se plantearán nuevas acusaciones. ¿Cuáles son las imputaciones contra los dirigentes sudamericanos? La justicia estadounidense descubrió que en el 2012 a la empresa brasileña Traffic le fue rescindido el contrato que la unía a Conmebol por los derechos de TV de la Copa América. Entró entonces al negocio la empresa Full Play, de Hugo y Mariano Jinkins, argentinos, que se aliaron con Torneos y Competencias (TyC), también argentina.Para no quedar al margen del jugoso bocado que había explotado por dos décadas, Traffic fue forzado a aliarse con los argentinos para formar otra empresa: Datisa. “Entre el 2009 y el 2010, un grupo de seis presidentes miembros de la Conmebol, tradicionalmente menos poderosos, formaron un bloque para obtener el control sobre las decisiones relacionadas con la comercialización de los torneos. Su líder tenía estrechos vínculos con Full Play y con sus dueños, Hugo y Mariano Jinkis. También tenían nexos con Rafael Esquivel, presidente de la Federación Venezolana de Fútbol”, se lee en uno de los fragmentos de la acusación.El Departamento de Justicia de EE.UU. dice tener pruebas de que Datisa pagó a los dirigentes sudamericanos un soborno de $ 100 millones en el 2013 para quedarse con los derechos de transmisión de la Copa América hasta el 2023. De esa coima, según se afirma en la acusación, $ 45 millones fueron entregados a tres dirigentes: el uruguayo Eugenio Figueredo y el brasileño José María Marín –detenidos en Suiza– y el fallecido Julio Grondona, argentino. El resto correspondió a los demás presidentes de las federaciones sudamericanas y a otros personajes que no se han identificado. Todo lo que sostiene el aparato judicial estadounidense fue confesado por José Hawilla, dueño de Traffic, y testigo estrella de la fiscalía.La salida de dirigentes del fútbol, esposados y cubiertos con sábanas, como si la tela pudiera tapar la vergüenza, ha significado un golpe letal a los restos del pudor de una entidad tan desacreditada como la FIFA. La reacción en la mayoría de los países a los que pertenecen acusados y sospechados ha sido de estupor y rechazo. En Colombia la fiscalía ha ordenado una investigación del manejo de los fondos de la Federación Colombiana y del patrimonio personal del presidente Luis Bedoya. Una comisión está lista para viajar a EE.UU. para recibir documentación que podría implicar a Bedoya. En Brasil, la fiscalía intervino ya las oficinas de la CBF y una comisión del Senado se apresta a iniciar una exhaustiva indagación de los negocios de esa entidad. Perú se apresta a investigar a Manuel Burga, presidente hasta el año pasado. En Chile, el Ministerio de Justicia ha pedido los balances y detalles financieros de la federación.En nuestro país, en medio de ladridos de los mastines custodios de la Ecuafútbol, el presidente Rafael Correa ha calificado como una “vergüenza” para el fútbol el episodio de Zurich y ha dicho que es la fiscalía a la que corresponde intervenir. Esta dependencia no ha emitido opinión alguna, hasta el momento. La FEF, por su parte, ha mostrado una transferencia internacional de $ 1,5 millones hecha hace diez días por parte de la Conmebol como “anticipo por la participación en la Copa América”. Pero de ese dinero no es del que queremos saber los ecuatorianos, sino de aquel que el Departamento de Justicia de Estados Unidos afirma probadamente que Datisa pagó como soborno, lo que ha sido corroborado por la confesión del propietario de Traffic. De esa coima de la que se llevaron $ 45 millones (¿para la preparación de la Copa América de Chile 2015?) tres dirigentes.En este entramado no ha faltado el Cantinflas criollo con su ‘opinión’: “Si ese dinero” –obtenido por una maniobra extorsiva en calidad de soborno– “ha servido para fomentar el fútbol ecuatoriano, entonces estoy tranquilo”. Juzguen la madurez intelectual de este ‘periodista’ sin título.La reelección de Blatter es para el fútbol como el golpe de la guillotina cayendo sobre el cuello de un sentenciado. El suizo –típico hombre-corcho que flota entre las tempestades y siempre encuentra un salvavidas– fue liberado de culpas cuando Havelange resultó pillado en negociados.Blatter, mano derecha del brasileño, depositario de los secretos, “no sabía nada de lo que hacía” su jefe. Hoy tampoco estaba enterado de la existencia de una maquinaria corrupta que funcionaba delante de sus narices. Dudo que sobreviva a la continuación de una investigación que se le va enrollando al cuello como una serpiente que lo asfixiará. (O)

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