Mucha gente pasa por un largo y profundo proceso de duelo tras la muerte de un ser querido. Muchos soldados que regresan de una zona de conflicto padecen de traumas. Muchos son tímidos y sufren de ansiedad en ciertas situaciones sociales o se sienten desmotivados y pesimistas cuando no tienen trabajo o no les gusta el que tienen.

A algunos, las experiencias de abuso o fracaso les han llevado a pensar que no vale la pena vivir. Deben reconocer esas verdades humanas y ofrecer ayuda. Pero no deben ver esas experiencias humanas como síntomas de una enfermedad mental. Así lo afirma a la BBC Peter Kinderman, profesor de psicología clínica, respecto a la última edición del manual Diagnóstico y Estadístico, de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, conocido como DSM-5.

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Los diagnósticos psiquiátricos no solo son científicamente inválidos, sino que también son dañinos. El lenguaje de la enfermedad implica que las raíces de esa angustia emocional están en anormalidades del cerebro y la biología, normalmente conocidos como “desequilibrios químicos”. Eso lleva a no ver las causas sociales y psicológicas de la aflicción.

Además, se tiende a prescribir soluciones farmacológicas –antidepresivos y ansiolíticos– pese a sus efectos secundarios y la poca evidencia de su efectividad. No es lo correcto, expone Kinderman. No se debe seguir diagnosticando a más gente con enfermedades mentales sin sentido, diciéndoles que estas derivan de anormalidades cerebrales y prescribiéndoles medicamentos.

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El manual, dice Kinderman, tan solo empeorará las cosas porque rebajará muchos umbrales de diagnóstico y aumentará el número de personas clasificadas como enfermos mentales. El diagnóstico del nuevo Desorden de Desregulación Disruptiva del Ánimo convertirá los arranques de mal genio de los niños en síntomas de una enfermedad mental.

El duelo normal se convertirá en un “desorden depresivo de importancia”, lo que significa que se prescribirán más medicamentos para el luto. Los criterios de diagnóstico de un “desorden general de ansiedad” serán relajados, haciendo que las preocupaciones de la vida diaria puedan ser tratadas con medicación.

La rebaja de los criterios de diagnóstico incrementará el número de diagnósticos del Trastorno por Déficit de Atención en adultos, lo que llevará a un aumento de la prescripción de medicamentos estimulantes. Una amplia gama de comportamientos humanos desafortunados, que muchos pretenden cambiar con buenos propósitos de Año Nuevo, se convertirán en enfermedades mentales, como comer en exceso. Además, la categoría de adicciones del comportamiento se ampliará para incluir, por ejemplo, la adicción a internet o al sexo.

Los diagnósticos psiquiátricos estándar son notoriamente inválidos, afirma el experto. No se corresponden con grupos de síntomas con sentido en el mundo real, pese a que deberían hacerlo. Los diagnósticos no llegan a predecir la efectividad de un tratamiento en concreto y no toman en cuenta de forma adecuada los procesos biológicos.

En los actuales sistemas de salud metal, el diagnóstico se considera necesario para acceder a un servicio. Pero también facilita al mal uso y el uso excesivo de las intervenciones médicas, como la prescripción de medicamentos antipsicóticos o antidepresivos que tienen efectos secundarios preocupantes a largo plazo.

La evidencia científica sugiere que las experiencias angustiantes no provienen de cerebros estropeados, sino de las interacciones complejas entre factores psicológicos, biológicos y sociales. Los diagnósticos y el lenguaje de las enfermedades biológicas opacan el rol causal de factores como el abuso, la pobreza y las degeneraciones sociales.

El resultado suele ser un mayor estigma, discriminación y exclusión social.

Existen alternativas más humanas y efectivas a los diagnósticos psiquiátricos tradicionales, asegura el profesor. Es bastante fácil crear una simple lista de problemas que pueden ser definidos de forma válida y confiable. No hay razón para pensar que estos fenómenos encajan en categorías de diagnóstico o son las consecuencias de enfermedades subyacentes.

Se puede utilizar la ciencia médica y psicológica para entender cómo se originaron los problemas y recomendar soluciones terapéuticas. Este método contaría con todos los beneficios del actual sistema de diagnóstico y tratamiento sin conllevar todos sus riesgos y deficiencias.