FREDDY AVIlÉS<br />.- El estreno en Ecuador de la película Gomorra, del director Matteo Garrone, basada en el libro del periodista Roberto Saviano, pone sobre la palestra el oscuro mundo de la mafia en las sociedades desarrolladas, en este caso la italiana, y las actividades delictivas de la Camorra o mafia napolitana.La mafia es una organización que remonta sus orígenes a los siglos XII y XIII y tiene su ubicación específica en las ciudades italianas de Sicilia, Nápoles y Palermo. Su nacimiento no es muy claro, pero se da como consecuencia de la lucha de grupos de familias en contra de la ocupación extranjera, especialmente francesa y española de esos territorios, a más de ser una especie de gremio con reglas y códigos, que se ocupaba de recolectar impuestos a campesinos en la época feudal.El tipo de actividades ilegales y sus métodos han generalizado el término, que se ha extendido a organizaciones similares incluso más antiguas como la Yakuza japonesa, las Triadas chinas y en la actualidad a las bandas colombianas, mexicanas y rusas, por lo cual se ha convertido en un fenómeno de carácter transnacional, cuyos negocios van desde los narcóticos, prostitución, tráfico de ilegales hasta los negocios legales, como los deportes, textiles, comunicación y gastronomía.El cine ha tocado con bastante veracidad el mundo del crimen organizado. Ya en la época silente Josef Von Sternberg realiza Underworld (1927). Retrata las peleas de las bandas criminales por hacerse con el control de los bajos fondos. Con ella nace la figura del gángster, que sería explotada hasta la saciedad por la industria fílmica.Hollywood en los primeros años del cine sonoro le da al mafioso cierto aire de romanticismo, hasta que llegan títulos como Enemic Public (1931) y Little Cesar (1931), que desmitifican al mafioso y lo hacen ver como un criminal peligroso para la paz pública. En 1932, Howard Hawks realiza la mítica Scarface, basada en la vida de Al Capone, en la que Paul Muni encarna al criminal y cómo forja su organización basada en el contrabando de alcohol y la compra de conciencias en la justicia y el aparato policial.Una cinta como Los violentos años 20 (1939), de Raoul Walsh, describe cómo la mafia logra incrementar su influencia gracias al contrabando de licor. Para los 50, el tratamiento sobre las actividades mafiosas se decanta por un tratamiento más duro y sin idealismo. Esto es planteado por Elia Kazan en On the waterfront (1954), con Marlon Brando, en la que la Cosa Nostra ha tejido un manto de corrupción en las zonas portuarias de Estados Unidos.Con la saga de El Padrino (1972-1974-1990), Francis Ford Coppola logra crear además de una obra maestra, la ambientación de un mundo donde la mafia parece más bien una corporación de negocios formada por una banda de capitalistas corruptos que buscan hacer fortuna, pero a la vez demuestra el vínculo entre mafia, familia, poder económico y religión.Si Coppola muestra una organización supracriminal, su paisano ítalo-norteamericano, Martin Scorsese, plasma una visión más intimista pero cruel de los bajos fondos, desde Mean Streats (1973), en la que los barrios marginales son caldo de cultivo para reclutar futuros gángsteres, o la seca y magistral Goodfellas (1990), pasando por Casino (1995), visionado del dominio mafioso de Las Vegas.Interesante visión es la que ofrece Terence Young en The Valachi Papers (1972), basada en la historia real del mafioso arrepentido Joe Valachi. Es un intento de desentrañar la estructura de esta organización criminal, mostrando sus ritos de iniciación, sus códigos de comportamiento y la temible ley del silencio.Otros directores como Abel Ferrara en Story of Crime (1986) o The Funeral (1996) han retratado a los mafiosos desde su propio entorno familiar. Sergio Leone, con su fresco Once upon a time in America (1984), compuso una de las más completas visiones sobre la mafia norteamericana. La cámara también se desplaza a Europa, especialmente a Italia, donde los cineastas destacan la relación estrecha entre crimen organizado y poder político en un entorno completamente corrupto.Los directores italianos han dejado un mensaje devastador, a diferencia de sus colegas gringos. Para ellos solo caen algunas piezas, pero la estructura queda, como lo demuestran cintas como Mafioso (1962), de Alberto Lattuada; o la brutal Salvatore Giuliano (1962), de Francesco Rosi, sobre un personaje real que se convierte en una marioneta estorbosa para las actividades de las bandas delictivas, y Lucky Luciano (1973), también de Rosi, biopic sobre la vida del famoso gángster, considerado el capo de todos los capos de la historia de la mafia.En Francia, directores como Jean Pierre Melville, especialista en el tema, presentan al crimen desde ópticas diversas, sea desde el del policía como en Flic (1972) o desde el mito del criminal como en Le samourai (1967) con Alain Delon; pasando por Jacques Deray y su Borsalino (1970), radiografía de la mafia marsellesa con unos carismáticos Alain Delon y Jean Paul Belmondo.En Japón, Kinji Fukasaku dirige una saga compuesta de cinco cintas titulada Yakuza Papers 1973-1975). Directores como Takeshi Kitano en muchas de sus cintas analizan el fenómeno mafioso. Con igual tono y enfocándose en el mundo de las Triadas chinas tenemos a Johnny Too con su Election (2005). Y vale destacar la trilogía Infernal Affairs, dirigida por Wai Keung Lau & Alan Mak (2002).