Australia rechazó la petición de grupos ecologistas para catalogar como patrimonio nacional el remoto bosque de Tarkine en Tasmania, y dio luz verde para llevar a cabo explotación minera en la región.
El gobierno australiano indicó que protegería las reservas aborígenes, pero que el área necesitaba los empleos que traería la minería.
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Los conservacionistas señalaron que la decisión era una desgracia y acusaron al gobierno de abandonar al medio ambiente en favor de la industria minera.
Tarkine es una de las mayores extensiones de bosque tropical húmedo del mundo y es hábitat de los demonios de Tasmania, calificados como especie en peligro crítico de extinción.